—¿Dónde están todos? —preguntó Riley al mirar la sala de cine. Ranger miró la enorme pantalla a oscuras y las luces encendidas. —Desalojé la sala —le dijo con los brazos cruzados. Riley giró hacia él, con una mueca de confusión. —¿Cómo? —Compré todos los boletos —dijo él moviendo los hombros. Riley meneó levemente la cabeza con incredulidad y una sonrisa. Aun después de lo sucedido en la camioneta, Riley aun quería ir al cine, por lo que él la llevó. Ranger no le comentó que al Gran jefe no le gustaba estar rodeado de personas, y Ranger pensó que Riley no querría compartir su película con nadie más. Ranger lo hizo como una costumbre, un impulso. A Riley le fascinó la idea porque no tendría que compartir la sala con nadie más, y nadie diría nada si hablaba o su celular sonaba con un