Maddox estaba tan ocupado con la pelinegra, que le permitió a Riley seguir a Quinta hasta una de las pequeñas oficinas al fondo y a la izquierda de las camas y todo el erotismo del salón. Quinta cerró la puerta con seguro y le dijo a Riley que se sentara en una de las sillas acolchadas y cubiertas con terciopelo borgoña. Riley no tuvo oportunidad de escanear el lugar ni sentirse en ambiente. A ella le importaba poco coger esa noche. Quería respuestas.
—¿Qué quieres que te cuente? —preguntó Quinta.
Riley colocó las manos en su regazo.
—Comienza contándome de sus sumisas —animó—. ¿Qué sabes de esa historia? ¿Tiene que ver con su pasado?
Quinta arrastró una de las sillas y se sentó frente a ella.
—Tiene que ver con su familia. Es todo lo que sé.
Riley suponía que se trataba de eso.
