La misma tarde
Sicilia, Italia
Convento de nuestra señora de la Esperanza
Juliette
Para muchas personas vivir es sinónimo de caos, adrenalina y diversión, pues necesitan esa sensación proclamada auto libertad, creyendo que dejan huellas con sus malas decisiones, con su vida desenfrenada, pero en realidad son desastres, meros pasajeros caminando como sombras sin propósitos. Sin embargo, existen otros que viven en función de lo que dictamina su corazón, en su anhelo de cambiar el mundo sin importar ser cuestionados, ni lo que piensen los demás, ni sus propios miedos, más bien quieren marcar a las personas con hechos, porque si la muerte es eterna, la vida es efímera, entonces no puedes quedarte con un simple espectador con los brazos cruzados.
En lo personal, llegué al convento por la adversidad que sufría mi madre en esa época. Sola, desamparada, sin familia, sin dinero, enferma y lo más complicado, conmigo siendo una bebé de meses de nacida, como tal no dudó en aceptar la ayuda de la madre Superiora Catalina, aunque el fin era quedarnos unos meses, pero su salud se deterioró y murió a las pocas semanas. El único recuerdo que tengo de ella es una foto y las pocas historias que me contaron las monjas, es decir desde que tengo uso de razón estas paredes han sido mi hogar y mi familia son las hermanas. Sin embargo, le guardo un cariño especial a Catalina, es como mi madre, bueno de todas y es quien ha guiado mis pasos dándome una educación enmarcada en la fe religiosa, no significa que fue quien influyó en mi decisión de convertirme en monja, al contrario, vivé reiterándome que soy libre de elegir mi destino.
La verdad, me gusta la labor de las monjas, como su afán de educar a los niños de la calle, de ayudar a los más necesitados, no solo económicamente, ni con comida, sino dándoles ese impulso para salir de esa oscuridad en la que viven con sus plegarias y con sus sabías palabras. También siento que aquí es mi lugar, en el convento junto a ellas, y lo más importante escuché el llamado del señor, entonces no necesito nada más para sentirme completa. No obstante, debo admitir que nunca falta alguien que cuestione mi decisión, inclusive he escuchado cada ocurrencia: no quieres salir al mundo por miedo, no quieres trabajar y buscas vivir a costa de las donaciones de los fieles, desperdicias tu juventud en este sitio, ¿Eres una criminal? ¿le tienes fobia a los hombres? pero hubo una mujer que me dio un consejo, bueno o malo todavía no tengo la respuesta, incluso esas palabras siguen resonando en mi cabeza.
–Tal vez sea una prostituta, pero he vivido de verdad haciendo lo que quiero, sin quedarme con las ganas de follar, de enamorarme perdidamente, sin recriminarme, sin que me frenen, ni me digan no puedes. Yo vivo la realidad del mundo, no importa que me destrocen el corazón, ni lo que me digan, enfrento al destino con todas sus cosas buenas y malas, en cambio tú monjita estás escondida en este sitio creyendo que con un par de plegarias cambiaras a las personas. Sabes te engañas a ti misma, pero estás a tiempo de salir por esa puerta y conocer la verdadera vida, no esté sueño idílico que solo vive en tu mente. ¡Piénsalo! –habló la mujer con mucha rudeza y sin filtros.
Esas palabras me han atormentado desde entonces, sembrando semillas de duda en mi corazón. A pesar de todo, sigo aquí, en este convento, con mi fe intacta, pero esa también es la razón porque todavía no tomo mis votos como monja, y Catalina sigue aplazándolos pensando que cambiaré mi decisión o mejor dicho quiere seguridad de mi parte. Igual continúo inmersa en cada labor de beneficencia, aprovecho cada oportunidad para demostrar mi vocación inquebrantable, como hoy que llegó una nueva hermana.
Debo destacar que es una muchacha extraña, rostro afable, vocecita inquieta, cejas gruesas, nariz respingada, ojos marrones que apenas pude distinguir por sus ridículos anteojos, tiene la piel bronceada, y es alta de unos 1,80 cm. Lo malo es la sensación extraña que percibo al cruzar palabras con ella, no lo puedo explicar, pero está allí.
De todas formas, fui bastante amable, porque entiendo que debe ser un ambiente nuevo y deberá costarle adaptarse a la rutina de convento, dejar atrás su vida y a su familia. No obstante, su rostro aturdido y desconcertado, sumado a su silencio deja entrever que detesta la idea de compartir la habitación conmigo. Tal vez hablé demasiado, fui intimidante o prefiere la soledad, en verdad no sé qué pensar, cuando observo abrir sus labios para terminar con este silencio sepulcral que nos envuelve con su voz al ambiente.
–Sor Juliette pensé que tendría mi habitación propia. Es que soy muy tímida y vergonzosa, con decirte que salgo del baño vestida. Detesto y me parece ofensivo andar en toalla por los rincones, así sea mi casa– responde con su voz nerviosa sin apartar su mirada de mí y suelto una mueca.
–Seguro convivías con hombres– comento y abre los ojos como dos platos enormes.
Ave María purísima, debo ser más prudente con mis pensamientos, creo que la ofendía con mis palabras, pero se me escapo, fue un acto involuntario.
–Hermana Giovanna, quise decir que entre tus familiares debió haber varones en tu casa. Quizás tienes un hermano, un tío, para guardar tanto recato, pero aquí no tienes de que preocuparte por cuidar tu privacidad. Todas somos mujeres y no necesitamos de la fuerza bruta de los hombres para ninguna actividad. Sor Juana es una experta con la podadora, le encanta la jardinería y vive metida en el huerto, Sor Inés se encarga de las restauraciones del convento y siempre anda con un soplete en la mano, Sor Marie es una buena cocinera y de vez en cuando nos deleita con algún postre, pero quien se lleva el trofeo es Sor Lourdes. Allí con sus años vive reparando el cacharro de la camioneta, ya perdí la cuenta de las veces que la revivió y el resto de las monjas ayuda a la madre superiora con los niños o en otra labor– explico con mi voz afable mientras me sigo secando las gotas de sudor de mi cuello, pero sigue mirándome extraño.
–¡Ah…! En realidad, vivía con un tío amargado y con un carácter insoportable. Ni siquiera me daba sosiego un segundo, estaba literalmente cuidando …mi pudor, hablando de los pecados capitales y de la importancia de la familia…–informa con su voz serena cargada de emociones. Por un momento guarda silencio perdida en sus pensamientos. Asoma su rostro triste y me da una sonrisa forzada. Suelta un suspiro, y continúa hablando. –Lo bueno fue que encontré el camino a mi vocación, y ahora estoy en el convento…Me encantará tenerte de compañera de cuarto, estoy segura de que aprenderé mucho de ti– sus palabras resuenan con un tono de sinceridad y peculiaridad.
–Entonces todo está resuelto. Me daré un baño antes de la cena, porque no soporto este calor. Si quieres mientras tanto puedes buscar un versículo en la biblia para compartir, la encuentras en el cajón de la mesita de noche, ¿De acuerdo? –hablo con mi voz suave y asienta con la cabeza.
Un momento después
Me envuelvo en una ducha que se convierte en un oasis de frescura y alivio, una pausa necesaria en medio del sofocante calor que impera afuera. Cierro los ojos, dejando que las gotas de agua acaricien mi piel, borrando momentáneamente cualquier preocupación que pudiera agobiar mi mente. Pero, a pesar de lo tentador que resulta quedarme sumergida bajo ese reconfortante chorro, la cena y la llegada de la hermana Giovanna me llaman, recordándome mis responsabilidades.
Con la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo, salgo apresuradamente del baño y me dirijo hacia el placard en busca de un atuendo adecuado. Sin embargo, un carraspeo apenas perceptible rompe el silencio, y como un resorte, me giro para encontrarme con mi compañera aún absorta en la lectura de la biblia.
–Hermana, ¿todavía no has encontrado una lectura para la cena? –inquiero, acercándome a ella. Observo su mirada extraña, confundida, y unas gotas de sudor perladas en su frente. –Quizás sería buena idea elegir algo relacionado con tu familia... –sugiero, notando su desconcierto.
–Tal vez sea buena idea –responde volviendo su atención al libro, pero antes de volver a mi labor me detengo en seco.
–Espera con esos lentes pañosos no podrás distinguir ni una letra. ¡Déjame limpiarlos! –hablo y llevo mis manos a sus anteojos para quitárselos, cuando me detiene sujetando mi mano con firmeza y clavo mi mirada en la suya. –¿Qué sucede? ¿He hecho algo mal? –pregunto, confundida por su silencio. Pero sus palabras no llegan, y su gesto enigmático me sumerge en un mar de incertidumbre mientras intento desentrañar qué está pasando en su mente.
Parma, Italia
Lutter
Algunos reprochan mi actitud despiadada, intimidante y cruel, pero en este submundo de la mafia no puedes mostrar un ápice de debilidad, sino te aplastarán tus enemigos, se burlarán tus rivales y tus hombres se mofarán de ti, entonces solo existe una salida: ser un maldito cabrón para infundir respeto, no importa si tienes tirar del gatillo, si tienes que ensuciarte las manos de sangre, lo haces sin dudarlo, no existe la consciencia ni la lealtad. Yo no puse las reglas, solo las ejecuto para seguir en la cima, para no ser atrapado por la puta policía y vivir como deseo. Soy el puto dueño de mi destino y nadie se interpondrá en mi camino. Aunque como en todo negoció no puedes crear un imperio solo, necesitas de los demás, no significa que confíes en ellos, es más bien aprender a utilizarlos, sacar ventajas y después eliminarlos cuando se convierten en un obstáculo.
En lo particular, mi padre me dejó a cargo de sus negocios tras su muerte inesperada, lo que conllevo a asumir ciertas sociedades necesarias entre ellas, Antonie Contti, un capo de la mafia italiana con negocios en el sur de Italia. El sujeto abrió un nuevo mercado para las drogas y también para una cadena de burdeles, pero lo más destacado fue incursionar con los conteiners de chicas. Mi gente se encarga de un negocio mucho más sustancioso y lucrativo, vender al mejor postor a las putas y soy quien lidera el mercado. Volviendo al idiota de mi socio, en un giro peculiar y llamativo cayó preso, aún sigo cuestionando: ¿Cómo sucedió? ¿Cómo fue tan imbécil para dejarse atrapar? Lo preocupante es que Antonie conoce cada ruta, cada embarque, cada paso de mis negocios y su captura es alarmante, el hijo de puta puede arruinarme con abrir su maldita boca, para colmo la prensa asegura que el desgraciado hizo un trato con los cabrones de la DEA, entonces la única manera de acabar con el mal es matarlo o secuestrar a su familia para silenciarlo.
Ya envié a mis hombres a eliminarlo sin éxito alguno, más bien fue un error, porque perdí el único rastro para ubicarlo, como tal la única alternativa era enfocarme en su familia, es decir en el vago de su hijo. Es un imbécil que vive emborrachándose en su yate y pensé que podía atraparlo con facilidad. Sin embargo, el mocoso se escapó, se hizo humo, despareció de la faz de la tierra, burló a mis hombres y aquí estoy en mi mansión enloquecido exigiendo su cabeza a mis hombres.
–Me importa una mierda si tienen que recorrer toda Italia, pero quiero a ese mocoso de Giovanni Contti delante de mí. Busquen a los vagos de sus amigos, a la puta con la que se revuelca, sigan vigilando a la gente de Antonie, porque alguien debió escuchar algo o sabe dónde está escondido el maldito, pero quiero resultados de inmediato– gruño, mi voz llena de ira mientras clavo mi mirada en mis hombres, pero interviene Dimitri, mi mano derecha.
–Lutter ya recorrimos todos los clubs nocturnos, todos los puertos de la costa, revise la base de datos del aeropuerto, las cámaras de seguridad de la estación de trenes y nada. El muchacho sigue en Sicilia, no ha dejado el país, incluso di con el paradero de sus amiguitas y todas coinciden que quien nos puede ayudar es su noviecita: Ivette Castillo, es una mujer bastante singular por lo que estuve averiguando y quizás es la puerta para encontrar al mocoso, ¿Cuál es el siguiente paso? –informa con firmeza, cuestiona con curiosidad y emerge mi sonrisa retorcida sumergiéndome en mis pensamientos.