CAPÍTULO DIECINUEVE Erec estaba en el centro de la aldea, con un brazo en la cintura de Alistair, con una amplia sonrisa mientras se relajaba por primera vez y disfrutaba de las celebraciones que había a su alrededor. Se enorgullecía al ver a aquellos aldeanos del Imperio libres del control del Imperio, todos ellos tan contentos, bailando y vitoreando a su alrededor, con aquellas expresiones de alegría y con risas, como las que no había visto en años. Aquella gente había estado oprimida y esclavizada mucho tiempo –podía verlo en sus caras- y ahora él les había concedido el mayor de los regalos: la libertad. La música sonaba en el aire y tocaban los tambores y golpeaban los címbalos mientras bailaban, agarrándose los unos a los otros, entrelazando los brazos y bailando en círculos. Erec p