CAPÍTULO ONCE Boku estaba colgado en el crucifijo al que los soldados del Imperio lo habían clavado hacía días, el último de su pueblo vivo desde la gran m*****a, de algún modo, a pesar de sus deseos, todavía se aferraba a la vida. Había dejado de sentir el dolor y la agonía que había pasado hacía días. Ya no sentía la agonía abrasándole las manos, ya no sentía la deshidratación, los soles quemándole la piel. Ahora estaba más allá de todo aquello, muy cerca de la muerte. Lo único que todavía sentía era un intenso dolor por su pueblo, los cuales habían muerto todos a su lado en su asedio a Volusia, todos masacrados delante de sus ojos. Deseaba volver a verlos y había maldecido a los dioses por haberlo dejado con vida. Pero Boku estaba demasiado agotado incluso para tener la capacidad de m