Capítulo 3BUENOS días, Mamá— dijo Michael. Cruzó la habitación de su madre y la besó en la frente. Ella ya estaba levantada y desayunaba sentada junto a la ventana. La Condesa sonrió. Pensó que su hijo era el hombre más apuesto que jamás había visto en su vida, con la excepción de su padre. —Tengo mucho trabajo que hacer hoy— decía Michael. La Condesa levantó la mano. —Espera un momento— dijo—. Recibí una larga carta de tu Tía Beatrice. Michael hizo un gesto casi de desesperación. —¡Oh, no Tía Beatrice!— exclamó. La Condesa pareció sorprendida. —¿Por qué dices eso? —Porque me molestó mucho durante mi estancia en Londres— le explicó Michael—. No cesaba de decirme a quién debería conocer y a quién no, y de meterme a las jovencitas ricas bajo mis narices. La Condesa se rió. —Bue