CAPÍTULO CUATRO Alistair estaba en los brazos de Erec en la proa del enorme barco, que se movía suavemente arriba y abajo, mientras las olas del enorme océano pasaban una y otra vez. Ella miró hacia arriba, hipnotizada, a las millones de estrellas rojas que cubrían el cielo de la noche brillando en la distancia; la cálida brisa pasaba acariciándola, arrullándola para dormir. Se sentía contenta. El simple hecho de estar aquí junto a Erec hacía que todo su mundo tuviera paz; aquí, en esta parte del mundo, en este vasto océano, sentía que todos los problemas del mundo habían desaparecido. Un montón de obstáculos los habían mantenido separados, y ahora, finalmente, sus sueños se estaban volviendo realidad. Estaban juntos y no había nadie ni nada que se interpusiera entre ellos. Ya habían zarp