4. Teenage dream.

2861 Words
Los seres humanos tenemos siempre despierto el instinto animal, muy marcado. Cuando mi amiga me invito a ver el entrenamiento de Nathan, no pensé que fuera a pasar nada malo, vamos honestamente ni siquiera pensé, solo imagine a su novio y amigos sin remera y me encanto la idea, no me juzguen, cualquiera hubiera querido mirar esos cuerpos transpirados golpear algo o entre ellos, era en cierta forma excitante, al menos para mirar, porque no me llamaba la atención los boxeadores, ni tampoco sus amigos, así que no había falla en su plan, todo parecía ser lo suficientemente bueno para ambas. El piso de baldosa gastada nos recibió, un toque de olor a sudor, tabaco y vainilla brotaba en el ambiente, como también esa pequeña pisca de cuero. El techo contenía grandes vigas de metal con un entramado cruzado, los ventanales estaban en lo alto, me pregunte como hacían para abrirlo, al menos los primeros diez minutos, porque luego llego un hombre morena y tomo una especie de palo con gancho y abrió las ventanas. Los muchachos aparecieron en escena y mis hormonas subieron al menos diez niveles, solo era piel y musculo, joder, cuantos músculos. Hannah relamió sus labios y saco un chocolate de la galera para empezar a comerlo, Nathan y otro chico, ambos tontean en la lona, pero no me importa porque diablos, mirarlos es lo mismo que mirar una porno de alto voltaje. - Esto es algo – murmuro – Exquisito. - Sí que lo es – responde ella mientras ambas ladeamos el rostro a un lado y luego al otro. Mis ojos se desvían al rubio que golpea la bolsa, sus brazos flexionándose, su omoplato apareciendo y desapareciendo, su cabello corto cae en puntas sobre su frente, los guantes azabaches cubriendo sus manos mientras golpea el saco rojo y azul una y otra vez, sus piernas están ligeramente separadas una más adelante que la otra, su tórax algo inclinado hacía un costado. Me habían traído el infierno a un galpón. Me estaban tentando de formas nunca antes vistas. Era sexy. Era salvaje. Era todo lo que se podía pedir en un maldito hombre. Y estaba prohibido. ¡Pero joder! Jamás pensé que me pusiera tanto alguien como lo hacia aquel sujeto que solo golpeaba un saco. Por favor, quería ser ese saco, que me nalgueara, que me apretara, que me domara, lo que sea que quisiera, pero que lo hiciera, duro, fuerte y duradero, por dios, que fuera duradero y que no la tuviera pequeña, no era mucho para pedir, no era casi nada para pedir. ¡Dios! No, no puedo, no me puedo fijar en él, es un espécimen prohibido, todo lo que no busco, vive en la misma ciudad, tenemos personas conocidas, no piensa mudarse y yo menos, así que descartado completamente descartado de mi panorama, lo siento v****a, pero no probaras eso, bajo ningún concepto probaras eso. Vuelvo mi vista a Nathan, Hannah parece a punto de tener un orgasmo, pero yo también estaba a punto, nada más que no me gustaba el causante de todo esto, no quería que eso pasara, no lo quería cerca joder. - No recordara que el ser humano pudiera marcar tantos músculos – mordí mi labio con fuerza y ella también, dios que sacaran al rubio del lugar – Estos hombres son una invitación al infierno – suspiramos. - Mejor que el chocolate, lo sé. El chocolate no era nada comparado con esto, con él, el infierno era poco, este chico me invitaba a romper todas las malditas reglas, quería que me diera en la lona, en la ducha, en el auto, con el señor moreno mirándonos, no sé, no importaba, solo quería que me diera, nada más ni nada menos, pero eso no estaba permitido, no se podía, porque lo vería por mucho tiempo si las cosas seguían así, lo que me lleva. - ¿Qué buena idea la de tu chico? – era buena, pero antes de ver a su amigo, no, él no era bueno. - Lo sé – murmuro – Nunca pensé que una pudiera disfrutar tanto de un entrenamiento. - Creo que quiero ejercitarme un poco – con él, por favor, solo un poco, ¿La puntita cuenta? - Debo agradecer la invitación, jamás me había divertido tanto – volví a ladear mi rostro. - Fue idea de Nat – vaya, el novio tiene planes sorprendentes – Ya sabes, me vio llorona, dramática y algo sentimental y dijo… - carraspeo un poco – Vamos nena, hoy me acompañaras al entrenamiento, invita a la doctora Higgins así no te aburres y luego vamos a cenar todos juntos. – imito su voz o lo intento al menos, algo que provoco la risa de ambas. - Dudo que te hubieras aburrido – era verdad, no había forma de aburrirse con esto – Esto entretiene a cualquiera. - Si que lo hace – suspiro y junté mis cejas – Le conté todo – joder, eso era nuevo e importante. - Vaya, eso sí es algo… - volví a mirar a los hombres - …un poco menos interesante que esto – bromeé para sacar la tensión. - Eres una tonta – ambas reímos. - Lo de ustedes, va en serio – susurro. - Lo intento – sonrió – Él hace que quiera intentarlo. - Se te ve distinta Han, más feliz – era verdad, la veía mucho mejor – Me alegra que así sea, te merecías esto, has pasado por mucho. - Gracias. La realidad termino ahí, yo no podía acostarme con el amigo de él, porque todo se volvería incomodo y para nada agradable y la felicidad de Hannah estaba siempre por encima de cualquier hombre, ella estaba por encima de cualquier hombre y nada lo cambiaria jamás. Recuerdo que reímos un poco seguimos moviendo nuestra cabeza de un lado al otro mientras ellos seguían con ese juego tortuoso, Thomas no para, él literalmente no paraba, seguía entrenando, ignorando a sus compañeros, provocándome, con su figura, sus ojos hipnóticos, al menos cada vez que nos observaba de reojo y me sonreí de lado, el condenado sabía que estaba bueno. - Acabas de condenar a Galy –una voz ronca y super masculina llego a mis oídos haciéndome suspirar – Mucho gusto – su sonrisa era capaz de bajarle las bragas a cualquiera, al menos yo quería hacerlo – Soy Thomas. – candente Thomas - Bri, Britney – tartamudee, yo tartamudee – Todos me dicen Bri – intento pasar el momento. - Lindo nombre – lindos músculos, lindos ojos, lindas nalgas. Sus ojos se quedaron en los míos, observe a Hannah que miraba hacia el ring y trate de hacer lo mismo, pero su presencia me jodia el sistema, era como si mis neuronas se acabaran de morir todas juntas, este sujeto acababa de matar todas mis neuronas de una sola vez y solo diciendo “Hola soy Thomas”, era un peligro, un gran peligro, uno que me negaba a seguir, porque sabía que arruinaría todo - Pareces tensa – su boca se movió contra mi oído provocando un escalofríos. - ¿Qué te hace pensar eso? – giro para mirarlo y error. Esta cerca, muy cerca, demasiado cerca, no puede estar a esta altura, debería estar a mil metros, en otro condado, y si le ofrecía dinero para irse, podríamos follar, el volver en unos meses y solucionado todo, total era pura carga s****l, nada más, fallábamos y solucionábamos todo, rápido, fácil, listo. - ¿Ese tal Galy es nuevo? – piensa en otra cosa, cualquier cosa. - Para nada – vuelve a hablar el rubio y quiero golpearlo, que no hable. - Entonces ¿Por qué no puede con Nathan? – concéntrate Bri, ellos son más interesantes que el chico a tu lado. - Son muy pocos lo que pueden – su voz ronca vuelve a sonar – Nathan está en esto desde chico, lo entreno Carlos – señalo a su profesor – Él era el mejor en su época y Nat se preparó con él, peleo con él, lleva años de práctica, es ágil, bicho y tiene una gran capacidad para predecir al oponente – termina. - Entonces es imposible ganarle – básicamente es buenísimo. - No pierde hace años, lo apodan de mil formas – vuelve a mirarme de esa forma – Pero eso a él no le importa. - Me siento una mamá orgullosa – Hannah habla y me aguanto las ganas de suspirar aliviada – Tambien quiero bañarlo en chocolate – hace un puchero - ¿Eso es normal? – ok, sus hormonas están alborotadas. Mi amiga, la que yo conozco, jamás diría algo así, yo si lo haría, es más su idea de bañar en chocolate a alguno de ellos me pone, pero ahora no puedo pensar en lo bien que se vería Thomas con eso, no porque ella acaba de exponerse de esa forma y mi vida en ese momento cambio, todo lo que paso ese día fue producto de lo que vendría tiempo después. - Las hormonas del embarazo hacen eso – murmuro – Ya sabes aumento del libido, antojos, además de náuseas, vómitos, bajas o subas de presión – mueve su rostro. - ¿Embarazo? – dice Thomas - ¿Estas embarazada Hannah? - Sí, no lo sabias – Oh, mierda, que hice, no tiene mucho tiempo. - ¡Maldito hijo de tu santa madre! – grita levantándose - ¡Vas a ser padre! – Nathan frena de golpe y lo mira. Lo demás lo recuerdo vagamente, Hannah acusándome a mí cuando ella fue la primera en decir lo del embarazo, yo lo confirme, pero no es toda mi culpa, vamos esto era compartido, no solo mío. Aun así, no podía molestarme, Thomas se había acercado mucho a mí, una de sus manos rozaba mi pierna y todo me resultaba lejano, tanto así que cuando se fue, cuando fueron a bañarse, logre respirar. - ¿Quieres que averigüe si Thomas tiene novia? – sí, sí quiero. - ¿Por qué harías eso? – claramente no diría nada - Porque prácticamente babeabas por él – no babee por él, bueno un poco, pero no para tanto. - No, no me pasa nada – lo digo un poco fuerte, al menos para creérmelo – Eso no pasará, él no estará en mi cama ni ahora ni nunca – aunque quiero, por favor, si quiero, pero no en mi cama, cama, un hotel quizás - ¿Qué? ¿Por qué? - Tiene la palabra peligro en todos lados – era la realidad, no lo iba a negar. - Tienes miedo – no fue una pregunta, fue una afirmación. - No y esto es un tema terminado – la ignoré y comencé a escribir. Thomas era alguien malo en la ecuación, sobre todo cuando no dejaba de mirarme o hacer algunos gestos, no me gustaba eso, sentirme expuesta con alguien. En el camino de regreso no pude evitar pensar con quien más me sentí de esa manera, ninguno de los chicos de mi lista llegaba a ese punto, a llenar aquella parte de mí que hacía que me desesperara, ninguno jamás fue lo suficiente y ahora llegaba este rubio a joderlo todo. Me vuelvo al momento donde conocí a Patrick MClean, el tercer sujeto con el que me acosté, para esa altura estaba en segundo año de la universidad, mis notas iban de mil maravillas y mi relación con mis padres cada vez un poco peor. Mi madre había ido de sorpresa a Boston, cuando llego casi le da un infarto a ella y a mí, no podía creer lo que mis ojos veían, era mi madre, vestía igual que mi madre y me miraba con rechazo, decepción y tristeza, no comprendía, no tenía sentido su actitud hasta que hablo de mi vestimenta. En su cabeza cuadrada y jodida por mi padre, vestirme de esta manera estaba mal, mostraba mucho y provocaba a los hombres. Señora, los hombres no tienen que mirarme en primer lugar, segundo mi vestimenta no le da permiso a nadie de tocarme o decirme algo, tampoco es que iba desnuda por la calle. Aun así, la entendía, mi papá había matado todo tipo de comprensión en ella, era como un maldito perro domesticado, no había vuelto a formar pareja porque los vecinos pensarían mal, porque su madre se retorcería en su tumba y los demonios la perseguirían, esa era mi madre y aun así la amaba. Con mi corazón hecho un nudo salí de mi residencia directo a un bar, era lo único que necesitaba en este momento, lo único que quería era olvidarme de sus palabras hirientes, de la manera despectiva con la que me hablo, quería sanar un poco, entonces Patrick MClean apareció. Un motoquero que iba de paso por la ciudad, su cuerpo estaba cubierto de cuero, sus brazos completamente tatuado, barba larga y cabello igual, solo que lo llevaba atado, sus ojos marrones me observaron mientras se sentaba a mi lado, pidió un whisky y me tiro el vaso en mi dirección. - Parece que lo necesitas – murmuro – Anda prueba, eso mata toda pena – dejé la cerveza y le di un trago a su vaso. - Joder – me queje – Arde como la mierda. – carcajeo. - Te acostumbras – no, jamás lo hice. - ¿Qué hace una chica como tú, en un bar como este? – señala el lugar. Tenía cierta lógica su pregunta, no tenía el mejor aspecto, pisos rojos viejos con manchas de alguna bebida, las paredes tenían un color blanco amarillento, la barra estaba limpia, los vasos también, pero la clientela, eso era otra cosa, la mayoría eran hombres, algunos más andrajosos que otros, pero el chico a mi lado no se parecía a ninguno de ellos. - Tomando algo – subí mis hombros - ¿Tú? ¿Qué haces aquí? – sonrió de lado. - Ando de paso, recorro todo con unos amigos – señalo a otros hombres con la misma vestimenta. - ¿Pertenecen a una especie de club? – consulto. - De motos, recorremos en moto – sonrió – Pasaremos dos noches acá y luego seguiremos – sonríe de lado. - De paso – giro la bota en mi mano - ¿Es la primera noche? – afirma. - ¿Tienes idea de que puedo hacer? – sonrió mientras afirmo. - Se me acurre algo – ladeo su rostro. - ¿Cuántos años tienes? – elevo mis cejas. - Casi veinte, tú qué, unos treinta y tantos. – lo observo. - Treinta y dos – afirmo. - Me gusta la ide de acostarme con un hombre mayor – carcajeo. - No soy tan mayor – gire para verlo. - Me he acostado con alguien bastante bueno y luego con un sujeto que la tenia del tamaño de mis tres dedos juntos, así que dime… - espere su nombre. - Patrick MClean. - Britney Higgins – nos saludamos - ¿Tienes algo para ofrecerme? – sonrió de lado. - Tengo, ven. Se levanto de su silla y salimos, su moto era una cosa alucinante, totalmente equipada, nos subimos y arranco, no me llevo a ninguna habitación esa noche, no hizo nada, solo recorrimos la ciudad y se encargo de levantarme el ánimo, fue la mejor noche de mi vida y no tenía nada que ver con el sexo, era él ayudándome a sanar la herida del momento. Al otro día nos volvimos a ver, él paso a buscarme por la universidad y fuimos a una especie de picnic en unos de los parques, al otro día se iba y yo no quería desaprovechar la oportunidad, creo que desde ese momento me ponen los hombres con barba, los motoqueros, porque Patrick me beso, su boca lleno la mía dejándome sentir el olor a tabaco y menta, sus manos me recorrieron expertas mientras en aquella habitación del motel nos entregábamos a esa ganas que teníamos, fue candente, fue placentero y creo que gemí su nombre más veces de las que pretendía, es que nuestro amigo, sabía exactamente lo que hacía, como ponerme a mil. Su lengua era experta en eso de besar y lamer, es más aquella noche fue la primera noche en la que un hombre me hizo sexo oral y que sexo oral, eso fue algo alucinante y jodidamente bueno, quedamos en volvernos a ver algún día, repetir, lo tenía en mis contactos, era uno de los pocos a los que le había dado mi número, porque él al igual que Thomas, me volvieron a hacer sentir esas cosas molestas en la panza, lo que uno llamaría amor y yo solo pienso que es deseo. La única diferencia entre ambos, que mi pequeña interacción con Thomas me tenía imaginando millones de escenarios, las mariposas no se iban, jamás se iban y lo único en que pensaba era en volver a verlo, solo para estar segura de que no pasaría nada, que todo quedaría en eso, nada, al final de cuentas que podía salir mal. Estaba en un maldito sueño adolescente, esa era la única explicación, ahora solo me tocaba salir.
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