5.Dear John

2485 Words
El amor es una ilusión. La tentación es mala. La tentación es problemática. El deseo no lo es todo. Las relaciones pueden joder tu mente. Los hombres solo funcionan en tiempos cortos. Esos siempre fueron mis mantras, durante todo este tiempo me base en eso para vivir y coexistir, no me gustaba entrar en profundidad con los hombres, no me importaba como me viera con ellos o la forma en que pudieran procesar mis actitudes, si ponemos las cosas desde la gran perspectiva de la humanidad, siempre haremos algo mal para la sociedad, jamás llenamos lo que los demás piensan que tenemos que llenar, nunca falta quien nos señale con su dedo acusador, siendo Dios y verdugo, pero vamos a dejar algunas cosas claras, al menos en lo que a mi respecta y en mi humilde opinión, se pueden joder. Las mujeres estamos bajo mucha presión, condenadas a seguir estereotipos ridículos, ya saben, casarse, tener hijos, no estar con muchos hombres para no ser mal vistas, tener un matrimonio perfecto y duradero, ser excelente cocinera, realizar las tareas del hogar, criar y depender completamente del hombre, al menos así lo era hasta los siglos pasados. Ahora con el pasar del tiempo, nos pudimos posicionar en otra parte, ser trabajadoras, adquirir los mismos derechos que los hombres, pero hay cosas que no cambian, vamos al simple ejemplo de las salidas. Si un hombre sale y se acuesta con diez mujeres en el lapso de una semana, es un ganador, un genio, galán, si una mujer lo hace, es una puta, una jodida puta y no, no es así. Podemos disfrutar de nuestra sexualidad como se nos plazca, al menos yo lo hacía y no por eso me consideraba una mujer fácil. Para varios de ustedes lo que leerán aquí es como las crónicas de una puta, pero no, soy yo, con mis miles de miedos y traumas, soy yo intentando no caer en lo inevitable. Para mí, los hombres, son sinónimo de peligro. Amar es sinónimo de dolor. Sufrir va acompañado de un hombre y sus múltiples mentiras, no es que las mujeres no lo hagamos, lo hacemos y mucho mejor que ellos, seamos honesta, somos más astutas. Pero volviendo al tema, mi problemas de inseguridad tiene un porque y nombre, pero solo lo resumiremos a una cosa, Papá. Ese sujeto que admiraba me dejo con más complejos que los que estoy acostumbrada a admitir, no solo por si crianza cavernícola, no, eso es lo menos, él me enseño que la mujer no valía lo suficiente para cuidarla, que usarla y dejarla era el mejor trabajo que alguien podía hacer, que todo se resumía a un momento, algo efímero y luego nada, no te vi, no te reconozco, no me importa. Mi padre fue la primera decepción que tuve con los hombres, con él comprendí que no importa cuanto ames a alguien, cuan importante sean para ti, si alguien más calienta el agua, pues ese alguien vale la pena para terminar de tomarse el café, los mates o lo que ustedes quieran poner. El segundo hombre en decepcionarme fue Harold Cooper. Después de Patrick, en mi segundo año, deje de acostarme con hombres, ¿Por qué? Bueno, él me hizo entender que no podía solucionar todo con sexo, que podía acostarme con quien yo quisiera, pero el vació, mi vació no calmaría, no podía tapar la decepción de mi madre, tampoco olvidarme de la falta de amor de mi padre, eran cosas que tenía que tratar y sanar. Patrick fue el primer hombre con el que hablé de mi vida, le comenté todo lo que paso, las peleas de mis padres, sus comentarios, consejos, toda esas cosas que guardaba desde mis trece años, cada una de ellas salieron aquella noche donde me llevo a pasear. Él no solo me despejo, también fue mi hombro por al menos veinticuatro horas, aun cuando él no podía ser ese hombre, cuando no podía ofrecer lo que planteaba porque claramente no estábamos en la misma sintonía. Él vivía el día a día. Yo estaba empezando a vivir mi vida. Quiero decir que lo intente, trate con todas mis fuerzas tener ese algo, encontrar a alguien adecuado, pero lo único que encontré fue decepción. Harold Cooper, fue una gran piedra en mi zapatos, todavía lo recuerdo y solo lo hago para tener en cuenta que el amor no es algo que necesite en mi vida para ser feliz, aunque eso no fue amor, pero si amar eran esas caras, aquello que había visto en mis padres y en él, pues yo no lo quería, bajo ningún concepto quería eso en mi vida. Harold era todo lo que se puede buscar en un hombre, rostro marcado con mandíbula cuadrada, cejas pobladas combinando con el azabache de su cabello, nariz romana que acentuaba sus rasgos, labios grandes y carnosos, rodeados por una barba de dos días, siempre con su barba de dos días, sus manos eran grandes y las yemas algo ásperas – producto de la guitarra – espalda ancha, brazos formados, no era una masa de músculos, pero lo que tenía, estaba marcado y duro. Con él todo empezó bien, lo conocí en clase de anatomía, era uno de los ayudantes del profesor, un año más avanzado, ese día llevaba lentes de pasta negra cubriendo sus ojos tostados, solo fueron miradas, pequeños gestos, él desde la distancia y yo algo tímida, ese chico me miraba a mí, entre tantas chicas estaba mirándome a mí. Ahora aquello me parece una desgracia. Aquel día, después de terminar la clase, Harold se acerco a mí, el sonido de su voz fue el disparador de todo mi sistema, era ronca, fuerte, un tono bajo y profundo, recuerdo cada parte de mis reacciones, la forma en que mi cuerpo reacciono y todas esas cosas de enamoramiento adolescentes, al menos eso fue al principio. Me invito un café, no me pareció nada muy osado ni siquiera rebuscado, acepte, quería hacerlo, sabía que la forma de conocer a alguien es dando el primer sí, es la única manera, no había otra, quizás conocer a las personas tenía que tener algún botón de advertencia. Creo que ahora puedo decir que no toda cara bonita tiene alguien lindo en su interior. Nadie es lo que parece. Nada es lo que es. - ­Britney ¿verdad? – sus ojos oscuros se clavaron en mis marrones. - Así es, tú nombre era – necesitaba no parecer tan desesperada. - Harold Cooper – estiro su mano – Qué tengo que hacer para que una chica como tú acepte salir a tomar un café con un chico como yo. – sonreí. - Solo pedirlo. Lo pidió, yo acepte y con ello acepte mi condena con el diablo. Las semanas pasaron agradables, me acompañaba a clases todos los días, me dejaba en la puerta de mi cuarto, no intentaba nada más que eso, no trato de besarme, de tocarme, no intento nada hasta la segunda semana. - Bri – me detuve antes de entrar al complejo. - ¿Qué ocurre? – su mano dudo, pero termino tomando la mía - ¿Pasa algo? – observe sus ojos aceitunados. - Hace días tengo ganas de hacer esto – su mano izquierda tomo mi mejilla con cuidado y la acaricio. – Quiero besarte – susurro tan despacio que me pareció mentira. - Entonces hazlo – fue lo único que dije y él se encargó del resto. Fue un buen beso, un gran beso, sus labios se movían con delicadeza sobre los míos, su mano no se despegaba de mi mejilla mientras sus dedos acariciaban la zona con tanta delicadeza que parecía que me fuera a romper, el escalofrío se hizo presente, pero no era uno de esos que te decían que querías más, mi cuerpo me pidió que corriera, que me alejara de eso, que era mi momento para escapar, para irme, pero no le hice caso, pensé, yo creí que era miedo, un gran miedo a enamorarme, a que él pudiera llegar más allá, que tonta fui. A ese beso se le sumaron otros, siempre era tierno, siempre lindo, pero mi sensación no pasaba, crecía, algo no cuadraba en esta ecuación, no, él era extrañamente demasiado bueno, raro e indescifrable, super pacifico de a momentos y un completo desquiciado de a otros. ¿A qué me refiero? Harold era todo lo que se puede encontrar en un tóxico, era extremadamente celoso. Un día, cuando salía de clases quede con Katy y su grupo de amigos para tomar un café, todos éramos amigos, cada uno de ellos, los conocía hace tres años y nunca intente nada con ellos ni ellos conmigo, simple amistad, pero él no vio eso, jamás veía eso. - ­¿Qué hacías con ellos? – mi brazo fue jalado con fuerza. Era de noche, estaba sacando la basura de casa, esas cajas de pizzas que decidimos comer y que, si bien el conserje lo hacía, me gustaba no parecer una maldita nena malcriada. Llevé la mano a mi pecho y abrí los ojos grandes. - Me has asustado – jadee en busca de aire - ¿Qué haces aquí Harold es tarde? – su mano se apretó un poco más. - ¿Qué hacías con esos chicos? – mire el agarre. - Me estás haciendo daño – aleje mi brazo de un tirón. - Perdón, yo – negué y me alejé cuando se quiso acercar a mí. - No, no me toques – levante las manos – Puedo juntarme con quién quiera, son mis amigos – no sé porque me gastaba en dar explicaciones. - Pero eres mi novia – junte mis cejas. - No somos novios – volvió a acercarse - ¡Que si lo somos! – grito y volvió a tomar aire – Es por eso que no quieres volver a acostarte conmigo, es por uno de ellos – no fue una pregunta, era una afirmación. La realidad es que me había acostado con Harold una vez, pensando que necesitaba esa confianza para poder sentirme cómoda, pensé que aquello me ayudaría a entender que lo mío era solo miedo al compromiso, que era necesidad de alejarme no era más que el temor a enamorarme, pero el recuerdo de nuestra primera vez no se va. Sus manos recorrieron mi cuerpo con cuidado, me daba besos delicados por todos lados, mi mejilla, mi cuello, mi hombro, eran toques cargados de delicadeza, pero no podía, no lo único que quería era que se acabara, que saliera de mí, mis músculos estaban rígidos mientras él se movía despacio, ¿Cómo termine en eso? Simple. - Me he dado cuenta que no me quieres, te acompaño a todos lados, me aseguro que llegues bien a casa, que no ten falte nada y tú no me demuestras nada de cariño, creo que me usas, me engañas – niega y me siento como una mierda mientras sus lágrimas caen. - No, no es así, te quiero, eres muy lindo conmigo – me miro y volvió a negar. - No te creo – negó. - ¿Qué tengo que hacer para que lo hagas? – se acercó despacio. - Haz el amor conmigo – tragué y lo hice. Solo que, a mitad de camino, cuando él ya estaba dentro de mí, cuando todo iba en curso me di cuenta que no quería eso, que no lo quería y que ahora tenía miedo de su reacción, no quería decir nada, porque no era la primera vez que me agarraba fuerte, no era el primer grito y mis escalofríos eran de puro miedo, mis sensaciones no eran más que malditas advertencias de que estaba con un desquiciado, un enfermo. Deje que pasara, me quede quieta y fingí, fingí que su toque no me daba asco, que se sentía bien cuando lo único que quería era llorar, que después de eso no deje que me tocara, cada vez lo veía menos, ya le había dicho que no éramos nada, que no quería verlo más, que no lo quería, pero seguía viniendo, me acechaba, no me dejaba en paz, jamás lo hacia y no me gustaba. Después de eso Katy no me dejaba más sola, habíamos hablado en la universidad y tuve que poner una denuncia con prohibición de acercamiento. Tiempo después me entere que no solo salía conmigo, tenía una chicas más, con las dos hacia lo mismo, el día que no me veía a mí, cuando no estaba acechándome en la tarde, estaba con ella, al mismo tiempo, los mimos métodos, otra víctima más de su trastornada cabeza. Con Harold me di cuenta de dos cosas, una cara bonita no significaba un alma buena, aun cuando su cara no fuera sinónimo de perfección, las personas eran más que actitudes, eran mucho más que unas flores y bombones, eran más que acompañarte a tu casa y preocuparse por si tienes frío. Más que un mensaje de buenos días o llamadas para saber tu día, eso era superfluo, era nada. Las personas son una careta ante la sociedad, nadie se muestra como en realidad es, no hasta que le das las armas para que puedan contigo, siempre es lo mismo, si uno da el pase, si das el cien, las personas se aprovechan de eso, buscan la forma de arruinarlo, de arruinarte, sobre todo si ellos podían salir mejor. Harold era un enfermo, un completo imbécil, un desquiciado, otro hombre más que se cree que por ser hombre tiene poder sobre una, pero la mayoría de la sociedad era así. Nosotros nos merecíamos eso, nosotros provocamos esas cosas, ¿Qué hiciste para que te tratara así? ¿Lo enojaste por alguna razón? ¿Le diste motivos para hacer eso? ¿Qué clases de preguntas son esas? Mi padre era un abusador, golpeaba a mamá, la engañaba, la usaba como un trapo que luego descartaba por algún lugar de la casa, mi madre vio aquello como algo normal, como algo sano, pero yo… yo pensé que no, pensé que diferenciaría a los hombres así, que podía olerlos a la legua, pero aun así con veinte años no pude. Aquel día, el día que decidí denunciar a Harold también tome una decisión, no dejaría nunca que los hombres me usaran a mí, no dejaría que ellos tuvieran mi cien, solo daría el veinte, unas juntadas, satisfacción de necesidades mutuas y listo, nada más, ellos usaban, pues yo los usaría el doble, no quería que aquello se volviera costumbre, que las cosas se salieran de control, que todo se fuera a la borda, porque el amor no estaba hecho para mí, el amor no formaba parte de nada en mi vida, solo lo básico. Mi madre. Mis amigos. Mi trabajo. En esa ecuación Thomas no estaba. Thomas no había aparecido para arruinar mi metodología y eso era mucho, eso era caos. Thomas iba a ser mi caos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD