ARYA. Estoy en mi cama acostada con la pierna encima de una almohada, cuando mi abuela me vio casi pega el grito en el cielo, le explicamos la situación y después de una buena regañada nos dio de comer. En fin, debo estar aquí postrada como una enferma, pero tiene sus ventajas. — ABUE. – la llamo, en segundos sube. — ¿Qué sucede, Arya? — Abue, igual haremos esa cena de esta noche. — No, no, no, niña, no puedes pararte, además Álvaro ya está enterado y no… — Abue, no vas a cancelar, llevo semanas tratando de conocer a tu galán y mi tobillo no será impedimento. — Ya le dije que no venga. – voltea el rostro. — Abue… — No insistas. — Bien. – me dispongo a levantarme. — ¿Qué haces niña loca? — Averiguaré quién es ese hombre misterioso por mi cuenta, ya estoy mucho más familiarizada