¿Alex es Cupido?

1533 Words
Las cosas en la primera cita no terminaron muy bien. Después de que Elena había confesado su amor por Francis de manera tan impulsiva, Alex se alejó de ella y guardó silencio hasta el final del recorrido en la ruleta, para cuando ya estaban al nivel de piso, éste se bajó primero y comenzó a caminar. No permitía que Elena viera su rostro, y para cuando ella estaba lo suficientemente segura de que había arruinado todo, Alex se detuvo en la salida de la feria. — Nos vemos — sonrió con aquél júbilo que siempre tenía, pero Ela estaba segura que en el fondo, él estaba desilusionado. Pero de algo sí estaba segura Elena, y era que por fin regresaría su vida común de instituto sin nadie que la molestara, sin nadie que se percatara de su existencia, sin nadie que la despegara de sus famosos libros de literatura. Ella estaba completamente satisfecha con los resultados de aquello. Sin embargo, al momento de comenzar la semana, cuando regresó a clases se encontró: — ¿Qué lees esta vez? — preguntó Alex, acercándose por detrás y saltando con estilo para caer perfectamente en el banco. Elena le miró con irritación. — Pensé que me dejarías en paz, era el trato — recordó ella con malhumor. — Sí, bueno... sobre eso, mentí — y sonrió, pícaro. — ¿Qué quieres ahora? — mascullaba las palabras. — Pues verás, quiero ayudarte. Me convertiré en tu Cupido. Te ayudaré con Jessie. Apenas mencionar su nombre, fue suficiente para que Ela se decidiera por dejar de lado su lectura por unos instantes. — ¿Por qué harías eso? — preguntó confundida. Después de todo, había sido rechazado y enterarse de que la chica que te gusta está enamorada de tu mejor amigo, no era algo tan difícil de digerir, o así pensaba Elena, pero a la final, ella no entendía los sentimientos humanos, sólo se enfocaba en los que expresaban sus novelas. — Porque soy su mejor amigo, ¿qué mejor ayuda que yo? — apoyaba con entusiasmo el muchacho. — ¡Y no descansaré hasta que lo logres! — ¿Por qué? — siguió preguntando con recelo. — ¿Sabes? No soy buen perdedor, pero cuando se trata de la chica que me gusta quisiera serle de ayuda en algo por lo menos, y si no es conmigo, de entre todos los hombres bastardos que existen en el mundo, preferiría que te quedaras con Jessie — se acercó hasta el oído —, aunque por supuesto soy el mejor de todos — y rió. Elena no sabía realmente la clase de sentimiento que se alborotaba dentro de su mente. Estaba agradecida y también sentía cierta admiración por las palabras de Alex, que a su vez iba acompañado con un poco de culpabilidad, porque siempre estuvo desde el primer momento predispuesta con él, y aunque no estaba decidida por confiar del todo, podía darle la oportunidad para que no fuera “un estorbo de la sociedad”. — Gracias — sonrió con suavidad. — Para cuando quieras — y esa sonrisa encantadora resplandeció nuevamente. — Sobre Jessie, aunque no parezca, a él le gustan mucho las chicas atléticas y que se valgan por sí mismas. — ¿Atléticas? — de inmediato Elena se dio cuenta que jamás figuraría ante sus ojos, detestaba los deportes y eso de ejercitarse, no era muy agradable para ella. — ¿Por qué a él le gustaría una chica así? — ¿Qué pensaste? ¿Qué le gustaban las chicas que leyeran mucho, que fueran calladas y sencillas sin estorbar a nadie? — comenzó a reírse – En realidad, no sé qué clase de sentimientos tenga Jessie, pero puedo preguntarle. — ¡¿En serio?! — y se levantó del asiento con entusiasmo. — ¡Nos vemos en la biblioteca, en el siguiente receso para que me cuentes! — ¿Por qué la biblioteca? — hizo un puchero Alex. — Mejor el gimnasio... — ¡Dónde sea! Entonces... Nos vemos — tomó su libro y corrió con pasitos lentos hacia su salón, antes de que comenzara la siguiente hora y no quería quedarse afuera. Alex sonrió, ver cómo Elena se entusiasmaba de esa manera, era como observar a un pequeño niño ilusionado con algún regalo. … Había aprovechado que encontró a su amigo bajando por las escaleras acompañado por otras dos chicas y supuso que tenía una reunión entre los representantes de las clases, pero pensó que él era más importante. — Jessie — le llamó Alex. — Ey, ¿no deberías estar en clases? — Ah sí... pero fui al baño. — siempre acostumbraba a hacer eso. — ¿Puedo preguntarte algo? Jessie miró a las dos chicas de los años superiores que iban con él y algo apenado, dijo que no era el mejor momento para charlar. — Es rápido, en serio — insistió el chico de cabellera castaña. — Te esperamos allá — anunció una de las chicas y así, decidieron abandonar el lugar para que los hombres pudieran charlar. — ¿Pasó algo? — preguntó Jessie con una amable sonrisa. — Jessie... ¿Qué clase de chicas te gustan? El rubio lo miró con desconcierto, porque era extraño que su mejor amigo le preguntara algo tan banal en momentos tan espontáneos. — ¿Estás intentando conseguirme novia de nuevo? — indagó éste. En un ataque de nerviosismo, Alex intentó negar la verdad con sonrisitas leves. — Pues creo que me gustan... — miró al vacío, para reflexionar en su respuesta, y comenzó a imaginarse todos esos detalles que le gustaba del sexo opuesto. — Que sean deportivas, activas, espontáneas, ¡también me gusta que sean enérgicas! No soy una persona que hable mucho, así que quisiera una chica que jamás se canse de buscar una conversación, y también me gustan atrevidas y sin pena de nada. "Totalmente distinto a ella", pensó desilusionado Alex. — Algo bastante... divertido — contestó él, y ya satisfecha su pregunta del día, se despidió de su amigo para entonces esperar hasta el final del día para darle la terrible noticia. — ¡Una cosa más! — recordó, antes de doblar la esquina. — ¿Qué piensas de Elena? Jessie lo miró sorprendido. — ¿Ella? Pienso que es... distinta a las demás. ¿Eso era bueno o malo? Alex no llegaba a comprender por completo a Jessie, y quizás el chico se guardaba sus verdaderos pensamientos por respeto a los sentimientos que él tenía por la chica mencionada, pero aunque sabía que conseguir el amor de Jessie para Elena, no se iba a rendir, ¡era su nueva misión! Para cuando ya la campana había anunciado la despedida por ese día, Elena estaba reunida con su Cupido en la biblioteca del instituto, recibiendo la información que el chico había conseguido para ella, y verdaderamente, estaba sorprendida. — No tienes por qué rendirte — dijo Alex entre sonrisas. — ¿Qué caso tiene? No soy atlética, ni tampoco conversadora, ni atrevida, ni tampoco llenaré de momentos divertidos sus días... — balbuceó entristecida. — Oye — reposó sus manos sobre los hombros de la chica —, estuve contigo todo un día, y fue divertido, ¿no es así? Estoy seguro que Jessie también verá eso en ti si se le da la oportunidad. Conozco a mi amigo, y sé que jamás se rehusaría a estar con gente interesante. Elena era contagiada por el brillo de los ojos del chico, y pensó que tanto optimismo le incomodaba, pero en cierto modo, se veía motivada por las palabras de apoyo de Alex. — B-bueno... sigue investigando — susurró con pena. No iba a decirle “gracias” después de haberla llenado de esperanzas, era demasiado orgullosa para eso y porque tampoco quería admitir que por primera vez, estaba creyendo en alguien más que no fuera ella misma. .. Para el momento en que regresaba a su apartamento, Elena eestaba bastante feliz y aunque era apresurado, podía imaginarse estando junto a su príncipe, pero todo se arruinaba cuando sus ilusiones competían por las de él. Sencillamente, no se imaginaba bajando en esquí una montaña nevada o charlar horas y horas en algún café. Pero estaba segura que su único y verdadero amor era Jessie, y que su vida no la compartiría con nadie más que no fuera él. Pero todo fue arruinado al instante en que al abrir la puerta de su casa, se encontró con una mujer olorosa a cigarrillo, con un suéter lleno de pelos de gatos, y con un rostro arrugado, por la expresión de malhumor en este. — Oh, Elena — sonrió su madre, que estaba al lado de la mujer descuidada. — Esta es la Srta. Samantha, nuestra vecina. — Sé quien es — se apresuró a decir Elena y seguido a eso, quería decir algo cortés, pero que se entendiera su mensaje de que no la quería ensuciando su hermoso hogar con gérmenes. — Y nos invitó a cenar hoy en su casa — pero al escuchar aquella noticia, su plan fue arruinado por completo. "¿Estaré con la familia de ese chico repugnante? Ni hablar ", pensó con disgusto.
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