Una confesión inesperada

2330 Words
Era sábado por la mañana y Elena estaba algo angustiada por lo que iba a ocurrir en ese día. ¿Por qué había aceptado salir por un día con Alex? ¿Por qué tenía ella que salir con un chico que para sus ojos era superficial y que tan sólo le interesaban cosas inútiles? Pero estaba recorriendo su casa sin rumbo alguno, mientras calmaba sus nervios. — Catherine. — llamó su mamá desde la cocina. — Por favor, saca la basura. "¿Por qué tengo que hacerlo yo?" Pero con una mala cara, cumplió la petición de su mamá, y se dirigió hasta la salida de su casa, caminando hasta el final del pasillo, donde estaba la puerta de la basura. En su acostumbrado recorrido, donde nada interesante pasaba, Ela se encontró con algo inusual. Una mujer joven estaba en la habitación del basurero, gritándole a unas bolsas negras. Vestía únicamente un sostén y un pantalón, que claramente había sido cortado a propósito por encima de las rodillas. Sus zapatos eran unas sandalias desgastadas, y su cabello estaba revuelto, como si en meses no se lo hubiera arreglado. — Ah... Disculpe — dijo Elena, asqueada por el mal aspecto de la mujer. — Está atravesada. Entonces ésta se volteó, dejando ver un rostro descuidado, donde el maquillaje estaba corrido de sus ojos, dejando manchas parecidas de mapache, y donde de sus labios sobresalía un cigarrillo. — ¿Qué? — escupió la mujer. — Está atravesada. — levantó la bolsa de basura que llevaba en sus manos para hacerle entender. Después de unos minutos sin reaccionar, la mujer comenzó a gritarle. — ¡¿Y quién te crees que eres?! A mí no me estés apurando, mocosa. :Qué mujer de mal gusto", pensó Elena, intentando no enfurecer y seguirle la corriente de gritos. — Entonces esperaré... Las reacciones de la desconocida eran lentas, como si estuviera con alguna clase de resaca, y lo podía deducir Ela sin esfuerzo, debido al olor de licor que llegaba cada vez que ésta le hablaba. Pero entonces dejó de gritar y se dirigió a la salida del lugar, empujando en el camino a Elena y para sorpresa de ella, la mujer se adentró al apartamento al lado de su hogar. "Esa mujer... ¿Es mi vecina?" No le sorprendía las noches de fiesta que ocurrían al lado de su casa. Y tampoco le sorprendía que Vincent fuera de esa manera, si su mamá era el peor de los ejemplos. … ¿Qué se suponía qué debía hacer? Estaba allí, en el lugar donde había acordado con Alex el viernes, pero no veía señales del muchacho por ningún lado. Quizás se había equivocado o como siempre sospechó desde el principio, era una simple broma para destrozar su autoestima. "Fui bastante imbécil al creerle", pensó irritada. Ya estaba dispuesta a marcharse para encerrarse en su cuarto y hacer de cuentas “que no le importaba”. — Catherine — escuchó en el último instante la juvenil voz de Alex. "Él está aquí, en verdad si vino", volteó a verlo, sorprendida. Detalló al chico que escondía las manos detrás de su espalda, mientras que al mismo tiempo, observaba el buen gusto que tenía para la ropa, lo que le dio una buena impresión. — ¿Qué guardas ahí atrás? — preguntó recelosa. — Ah... Nada, nada — contestó nervioso. — ¿Qué es? — afincó la pregunta, imaginándose que quizás aún no se salvaba de una broma de mal gusto. Ya agobiado por la desafiante mirada de Elena, Alex suspiró y dejó ver lo que escondía con tanta vergüenza. — ¿Un helado? — habló sorprendida. — ¿Por qué esconderías un helado? — Porque... fui a comprártelo. — Pero... — guardó una pausa mientras enrojecía —, g-gracias. Supongo. Y así, su día como novios había comenzado. Habían decidido encontrarse en la feria, que un día como el sábado en la tarde estaba abarrotado de niños con sus padres y de parejas que disfrutaban de su compañía. Catherine había visitado lugares como esos cuando era pequeña, en compañía de su mamá y su prima Wendy, pero jamás se le hubiera ocurrido que lo visitaría con un chico. Para ella, su noviazgo perfecto sería con un chico mayor que le encantara la literatura igual que a ella y que pasarían sus días en la biblioteca compartiéndose sus libros favoritos. O en todo caso, su noviazgo perfecto sería con Jessie y sólo con él. — ¿A dónde quieres ir primero? — preguntó Alex. — A donde tú quieras — contestó ella con poco interés. Alex mordió un labio con desesperación. — P-preferiría que escojas tú. — Cualquier lugar está bien — volvió con esos aires de desinterés. Sin soportarlo más, Alex gritó: — ¡Estoy nervioso! ¿Sí? Digo, he salido con tantas chicas en sitios como estos que ya es normal, pero sé que tú eres distinta a ellas y no quiero aburrirte ni nada, quiero que jamás olvides este día, así que por favor dime algo, cualquier cosa, y lo haré. Elena no sabía qué decirle. La mirada fija de Alex, con esos ojos brillantes que jamás parecían opacarse, con aquella mueca de nerviosismo que trataba de ocultar con un rostro de firmeza, simplemente le parecía que era encantador. — Bien — dijo ella —, pasemos un grandioso día juntos, ¿sí? — y sonrió. Aquello fue suficiente para calmar el corazón de Alex y teniendo un poco más de confianza sobre ese día, comenzaron a recorrer la feria. Mientras pasaban las horas, Elena iba conociendo mejor al capitán del equipo de fútbol y comenzó a entender por qué un chico tan distinto a Jessie era su mejor amigo. Nunca había creído eso de “los opuestos se atraen”, pero entendió que una persona tan encantadora como Alex, quedaba perfecta con alguien tan amable como Jessie. — ¿Quieres comer algo? ¿Tienes hambre? — le preguntó, despegándola de sus pensamientos analistas. — Ah... No tengo mucha. ¿Y tú? Alex sonrió apenado, lo que hacía entender qué a diferencia suya él estaba hambriento. — Entonces vamos a comer. — ¡¿Segura?! No tienes qué hacerlo si no quieres... — Es solo comida — rió ella con suavidad. Se sentaron por fin en un puesto de comida rápida que quedaba dentro de la feria, y lo más sencillo que pidieron comer fue una pizza. Alex había confesado su amor por la pizza, mientras que Elena admitió que nunca le atrajo ese tipo de comida. Al igual que él era distinto a su mejor amigo, Ela había notado que entre ellos dos había una gran diferencia de personalidad y de pensar. — ¿Tienes hermanos? — le preguntó mientras comían. — No — contestó Elena —, pero hace unos años mi prima se mudó a vivir con nosotras, por lo que ella es como mi hermana mayor o algo así. — ¿Cómo se llama? — volvió a preguntar, mientras se limpiaba las manos que se llenaban de salsa cuando agarraba el trozo de pizza. Elena le miró recelosa, y segundos después, Alex entendió lo que pensaba la chica. — ¡Te equivocas! No es como si quisiera tener algo con tu prima — comenzó a reír. — Sólo quiero saber más de ti — hizo una pausa mientras terminaba de masticar. — Eres un poco celosa, ¿no? — ¿Celosa? — estaba impactada. — Nunca he sentido nada como algo llamado “celos”. — ¿Estás segura? Los celos son normales, incluso con nuestros padres o amigos — explicó Alex. — simplemente son una muestra de que apreciamos a la persona — había terminado los cuatro trozos de pizza que había seleccionado y esperaba ansioso a que Elena agarrara los restantes. — Entonces... — pensaba que era algo imprudente para alguien como ella preguntar lo siguiente —: ¿Has tenido celos? ¿Por mí? Alex la miró fijamente pensativo, como si estuviera analizando la pregunta en su mente e inmediatamente, comenzó a reírse. — Bueno... Nunca te he visto con ningún chico, por lo que no he tenido problemas con eso. Supongo que es bueno que mi novia sea alérgica a la sociedad. "Mi novia. Él en serio me está llamando así". Unas palpitaciones rápidas comenzaron a resonar en su cuerpo, "Me ha visto de esa manera en todo el día y yo sólo... Debería tomármelo con mayor seriedad". — ¿Qué pasa? Te... — Alex comenzó a entrar en pánico. — ¿Te ofendí o algo así? ¡Lo lamento si fue así! Sabes que no diría nada para... — ¿Estuvo buena la pizza? — preguntó ella con una sonrisa. — Aún falta un lugar que no hemos recorrido — tomó sus cosas, en conjunto con la bandeja donde estaban los pedazos de pizza restante, y los llevó hasta el señor del sitio de comida y pidió que por favor se la envolvieran. Alex estaba feliz. Habían llegado por fin a la última atracción de la feria, la rueda de la fortuna. Donde con tranquilidad se montaron, y esperaron sentados uno frente al otro mientras ésta daba vueltas. Al principio había cierto silencio entre ellos, pero ya no era incómodo, disfrutaban de mirarse y sonreír sin algún motivo aparente; hasta que Alex quiso interrumpir aquel ambiente acogedor. — ¿Quieres escuchar una historia vergonzosa? — Sí, por supuesto. Y así comenzó el muchacho a detallar una anécdota que le había ocurrido cuando era niño. — Cuando íbamos en el carro de mis padres para un viaje familiar, comencé a sentirme mareado, le pedí a mi hermano mayor que me devolviera el frasco de agua porque aunque suene extraño, las náuseas se me van cuando tomo agua, pero el muy bastardo se rehusaba a dármelo — hubo risas —, y seguía molestando, hasta que no aguanté más y terminé por vomitar. Adivina en dónde — sonrió. — ¿En dónde? — preguntó curiosa. — Sobre la chica que nos estaba acompañando en ese viaje, ¿sabes? La hija de un compañero de trabajo de mi papá, que por ese entonces era mi amor platónico. Elena no pudo evitar reírse, y es que tal historia era ciertamente vergonzosa, y Alex se sentía feliz al ver que podía ser la causa de la sonrisa de la chica que le gustaba. — Ahora cuéntame tú una historia. Que sea de amor — propuso él, algo de información había sacado durante su cita, pero todavía curioso por saber los sentimientos de la chica. — ¿Una historia de amor? — estaba pensativa porque realmente no se le ocurría ninguna que pudiera interesarle al muchacho, a menos de que hablara de su amor perfecto Jessie, pero prefirió mantener aquello como secreto. — Había un niño — comenzó a relatar —, que tenía como seis años cuando lo conocí, era el nieto de una señora que le tejía las cortinas a mi mamá, así que siempre lo veía. Era toda una cuchitura, como cualquier niño, pero todo se volvió extraño al momento en que comenzó a llamarme "novia" — la historia fue interrumpida con las risitas de Alex —, y entonces un día se despidió de mí y desde la puerta me gritó "¡te amo!" y me lanzó un beso. — Vaya, qué niño más atrevido — dijo Alex. — Estaba impactada, y peor fue el rostro de la anciana, me debió ver como una clase de pedófila — y los dos llenaron el cubículo de la atracción con chistes y risas sobre el niño enamorado. Pero nuevamente llegó el silencio entre ellos, pero en esta ocasión Alex estaba nervioso, porque sabía que el fin de su día como pareja estaba finalizando, para el momento en que el atardecer terminara y llegara la noche su deseo de ser “el novio” de Elena ya habría terminado y antes de que eso pasara él quería saber. Tragó un buche grueso de saliva, y apretando los puños, decidió preguntarle: — ¿Qué tal es... estar conmigo? Elena guardó minutos de silencio, porque realmente no tenía una respuesta inmediata. — Es... es divertido. — Entonces — se cambió de asiento, para estar al lado de Elena. — ¿Qué piensas de mí? Comenzaba a sentirse intimidada, atrapada por el brillo intenso de aquellos ojos verdes. — E-eres encantador. — ¿Encantador? — estaba sorprendido. — ¿Por qué encantador? — Porque atrapas fácilmente las miradas de las personas y haces que su atención se dirija únicamente a ti. Eres como un rayo de luz — el ritmo de su corazón comenzó a acelerarse cuando veía cada vez a Alex cerca de ella, con el atrevimiento de poner su mano sobre la de ella. — Duele verte, porque no puedo separar mi vista de ti, porque tu brillo me encanta. — ¿No puedes cerrar los ojos para que así no duela verme? No sabía qué recibiría, si estaba correcto hacerlo con una chica como Elena, pero Alex quería besarla, para así sentir que tendría el recuerdo del sabor de sus labios, en caso que jamás pudiera tenerla. "¿Por qué me gusta que me toque la mano? ¿Por qué quiero que me bese? ¿Por qué me siento cálida porque alguien por primera vez me esté mirando?", pensó abrumada. — Prefiero — interpuso en su camino unos dedos que opacaban la conexión entre ambos labios —, admirar la belleza del rayo de luz, sentir que llenará mis días con calidez en vez de opacarla. Alex suspiró, vencido por la presión que se ejercía sobre sus sentimientos. — Oh… — No. No quiero besarte, y no quiero que me gustes porque... porque yo sólo pienso en Jessie. Y algo que juró mantener como un secreto hasta el fin de los tiempos, había sido soltado con tanta facilidad, frente al chico que la quería con él.
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