Apenas entraron al apartamento de la mujer, un olor petulante inundó las fosas nasales de los invitados, y quedaron impactados con la terrible presentación de la casa.
Mientras Samantha llamaba a sus hijos, apareció un pequeño niño pelirrojo con el rostro invadido de pecas, y se ofreció a quitarles los abrigos a sus invitados.
"Qué niño tan tierno", pensó Elena, mientras veía cómo cargaba con dificultad el pesado abrigo de su mamá.
Continuó así hasta llegar a Ela, que en vez de pedirle el abrigo, le exigió que se quitara los zapatos.
— ¿Por qué los zapatos? — preguntó ella, curiosa.
— Por favor — contestó el niño, con una sonrisa donde le faltaban dientes porque apenas los estaba mudando, y donde unos ojos castaños brillaban con entusiasmo.
Y así, Elena fue la única descalza de su f
