Acercándose a él intentó moverlo, pero Aspen es realmente grande y pesa demasiado. Ella le retiró el cabello de la cara y sintió como su loba se desesperó. Está cubierto por completo de sangre, es como si se hubiera bañado con la sangre de otras personas y esta se mezclara con la de él.
―Luna, estamos aquí. ―Los soldados entraron.
―Quiero que lo levanten y lo metan a la bañera, debo lavar su cuerpo. ―Los hombres no cuestionaron a su luna. Entre los dos tomaron a Aspen quien ni siquiera se quejó y lo metieron al baño y después de ser desnudado a la tina que Melinda llenaba con agua.
―¿Desea que hagamos otra cosa? ―Melinda quien estaba absorta mirando las cicatrices viejas en el cuerpo de Aspen, así como las nuevas heridas, desvió la mirada con dolor.
―Hablen con la hechicera y la sanadora, necesito un brebaje para fuerza, reconstrucción y un sedante. ―Sabía que él se pondría difícil en cuanto retomara la consciencia. Todos estaban fuera por sus amenazas y solo se animaron a entrar en cuanto la vieron a ella. ―Pero antes. ―Los detuvo. ―¿Qué pasó? ¿Por qué es el único que está gravemente herido si se fue con muchos guerreros? ―Los miró a los ojos.
―Bueno…
―Al que habrá la boca lo mato. ―Gruñó Aspen todavía con los ojos cerrados. ―Y agradezcan que no me puedo mover, porque de lo contrario los mataría por ayudarla a desobedecer mi maldita orden.
―Cállate la boca. ―Sentenció Melinda haciendo que los dos hombres salieran corriendo. ―¿Pensabas morir ahí como un tonto? ―Lo miró angustiada. ―Estás grave, Aspen…
―Solo necesitaba tiempo para sanar.
―¡Pues no lo has hecho desde que estás en esa tina y no lo harás después! ―Gritó enfurecida.
―¡Deja de gritar! ―Finalmente abrió los ojos. ―Que te lo aceptara una vez, no significa que lo voy a permitir siempre que quieras. ―La miró con frialdad. ―Ahora sal de aquí y déjame en paz. ―Melinda lo miró apretando los puños, es lo que más desea hacer en el mundo, pero ignorándolo empezó a lavar su cuerpo.
Aspen gruñó, no por el dolor, sino por los delicados toques de la mujer. Cada caricia era una tortura para él, la había encontrado y ni siquiera le había dado un beso, eso era bastante desgastante y que ahora ella esté tan cerca lo estaba matando.
―Está bien. ―Melinda se cansó de escucharlo gruñir, ella pensó que lo hacía por enojo. ―A mí no me importas en lo más mínimo, pero hay gente que depende de ti y no puedo dejarte morir. ―Lo miró a los ojos. ―Así que compórtate y déjame lavarte esas heridas para que puedas sanar más rápidamente. ―Se miraron a los ojos con esa dureza a la que están acostumbrados. ―A esta aldea llegan muchos enemigos, no pueden quedar solos, no puedo perderlos. ―Parpadeó para que las lágrimas se disiparan de sus ojos. ―¡Aspen! ―Chilló al quedar dentro del agua acostada sobre él. ―¡Te puedo lastimar! ―Intentó moverse, pero Aspen con un fuerte agarre la obligó a sentarse a horcadas sobre su erección.
Las mejillas de Melinda se encendieron de inmediato, ¿Por qué estaba tan duro? ¿Acaso no le dolía las heridas abiertas en su dorso? ¿Por qué la mira como si deseara comérsela y no en el buen sentido? Aspen indagó en esos ojos claros y su excitación aumentó, él quiere que ella sepa porque gruñía tanto, pero todo indicaba que solo lo creía un indecente.
―Quiero sexo. ―Melinda abrió los ojos de par en par estupefacta por la petición del animal herido frente a ella. ―Y lo quiero ahora. ―Exigió demandante como siempre.
―¿Estás loco? ―Estaba realmente incrédula. ―Aspen, te desmayaste en medio de tu propia sangre, ¡Estás demasiado herido! ―Intentó quitarse nuevamente, pero él no la dejó y temió pelear y lastimarlo en el proceso. ―Me odias, Aspen. ―Lo miró a los ojos. ―Así como yo te odio a ti. ―Continuó antes de que él pudiera corregirla.
―Pues te salvé el puto culo y me lo debes todo. ―Empezó a desgarrarle el vestido, está furioso por ese pensamiento que tiene de él. ―¡Quiero poseerte y lo haré! ―Melinda se resistió.
―Luna, ya llegamos. ―La voz del otro lado de la puerta cortó a Aspen.
―¡Quiero que se larguen de aquí! ―Gritó enfurecido. ―No les he dado la orden de venir a joderme la vida.
―Esperen un momento. ―Melinda metió un dedo en su herida abierta del pecho, pero Aspen solo apretó los dientes mirándola a los ojos, ella apretó un poco más y él esta vez gruñó. ―Sueltamente, Aspen. ―Susurró con voz temblorosa, ¿Cómo puede soportar tanto el dolor? ―Gracias. ―Susurró cuando finalmente se vio libre.
―Mi luna. ―La hechicera sonrió al verla. ―He traído el brebaje, es el mejor. ―Se lo tendió. ―Si necesita más de mí, no dude en decírmelo.
―De hecho, necesito que ambas trabajen en conjunto. ―Pasó de las miradas curiosas de las mujeres por su vestido desgarrado y empapado de agua y sangre. ―¡Se ha desmayado de nuevo! ―Corrió al notarlo. ―¿Aspen? ―Al ver la sangre brotar en grandes cantidades justo en la herida que le lastimó se sintió culpable. —Por favor, no me hagas esto. ―Sollozó. ―¡No mueras, animal testarudo! ―Tomándole la mandíbula con delicadeza vertió el brebaje en su boca.
―Hay que sacarlo de aquí para tratar sus heridas. ―La sanadora la ayudó a ponerse en pie. ―Hay que sacar al alfa. ―Rápidamente, los guerreros entraron a la sala de baño y una vez Melinda le cubrió la polla lo sacaron.
Melinda no dejaba de sollozar, ni siquiera se estaba dando cuenta de cuanto le afectaba el estado de Aspen. Las sirvientas se vieron obligadas a prepararle un té para que se tranquilizara, ya que no dejaba de llorar.
Largas horas pasaron y ella no se quitaba de su lado, se mantuvo firme hidratándolo, revisando los vendajes y dándole los brebajes a sus horas. No sabe lo que estaba pasando, o quizás solo lo ignoraba, pero ver a ese animal tan vulnerable le estrujaba el corazón.
Aspen, al sentir el aroma de su luna, abrió los ojos hasta donde el cansancio se lo permitió, verla sentada en la silla y recostada a la cama no le gustó. Él alzó la mano para despertarla, pero el cansancio era extremo por lo que solo llegó a posarla sobre su cabeza, deseaba que se acostara bien, a su lado, pero no pudo pedírselo.