Melinda se sentía el ser más oscuro del mundo, la rabia que persiste en su ser y la ira que recorre sus venas la enferma. El motivo por el que nadie se acercaba a ella era porque Aspen se los había prohibido rotundamente.
Él cambió de opinión y quitó esa restricción, pero ella en vez de sentirse bien con eso sintió más furia. ¿Cómo puede ser una persona tan mala como para aislar a alguien y tan tonta como para creer que revocando la orden ya tendría el perdón?
No había duda alguna, Aspen es una bestia que no sabe como tratar con las personas y no conoce el respeto. Para él las cosas son como dice y todos deben perdonarlo cuando lo demanda, pero con Melinda lo único que obtuvo fue una lámpara estampada en su cabeza y gritos.
―Hemos preparado el desayuno. ―Los niños habían dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora ellos la ven como su heroína y la quieren muchísimo, la respetan y son obedientes con ella. ―Espero que te guste. ―Gregor agrandó la sonrisa.
―A ver. ―Melinda lo miró divertida. ―¿Qué es lo que me pedirás? ―Enarcó una ceja y el muchacho no hizo más que reír al sentirse atrapado.
―Vale, solo quiero permiso para ir con los guerreros. ―Melinda se asombró. ―Lo sé, el alfa es quien debe otorgármelo, pero me dijo que tú tenías la decisión final porque eres quien está a cargo de nosotros. Además él no está aquí. ―Eso fue desconcertante para ella.
―B-bueno, siendo así. ―Le revolvió el pelo. ―Puedes ir, pero ten mucho cuidado, ¿De acuerdo? ―Gregor asintió, la seriedad de Melinda no daba chance a juegos. ―Todos a desayunar, ahora. ―Los niños animados empezaron a comer mientras rien y bromean entre ellos.
Melinda al notar a Sebastián cabizbajo se preocupó, el niño es un comelón y apenas ha tocado la comida, pero no lo presionó, ella lo dejó estar. En cambio, el niño echó el plato a un lado y sin pedir permiso se retiró del comedor.
―¿Podemos salir a jugar? ―Preguntó Alex emocionado al verla ponerse en pie.
―Cuando terminen de desayunar, hagan sus deberes y después salen. ―Miró a Gregor. ―Si no haces tus deberes, no te daré el permiso. ―Él dio un resoplido de resignación, odian la escuela.
Sebastián subió hasta la segunda planta y salió por la ventana para sentarse sobre el techo y mirar a la distancia. Es su lugar seguro y eso Melinda lo sabía bien, así que ella salió y se sentó a su lado en silencio, haciéndole compañía y demostrándole que está ahí para él.
―¿Me estás dejando de querer por ellos? ―Melinda lo miró atónita. ―Ahora te preocupas más por ellos que por mí.
―¿Qué? No, no corazón. ―Lo abrazó. ―Por supuesto que no, yo los quiero a todos, jamás dejaría de quererte. ―Sebastián la miró con sus ojitos llenos de lágrimas, estrujando el corazón de Melinda.
―No quiero que lo quieras a ellos. ―Sollozó. ―Dennis y yo somos tus niños. ―Melinda se enterneció.
―Oh, corazón. ―Besó su cabeza. ―Los tres vivimos mucho juntos y mi amor por ustedes es enorme. ―Lo miró a los ojos. ―Y que ame a los demás, no los pone en una posición diferente. ―Le sonrió con amor. ―Tengo amor para todos, ¿De acuerdo? No puedes ser egoísta, cielo, eso no está bien. ―Sebastián asintió.
―¿Nunca dejarás de amarme? ―Melinda rio esta vez emocionada.
―No, por supuesto que jamás lo haré. ―Le besó la mejilla. ―Eres mi compañero de aventuras, ¿Lo olvidas? ―Sebastián finalmente sonrió llenando el corazón de Melinda. ―¿Qué dices de acompañarme a dar un recorrido por la aldea hoy?
―¡Sí! ―Chilló tirándose a sus brazos. ―Amo estar contigo. ―Melinda parpadeó varias veces para que las lágrimas se disiparan de sus ojos.
Fue con la hechicera de la manada y ella sigue siendo infértil. No sabe porque es pura y no fértil. Tampoco pudo preguntar más porque no podía contar las cosas, así que se quedará con esa duda. Coral le destrozó la vida y ahora no podrá dar a luz, ese será otro motivo para que Aspen la deteste más.
―Luna. ―Un grupo de mujeres saludaron a Melinda.
―Hola. ―Melinda fue amable, no sabe porque le dicen luna cuando no lo es, pero ya es caso perdido que las corrija, ellas no le hacen caso a nadie. ―¿Qué tenemos hoy? ―Preguntó deseosa de integrarse a todas las actividades.
―El alfa salió con el beta y hoy tocaba la organización de la caza. ―Melinda alzó las cejas. ―Luna, usted es la figura autoritaria.
―No me he unido a Aspen, ese lugar no es mío. ―Fue directa, no quiere actuar como tal y que Aspen se enfurezca con ella.
―El alfa nos dijo que usted tomaba cada una de las decisiones mientras él no estaba. ―Insistió otra de las mujeres dejándola perpleja.
―Bien, organicemos la caza. ―Estaba un poco nerviosa, los responsables de la caza son hombres y teme a que le falten el respeto, pero recordando que no es la primera vez que tiene ese papel actuó como se debía.
El liderazgo de Melinda los sorprendió a todos y no solo eso, la manera en la que ella actúa y es de ayuda en cada ámbito los dejó alucinados. Melinda fue feliz al estar con todos en la manada, ella no solo cuidaba de los cachorros, sino que socializó con todos, estableció algunos límites que se necesitaban en cuanto al trabajo de las mujeres y defendió el lugar cuando un salvaje intentó atacarlos.
―Luna, hay una primeriza dando a luz. ―Melinda quien estaba con los más ancianos, haciéndoles compañía y recibiendo sabios consejos, no dudó en despedirse y correr al lugar donde la mujer estaba dando a luz.
―No puedo hacerlo. ―Cerró los ojos con fuerza. ―Duele mucho, esto duele. ―Negó cerrando las piernas.
―Debes abrir las piernas y permitirme ayudarte. ―La sanadora estaba desesperada. ―Por favor, abre las piernas. ―Melinda al percibir el miedo en la mujer le quitó el paño húmedo a una de las chicas.
―Oye. ―Susurró limpiándole el sudor de la frente. ―Sé que es aterrador y que duele mucho. ―Le sonrió. ―Pero eres lo único que puede traer a tu bebé al mundo con bien, ¿Por qué no lo intentas? ―Le acarició el pelo. ―Piensa en esa mirada que te dará al verte por primera vez, siente ese amor que habías sentido por él toda la distancia y recuerda cuanto deseabas este momento. ―La mujer se echó a llorar.
―Pero duele mucho. ―Sollozó.
―Lo sé, pero ese dolor tendrá un final feliz. ―Le tomó la mano. ―Estaré aquí a tu lado todo el tiempo, lo prometo. ―Por primera vez desde que llegó ahí, Melinda sintió que conectaba con las personas y eso la emocionó como nunca.
El soporte emocional que dio Melinda fue clave para que la mujer decidiera traer a su hijo al mundo. Siendo el primer parto que Melinda presenciaba en ese lugar, fue una experiencia única para ella y las mujeres le estuvieron muy agradecidas.
―Muchas gracias, luna del alfa. ―La mujer sonrió. ―Quiero que sea usted quien le ponga el nombre a mi hijo. ―Melinda se sorprendió por esa petición. ―Por favor. ―Tomando al niño entre sus brazos sonrió con el corazón enternecido, ella nunca verá a alguien de su carne, hueso y sangre.
―Yamir. ―Susurró Melinda con lágrimas en los ojos. ―Es de origen hindú y significa Luna.
―¡Es hermoso! ―La mujer estaba encantada. ―Yamir. ―Susurró al tener de vuelta a su hijo en brazos.
―Luna, hay un pequeño aquí que la busca. ―Sebastián quien ya estaba agotado de tantos mimos de las ancianas, se frotó los ojitos.
―Tengo mucho sueño, ¿Podemos irnos? ―Melinda lo tomó en brazos y le besó el pelo.
―Lo siento, estaba trabajando. ―Le mostró al bebé. ―Mira, ¿No es hermoso? Se llama Yamir. ―Sebastián miró al niño e inocentemente le tendió el juguete.
―Toma, Yamir, te lo regalo. ―La mujer tomó el juguete que se les estaba dando a su hijo.
―Por favor, descansa. ―Una vez se despidió de todas, salió de la cabaña y el frío de la noche azotó su cuerpo, no sabía que era tan tarde.
―Melinda. ―Gregor llegó corriendo a ella. ―Es el alfa, ha llegado herido y se niega a recibir ayuda. ―El terror en los ojos del crío no la dejó dudar, ella corrió tras de él hasta la casa principal que es donde vive Aspen.
―Llévate a Sebastián, yo me encargo. ―Lo detuvo en la entrada. ―Gregor, necesito que vayas con los niños. ―Él un poco en shock tomó a Sebastián en brazos y se alejó.
Al entrar a la habitación, Melinda se quedó en shock al ver la escena. La sangre cubre el suelo, Aspen está boca abajó y su corazón late lentamente.