When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
Melinda se sentía el ser más oscuro del mundo, la rabia que persiste en su ser y la ira que recorre sus venas la enferma. El motivo por el que nadie se acercaba a ella era porque Aspen se los había prohibido rotundamente. Él cambió de opinión y quitó esa restricción, pero ella en vez de sentirse bien con eso sintió más furia. ¿Cómo puede ser una persona tan mala como para aislar a alguien y tan tonta como para creer que revocando la orden ya tendría el perdón? No había duda alguna, Aspen es una bestia que no sabe como tratar con las personas y no conoce el respeto. Para él las cosas son como dice y todos deben perdonarlo cuando lo demanda, pero con Melinda lo único que obtuvo fue una lámpara estampada en su cabeza y gritos. ―Hemos preparado el desayuno. ―Los niños habían dado un giro