Preferiría mil veces cuidar a los niños en su peor versión que cuidar al imposible de su destinado. ¿Cómo es que un hombre puede ser tan testarudo, insoportable e insufrible? Aspen la estaba volviendo loca, es como un niño berrinchudo con demasiado poder.
Había permanecido al lado de quien parece empeorar por su compañía por lo que ha estado durmiendo en la casa principal. Los niños estaban siendo vigilados por las cuidadoras y de vez en cuando pasaban a visitar a Aspen quien cambiaba su actitud de manera rotunda al verlos.
―¿Cuándo será la ceremonia? ―Una de las ancianas miró con una sonrisa a Melinda. ―Debe ser pronto, no pueden estar sin unir sus lazos por demasiado tiempo. ―Melinda sonrió. Los chismes se habían estado esparciendo y todos pensaban que finalmente se habían aceptado y no podían estar más lejos de la realidad.
―No estoy con Aspen, solo cuido de él. ―Le sonrió. ―Nos vemos. ―Se despidió del grupo y se dirigió a la casa, debe ver como estaban los niños.
―¡Estás aquí! ―Sebastián corrió a ella y la abrazó con fuerza, Melinda emocionada lo tomó en brazos y lo besó en la mejilla.
―Los estoy extrañando mucho. ―Los miró a todos con lágrimas en los ojos. ―Pronto volveré aquí y pasaremos todo el tiempo que podamos juntos. ―Todos estuvieron felices de escuchar eso.
―Las cuidadoras son muy blandas con esos niños. ―Gregor se abrió paso. ―Hacen todo lo que ellos quieren solo por que son adorables. ―Rodó los ojos haciendo reír a Melinda.
―Sí, solo por ser pequeños. ―Santiago negó. ―Es injusto.
―Pero cariño mío. ―Melinda lo miró divertida. ―Tú también estás pequeño, solo tienes ocho años. ―Santiago se disgustó por sus palabras.
―Soy un chico grande. ―Se cruzó de brazos provocando la carcajada en ella.
―Vale, eres mi niño grande. ―Acarició su mejilla. ―¿Ya desayunaron?
―Todavía no. ―Una de las cuidadoras los interrumpió. ―De hecho, ya hemos servido y también hay un plato para usted, luna. ―Melinda feliz por desayunar con sus niños no lo dudó ni un poco, después de todo dejó a las sirvientas a cargo de Aspen.
El desayuno fue tranquilo, cosa que Melinda no había experimentado desde que cuidaba a Aspen, ese hombre es un infierno dentro de una persona y son batallas monumentales la que ella debe pelear para que él haga por lo menos una cosa de la que le pide de manera fácil.
―¿Cómo está el alfa? ―Dennis la miró. ―¿Ya se está recuperando? ―Melinda asintió.
―Está mucho mejor, cielo. ―Incapaz de no acariciarle la mejilla, lo hizo con amor. ―Ahora debo ir a verlo, pero prometo pasar a darle las buenas noches. ―Los niños se despidieron de ella y le mandaron todo tipo de saludos a su alfa.
Melinda suspiró profundamente y caminó sin prisas, desde que Aspen despertó no ha dejado de ser ese diablo al que todos le temen y finalmente algo de culpa se alojó en su pecho. ¿Les habrá hecho la vida imposible a las sirvientas?
―Luna. ―Las sirvientas se acercaron a ella. ―No nos dejó entrar para darle la comida. ―Melinda miró a ambas mujeres, están empapadas.
―¿Qué pasó? ―Se preocupó por ellas, ambas llevan los ojos llenos de lágrimas.
―El alfa se puso en pie y nos tiró la bandeja encima. ―Sollozó una de ella. ―Solo estábamos siguiendo su orden, usted dijo que debíamos darle el desayuno.
―Lo siento, mucho. ―Acarició el hombro de ambas. ―Yo misma se lo llevaré, ustedes tomen un respiro. ―Las chicas asintieron y se retiraron.
Harta de la actitud de ese diablo convertido en lobo, se dirigió a la cocina y quienes pidieron que le diera la orden de lo que quería para hacerlo, se limitaron a mirarla después de aclararles que ella lo haría todo.
Si él se comportaba como un niñito, ella le haría la comida perfecta para él. Después de terminar su sonrisa se amplió por la premisa, ella se imaginó su reacción y no pudo ser más feliz. Si él deseaba rabiar y protestar, que fuera por algo.
―Vete, quiero estar solo. ―La miró furioso. ―¡No voy a permitir que me seden nuevamente! ―Melinda alzó las cejas y lo escuchó con paciencia. ―¡Soy el puto alfa y todos deben hacer lo que yo quiero!
―Es hora de comer. ―Pasó de su rabieta enfureciéndolo más.
―No, no voy a comer. ―Se negó como ese niño berrinchudo que Melinda detesta. ―Necesito ir a entrenar, es lo que quiero. ―Melinda dejó la bandeja en la mesita de noche, cerca de la cama.
―¿Puedes dejar de ser imposible por una vez en la vida? ―Lo miró suplicante. ―Aspen, debes reponerte antes…
―¡No quiero nada! ―Sentenció de peor humor.
Melinda lo miró endureciendo su gesto conforme él hablaba y despotricaba de todo y de todos, ella tomó un puñado de papilla de arroz y tras tomarlo del pelo estampó la mano contra su boca y lo obligó a comer.
―Es mejor que mastiques o lo haré yo misma. ―Lo miró con ojos grandes, como si hubiera perdido la razón. ―Mastica, Aspen Cloud o hundiré mi dedo en tu garganta y no tendrás más opción que tragar sin masticar. ―Aspen con el corazón acelerado tragó a duras penas.
―¡Quieres acabar con mi vida! ―Gritó mirándola estupefacto, con la cara sucia de papilla como si fuera un niño.
―Créeme, ¡Es lo que quiero para deshacerme de ti y no estar emparejada con el diablo! ―Lo señaló molesta.
―¡No soy un niño y no debes estar pendiente a mí! ―Se limpió la boca. ―¿Por qué no me dejas en paz?
―¡Porque me he convertido en la niñera del alfa! ―Afirmó sin desviar la mirada de él. ―Te comportas como un niño y debo cuidarte, aunque no quieras, Aspen y por más que me tires del pelo para alejarme no lo haré.
―¡No te tiré del pelo! ―Gritó el cabreado. ―Quería despertarte para que te acostaras a mi lado y tuvieras más cómoda, pero estaba demasiado débil y solo me pude aferrar a tu pelo. ―Desvió la mirada sintiéndose tonto. ―Solo quería sentir tu calor.