Estar con Aspen era como estar con un niño grande y rudo. Podía ser un adulto y un feroz lobo, pero había unas cosas que simplemente le daban ese aire de inocencia que le encantaba a Melinda. Es como tener a alguien que no tiene filtros y que siempre dice la verdad y las cosas como son.
Pero era indiscutible, Aspen sabía como amar y aunque no sabía cómo demostrarlo sutilmente, su posesividad, celos y ser tan territorial daban esa seguridad que cualquier mujer desearía de su hombre.
Melinda odia muchas veces su osadía, pues lo compara con Seiko y aunque es solo para anotar que no le llega ni a los talones a Aspen, se siente mal por pensarlo. El consejo ha dado la fecha de la ceremonia, sería la siguiente luna roja y eso estaba programado para dentro de un mes.
Aspen lo quería hacer de una vez por todas, quería tomarla de todas las maneras y gritarle al mundo que era suya, pero los ancianos lo reprendieron por su rabieta y le dejaron en claro que sin haberse casado ya le gritaba al mundo que ella era suya y además la había marcado.
Los niños estaban un poco molestos por el cambio que supuso la relación de Melinda con su alfa, ahora ella vive en la casa principal y no se encarga de ellos. Pasó de ser su niñera a ser la niñera del alfa y eso los molestaba muchísimo.
―Miren, viene la niñera del alfa. ―Melinda resopló, no la perdonan.
―Chicos, no sean duros conmigo. ―Los ojos se le llenaron de lágrimas, ella no quiere caer en lo que eran al inicio. ―Lo sabían desde el inicio, soy la pareja de Aspen y, por lo tanto, la luna de la manada. ―Se limpió los ojos. ―Ahora tengo más responsabilidades y paso todo el tiempo que puedo con ustedes. No los he abandonado.
―No sean unos lloricas. ―Gruñó Gregor, era el único que la apoyaba y gracias a eso los niños lo trataban con poco respeto, pero no le importaba. ―Enanos, ¿Ella acaso se ha distanciado de nosotros? ―Los niños negaron lentamente. ―¿Nos ha tratado mal? ―Volvieron a negar. ―¿No nos defiende acaso cuando el alfa enfurece? ―Esta vez asintieron y bajaron la cabeza. ―Bien, entonces no sean unos niños malos.
―Lo siento. ―El primero en disculparse fue Dennis. ―Es solo que nada es igual sin ti aquí con nosotros.
―Pero cielo, estoy cerca y siempre podrán contar conmigo, lo prometo. ―Besó su frente. ―Que sea la luna de la manada y no viva aquí con ustedes, no cambia nada entre nosotros. ―Uno a uno la fue abrazando y ella se sintió emocionada por eso.
Aspen como siempre llegó tan imponente, los niños inmediatamente se tensaron, pero Melinda no lo permitió, siguió mimándolos hasta que olvidaran que su lobo estaba ahí presente. Aspen no había cambiado en nada, él seguía siendo esa misma bestia a la que todos temen, él sigue siendo el diablo.
―Es hora de irnos. ―Melinda alzó la mirada, le había dado todo el tiempo posible para que se despidiera de los niños. ―No podemos retrasarnos, tenemos cuatro días de viaje. ―Ella sabedora de que no puede quedarse un poco más, miró a los niños con una sonrisa.
―Los voy a extrañar muchísimo. ―Los besó a cada uno. ―Por favor, sean buenos, ¿De acuerdo? Cuídense mucho. ―Los niños entre quejidos y lágrimas se despidieron de ella.
Al salir de la aldea, Melinda respiró profundamente, la noche estaba hermosa. Aspen deseaba que ella lo conociera y la mejor manera era viendo lo despiadado que era y a lo que se dedicaba, si ella soportaba eso, entonces él estaría seguro de que lo amaba sin medidas.
―Irás en el carruaje. ―La miró. ―Yo iré con mis hombres y…
―¿No puedes venir conmigo? ―Lo cortó. ―Aspen, es un viaje de cuatro días, por lo menos pasa tiempo conmigo. ―Él que no estaba acostumbrado a eso, miró los ojos de su mujer y resopló. ―Por favor, cielo. ―Acarició su mejilla y tiró levemente de su barba.
―Carajos. ―Maldijo, todavía queda tonto cuando ella lo trata con amabilidad, no está acostumbrado a eso y le cuesta mucho. ―Está bien. ―Melinda tiró de él para plantarle un beso en los labios. ―Sube, volveré pronto. ―Ella sin rechistar se subió, Aspen jamás rompe sus promesas, así que sabe que volverá.
―Alfa, estamos listos para partir. ―Kai, el beta de Aspen se acercó a él.
―Hazte cargo. ―Kai se impresionó por la orden de su alfa. ―Yo iré con mi mujer en el carruaje y me uniré a ustedes en algunas ocasiones.
―Bien. ―El hombre solo dio un asentimiento y se retiró sin cuestionarlo.
Algunas cosas habían cambiado, su alfa hacía cosas que nunca en su vida alguien creyó posible, sin duda era bueno, no moría gente cada día gracias a que él era benevolente y hacía lo que nunca, perdonaba lo que él consideraba errores.
―Ven aquí. ―Melinda se puso en pie para sentarlo y después sentarse ella sobre sus piernas. ―¿Estás seguro de que mi presencia no será peligrosa? ―Aspen la miró a los ojos, ciertamente lo era, pero necesitaba que ella viera esa parte de él.
―No lo será, confío en tu fuerza. ―Justo eso era lo que la enamoraba más de ese hombre. Seiko solamente veía en ella a una mujer bien portada y amable que era incapaz de defenderse en una pelea, no importaba que era ella quien se encargaba de los recién convertidos, él la veía como alguien débil.
―Entonces no dudaré en intervenir si mi hombre está en peligro. ―Aspen apretó las nalgas de su mujer con fuerza y reclamó sus labios en un ardiente beso.
―¡Mierda! ―Gruñó por el ruido afuera. ―Están atacando.