Melinda se tensó por completo, están en lo profundo del bosque, la luna brilla en todo lo alto y eso de alguna manera le da un toque tenebroso a todo lo que hay afuera. Los destellos de las estrellas no hacen más que aumentar la tensión.
De repente, un aullido salvaje rompió el silencio que se había creado, seguido por el sonido de garras afiladas golpeando contra la tierra. Aspen se asomó por la ventanilla, sus hombres se habían mantenido en silencio, pero aun así un grupo de salvajes se abalanzan contra ellos de manera desafiante.
―Aspen…
―No te muevas de aquí. ―La miró a los ojos. ―Son salvajes y ellos jamás están en manada, por lo que ahora son más peligrosos que los que acostumbras a ver. ―Dándole un beso en los labios salió para unirse a sus hombres.
―Es una locura. ―Gruñó Kai. ―¿Salvajes en manada? Como es eso posible. ―Estaba furioso, la noche estaba tranquila y estupenda.
Aspen se transformó de inmediato, los salvajes no estaban vacilando y él tampoco podía hacerlo. Por alguna razón, ignoraron a todos los guerreros y se dirigían directamente al carruaje. Al ver eso, Aspen se interpuso entre ambos para proteger a su luna.
Sus ojos ardían de la ira, el solo pensar que ellos buscaban hacerle daño a lo único bueno que tenía, a la única persona capaz de amarlo aun cuando es un monstruo lo cabreó. Con la determinación circulando por cada centímetro de su cuerpo, atacó soltando fuertes gruñidos y rugidos que parecían estremecer la tierra.
La batalla comenzó, los guerreros se unieron a su alfa y pronto una feroz batalla se estaba librando. Melinda quien ve desde la ventanilla del carruaje sentía como quedaba sin respiración y su corazón se saltaba más de un latido. Que Aspen estuviera peleando con esas criaturas salvajes y se comportara igual de agresivos que ellos, le hizo saber que justo eso era lo que Aspen quería mostrarle.
¿Era él un salvaje? Esa pregunta cruzó por la cabeza de Melinda, pero era imposible. Una vez un lobo se vuelve salvaje, no hay marcha atrás, pero aun así dudó, su lobo no es como los otros y bien puede ser la excepción.
―¡Aspen! ―Chilló por el movimiento brusco del carruaje, ella quedó desorientada, la han volcado. ―Dios. ―Susurró parpadeando varias veces, se ha dado un golpe en la cabeza.
Sin ánimos de estar dentro del carruaje volcado, Melinda trepó y salió por la ventana rota, lo que estaba viendo era como poco alucinante. Los lobos están envueltos en una feroz batalla en la que ni uno ni el otro cede.
{¡No!} Aspen corrió rápidamente y logró interponerse entre el salvaje y Melinda, ella cayó sentada de culo por la brusquedad de los movimientos.
Aspen atacó con ferocidad al salvaje y a los cinco que se unieron, él lucha con una destreza y coraje que dejaron en shock a Melinda. Nunca en su vida había visto a un lobo pelear con tanta determinación y experiencia, ahora le quedó claro, verdaderamente fue criado para pelear.
―Amor. ―Melinda corrió y abrazó a diablo. ―Lo siento, no debí salir, me asusté. ―Miró al enorme lobo negr0 con ojos rojos. ―Gracias por protegerme. ―El lobo la olfateó buscando algún signo de heridas, pero al saber que estaba bien se calmó.
―Mel. ―La abrazó con fuerza al volver a su forma humana. ―Nena, ¿Estás bien? ―Melinda intentó separarse para revisarlo a él, pero no la dejó. ―No, todos están desnudos, no quiero que veas a nadie o los mato a todos. ―Melinda alzó la mirada y sonrió.
―Solo quería verte a ti, ¿Estás bien? Tú fuiste el que peleaste con esos salvajes. ―Su mirada de preocupación como siempre mareó a Aspen, que sea tan amorosa lo descoloca mucho.
―Estoy bien, no eran rivales para nosotros. ―Besó su frente. ―Chocamos contra el carruaje, por eso se volcó. ―Lo miró. ―Pero puede funcionar, así que no te preocupes. ―Besó sus labios. ―El que no esté vestido y mi mujer logre verles sus miserias, los mato. ―Lentamente, se separó de ella, Melinda inteligentemente cerró los ojos y volvió a abrazarlo.
―Mira que todos estén listos, no quiero que lastimes a nadie, Aspen.
―¿Te preocupas por otro hombre? ―Gruñó furioso.
―No, cielo, solo estoy evitando que le hagas daño injustamente a alguien después de que me defendieran y te apoyaran en la pelea.
―Es su deber. ―Insistió él.
―Lo sé, pero lo hacen porque te quieren y respetan, ¿No lo habías visto de esa manera? ―Aspen miró a su alrededor y resopló.
―Están listos todos. ―La separó para tomarla de la mano. ―Quiero ese carruaje de pie, es mejor avanzar un poco para descansar. ―Melinda los observó trabajar con una sonrisa en los labios.
Todos los guerreros son realmente jóvenes y le tienen un respeto único a Aspen, esa bestia a pesar de todo sabe como ganarse a su gente y por algo tienen total confianza en él y sus actos.
Cuando llegaron al punto en donde descansarían, Melinda se quedó dentro de la tienda por órdenes de Aspen, odia verla rodeada de hombres.
―No sé para qué me trajiste entonces. ―Lo miró a los ojos. ―Aspen, no puedo estar encerrada, me gustaría también compartir con ellos, soy su luna. ―Aspen poco caso le hizo a su cabreo. ―Voy a salir a ver como están todos.
―Sales de esta puta tienda y pierdo la razón. ―Amenazó. ―Ellos están bien, los que resultaron heridos ya han sanado. No tienes nada que hacer ahí afuera. ―Melinda gruñó frustrada, ese hombre es un verdadero dolor de cabeza.
―Amor, no puedes siempre ocultarme, ¿No entiendes que no me importa nadie más que tú? Sería incapaz de ver a otro hombre como te veo a ti.
―Es lógico, soy el mejor de todos. ―Dijo serio. ―No me gusta que ellos te vean a ti, eres demasiado sexy y sé que sus pensamientos los puede traicionar.
―No sabes eso, me respetan.
―Yo te odiaba al inicio y cuando te vi por primera vez me imaginé tu cuerpo desnudo y tu coño recibiéndome. ―Melinda cerró los ojos con fuerza. ―Son lobos, Mel, en su mayoría sin pareja y tú siendo una luna tu aroma es más adictivo que las demás.
―Entonces haz una vez más lo que te imaginaste la primera vez que me viste. ―De manera desvergonzada se deshizo del vestido. ―Retenme aquí, porque de lo contrario yo saldré. ―No tuvo que decirlo dos veces, Aspen había dejado de escucharla en cuanto se desnudó.
―Te voy a dar duro.