Castigada y confinada por llevarle la contraria al alfa, para Aspen fue peor que ella lo tratara mal a que se impusiera ante él. La mujercita tenía un temperamento demasiado difícil y no sabe como domarla, cada cosa que él le dice ella se la devuelve siendo más dura y cruel.
Melinda por su parte no sentía más que odio por ese animal cruel y despiadado, pero en cuanto le ponía una mano encima se derretía de todas las maneras posibles.
Ella se negó a escucharlo, no le prestó atención a sus amenazas y a medianoche fue sacada de la casa de acogida y secuestrada por su propia pareja.
El follón que se formó fue inmenso, todos intentaban hacer razonar a Aspen, pero él no hizo más que amenazarlos a todos de muerte si no lo dejaban llevársela a su casa. Melinda peleó con él y le dijo que necesitaba su espacio, pero él no hizo más que recordarle que le pertenecía.
Aspen quería que ella entendiera que ahora estaban conectados, que ambos se pertenecían uno al otro, pero Melinda parecía no entenderlo y lo único que hace es maldecirlo y gritarle lo tanto que lo odia. Eso lo estaba lastimando.
―Me deseas. ―Aspen la miró. ―Puedo percibir tu excitación, entrégate a mí, mujer. ―Melinda endureció el gesto, todo lo estropea con esa bocaza llena de dientes que tiene.
―Quítate de encima o te mataré. ―Lo miró a los ojos amenazante. ―No te soporto, Aspen. ―Él que es un hombre además de arrogante narcisista, ladeó la sonrisa.
―Estás empapada por mí. ―Se separó de ella y miró su coño brillante por sus jugos. ―Con solo mi existencia tu cuerpo se estremece. ―Lamió sus labios. ―Solo mi olor te enloquece y ni hablar de cuando te toco. ―Pasó el dedo índice de su mano derecha desde el valle de sus senos hasta el nacimiento de la hendidura vaginal mientras con su mano izquierda acaricia su pierna. ―Estás loca por mí, te dejas hacer todo lo que se me plazca.
―¡Me tienes atada, estúpido! ―Gritó furiosa, él tiene toda la razón, lo ama y odia a partes iguales. La humana lo odia y la loba lo ama intensamente. ―No, Aspen, no… ¡Aaahhh! ―Gimió con fuerza, el muy descarado, roza su polla dura contra su sexo ansioso.
―Joder. ―Gruñó enloquecido, verdaderamente esa mujer lo tiene como un tonto y todavía no comprende como es que ella no se da cuenta de ello. ―Te has corrido. ―Mordió su labio con fuerza. ―Me voy a hundir. ―La miró a los ojos disfrutando su gesto de placer. ―¿O quieres que devore tu coño con mi boca nuevamente? ―Melinda lo quería matar, él se estaba burlando de ella porque sabe que no puede anteponerse al deseo que él le brinda.
―Aspen. ―Gimió sin un gramo de autocontrol. ―No me tortures por favor. ―Susurró mirándolo los ojos. ―Necesito tocarte, por favor, sueltamente. ―Aspen con el corazón acelerado por su cambio de actitud, obedeció de inmediato, así que la soltó.
―Ven aquí, nena. ―La tomó en brazos y se sentó con ella sobre su erección. ―¿Por qué tardaste tanto? ―La miró anonadado. ―Eres mía y, por lo tanto, me perteneces en cuerpo y alma, ¿Tan difícil es de aceptarlo? ―Melinda sintió ira, pero sabía que con esa bestia no se podía razonar, así que lo ignoró y se enganchó en un ardiente beso mientras sus caderas se mueven ocasionando un enorme placer en ambos.
―Dios. ―Jadeó por como le succiona los pechos. ―Mmmm. ―Esa mordida a su pezón izquierdo la hizo pensar de manera pecaminosa, siempre que está cerca de ese hombre así es como piensa ella.
¿Acaso cambió por la traición de su exmarido y mejor amiga? ¿Es Aspen con su manera de ser que la hace actuar de ese modo? No sabía cuál era la respuesta, solo estaba segura de que no era la misma chica dulce de antes, ella estaba irreconocible.
―Mierda. ―Aspen cerró los ojos, ella lo besa, lame y muerde. ―Mel… ―Jadeó sin poder tragárselo.
Melinda le está practicando sexo oral y es lo mejor que ha experimentado en su vida. Con su luna todo parece tener un efecto más contundente en él y no sabe como controlarse. Ella que también lo estaba disfrutando, se centró de una vez por todas y se controló.
―Mmmm. ―Jadeó de sorpresa, él ha adelantado las caderas y se hundió demasiado en ella.
―¿Qué haces? ―Se sentó en la cama descolocado. ―¿Por qué has parado? ―Melinda lamió sus labios.
―Porque no pienso follar más contigo. ―Ladeó la sonrisa. ―Eh. ―Lo señaló. ―Si te levantas de la cama saldré desnuda. ―Lo amenazó, él siempre pierde el control por celos. ―Sí, sentirás mucha más rabia de la que estás sintiendo ahora con solo imaginarme desnuda frente a otros hombres, así que voy a tomar tu camisa, saldré de esta habitación y tú te quedarás lejos de mí. ―Aspen estaba furioso, por supuesto no le haría caso, así que se puso en pie con su v***a erecta e imponente.
―¡No! ―Se detuvo al verla abrir la puerta, ni siquiera sabe cómo llegó allá tan rápido. ―Mel, no me cabrees más de lo que estoy. ―Su tono duro solo la enojó más. ―¿Qué parte de que me perteneces no entiendes? ¡Te marqué! ―La miró desesperado. ―Te entregué las flores para que no te relacionaran conmigo y no te hicieran daño, ¡Te doy todo de mí, aunque no sé como amar! ―Se llevó la mano a la cabeza. ―Estoy aprendiendo a ser compasivo por ti y no haces más que lastimarme. ―Melinda lo miró atónita. ―Te traje aquí para que supieras que no estaba enojado porque defendieras a Gregor, he escuchado los consejos de los ancianos, ya no amenazo tanto con matar a la gente y lo sé. ―Cerró los ojos. ―Soy un monstruo el que solo conoce la violencia, pero ¿Qué más puedo conocer? ―La miró derrotado. ―Mi aldea fue atacada y masacrada cuando yo tenía tres años, fui criado por los ancianos del concejo para convertirme en el único rey lobo y mi destino es conseguirlo a como de lugar. ―Se sentó en la cama. ―No sé amar porque lo perdí todo cuando apenas era un niño y quienes me rodeaban solo me enseñaron a pelear. ¿Acaso no puedes aceptar este tipo de amor?
―Aspen…
―¿No me quieres?