Nunca en su vida había conocido a un hombre tan frío y despiadado, pero diablo parecía tener una doble personalidad. Con ella era muy cruel y con los niños era todo lo contrario.
No hubo opción para ella más que aceptar ser la niñera de los niños y viajar con el hombre que no paraba de amenazarla por creer que intentaría huir o algo parecido. Melinda sinceramente pensó en huir y lo intentó solo una vez, pero al imponente hombre no se le escapaba nadie y ella no fue la excepción.
Habían estado viajando por tres días y no sabía en qué dirección van ni a donde se dirigían, lo único que se le permitía saber era que debía cuidar a los cachorros a toda costa y cuando él se alejaba debía mantenerse a salvo justo donde él los dejaba.
―¿Tienes más hambre, cielo? ―Miró a Sebastián el más pequeño con una sonrisa. ―Está bien, ven aquí. ―El niño que ya le tenía confianza, se acercó a ella para recibir más comida.
―Yo también quiero. ―Melinda sonrió al ver a Dennis también acercarse.
Quizás era el saber que no podía tener hijos, tal vez es que siempre fue amante de los niños o solo porque ambos eran dos dulzuras que le dieron la oportunidad desde el momento cero, pero amaba pasar tiempo con los pequeños, ya que ellos no eran malos como diablo.
―¿Saben a donde vamos? ―Melinda los miró. ―Digo, ¿Él les ha dicho algo? ―Ambos niñeros se encogieron de hombros.
―Él solo nos rescató. ―Mencionó Dennis. ―Y nos puso a salvo antes de que lo capturaran. ―Ella que ya sabía que ellos habían estado solos, los miró con preocupación.
―¿Cuánto tiempo llevaban esperándolo en esas ruinas? ―No sabía que no eran sus hijos, dio eso por hecho.
―Cinco lunas. ―Respondió Dennis.
―¿Solos? ―Ella se asombró.
―Sí, siempre habíamos estado solos hasta que él nos rescató. ―El niño se centró en su comida dejando a Melinda con miles de preguntas.
¿Quién es ese hombre? ¿Por qué lleva con él a dos cachorros que no son suyos? ¿Dónde estaba metido ahora y por que siempre los deja solos? Tantas preguntas la estaban volviendo loca.
Pensó en escaparse, pero el recordar como los niños se asustaron al dejarlos solo y lo mucho que esa bestia enfureció hasta casi matarla le borró ese pensamiento. De escapar, debe ser cuando él esté con los niños, pero es imposible, parece no dormir nunca.
―Hay que irnos. ―La voz gruesa la sobresaltó, estaba tan sumida en sus pensamientos que no lo sintió llegar. ―Que seas una loba de bajo rango no significa que debas ser tan despistada. ―Melinda lo miró con reproche.
―Estaba pensando. ―Se puso en pie. ―Me secuestraste y me estás llevando no sé dónde, ¿Acaso no se me acepta estar un poco distraída? ―Esos ojos oscuros se intensificaron un poco más. ―No me interesa tu mirada, bestia infernal. ―Espetó molesta.
―Hay que irnos. ―La ignoró como siempre, es como si le gustara más estar lejos de ella o ignorándola como si no estuviera viajando con él.
Melinda nunca había sido una mujer de comportarse hostilmente, pero al parecer ese hombre le sacaba esa versión. Ella no se dejaba de él y siempre que debía defenderse lo hacía sin pensar, quizás fue por lo vivido con su exesposo y ex amiga, pero siente coraje siempre que se trata de esa bestia.
―No me voy a mover de aquí. ―Se cruzó de brazos. ―Llevamos tres días viajando con los niños, ¡Dormimos a la intemperie! ―Exclamó frustrada. ―Si no me das una explicación, no me voy a mover. ―Aspen, como es el nombre verdadero de diablo, le gruñó a la cara pretendiendo intimidarla, pero Melinda apenas parpadeó.
―¡No seas difícil y camina, mujer! ―Bramó molesto, jamás había conocido a una mujer tan necia como esa. ―¿Quieres que te arrastres por todo el bosque? ―Melinda endureció más el gesto.
―¿Acaso hay algo de humanidad en ti? ―Preguntó seriamente. ―¿Solo eres una bestia sin emociones?
―¡Carajos! ―Furioso se la echó al hombro y siguió a los niños que ya habían iniciado la marcha sin esperarlos.
Aspen se arrepentía de llevarla consigo, verdaderamente la quería lejos de él, pero tener que atacar aldeas mientras viaja no sería conveniente estando con los niños y, por lo tanto, necesitaba de ella. La mujer es desesperante, desafiante e insolente y no la soporta.
La Diosa Luna lo había abandonado desde cachorro, pero al parecer lo ha vuelto a ver y lo está castigando con la mujer sobre su hombro. ¿Por qué debe pelear tanto? ¿Por qué no le teme como lo hacen las otras? ¿Por qué es tan difícil?
―¡Eres una bestia! ―Chilló Melinda desde el agua. ―¿No podías ponerme en el piso con delicadeza para que yo me metiera? ―Lo miró con ojos grandes.
―Querías refrescarte, solo te ayudé. ―Su contestación tan falta de culpabilidad la enojó muchísimo. Él la aventó como si fuera un muñeco de trapo y ella cayó al agua con todo su peso.
―¡Te voy a matar, bestia insufrible! ―Aspen se recostó a un árbol y la vio peleando para salir del agua.
El largo cabello de Melinda está revuelto y le cae en la cara, el vestido blanco que Aspen le consiguió es transparente y la manera en la que intenta controlar cada movimiento de su empapado cuerpo no es más que una escena chistosa para él.
―Antes de hacer cualquier cosa. ―Aspen le recorrió el cuerpo sin pisca de vergüenza. ―Deberías cubrirte un poco, no suelo controlar mi instinto. ―Melinda se miró el cuerpo y rápidamente se cubrió avergonzada. La tela es totalmente transparente y detallada todo su cuerpo a la perfección y para su desgracia no lleva sostén.
―¡Deja de mirarme! ―Exigió dándose la vuelta y en cuanto percibió el olor a excitación de Aspen supo que había cometido un gran error. ―¡Eres un sinvergüenza! ―Gritó después de asomar la cabeza, no tuvo más opción que tirarse al agua nuevamente. ―¡Pudiste conseguirme ropa decente y no estos trapos!
―Y aparte de todo malagradecida. ―Suspiró acercándose a la orilla. ―No es mi culpa que seas tan diminuto y delgada, no todas las mujeres son tan secas como tú. ―Melinda sintió su cara arder y ese rojo vivo divirtió más a Aspen quien no reía ni siquiera porque todo le parecía gracioso.
―Eres un imbécil. ―Los ojos se le llenaron de lágrimas y no se preocupó por la mala palabra, ella detesta las malas palabras, pero odia al hombre frente a ella.
―¡No! ―El grito de los niños captó la atención de Aspen quien se había descuidado de manera tonta. ―¡Déjennos!
―Vaya… vaya… vaya… ―Tres hombres se acercaron. ―Por eso el delicioso aroma, nos tienen a una hermosa hembra para nosotros.