Melinda se horrorizó al ver a los niños en manos de esos hombres que no tenían buena pinta. Los tres se miran desaliñados, malos y locos. Sin poder quedarse quieta, ella empezó a caminar para salir del agua, debía ayudar a recuperar a los niños.
―No salgas del agua. ―Aspen le dio una mirada dura, ella ni siquiera pudo poner un pie fuera del agua. Como la primera vez, ese tono de voz la paralizó por completo. ―Suelten a los niños. ―Ordenó ahora mirándolos.
Los forasteros son casi igual que los salvajes, únicamente que los forasteros tienen consciencia y pueden organizarse mejor que los salvajes. Los tres hombres rieron divertidos, si bien su contrincante es bastante alto y fornido, era solo uno y estaba en total desventaja.
―Lo haremos, pero cuando nos entregues a la chica. ―Miraron a Melinda con lascivia. ―De lo contrario, mataremos a los mocosos y a ti te dejaremos gravemente herido para que seas testigo de lo que haremos con ella. ―El líder se lamió de manera asquerosa.
―Había decidido perdonarles la vida. ―Aspen movió la cabeza para liberar tensión. ―Pero he cambiado de opinión. ―Suspiró con aburrimiento.
―¿Tan seguro estás de que quien decidió perdonar vida eres tú? ―Los hombres rieron. ―Toma a tus mocosos y lárgate de aquí. ―Aspen se estaba fastidiando. ―Ni siquiera la has marcado, así que es propiedad de cualquiera.
―Su estado es por mí. ―Ladeó la sonrisa. ―No soy como los otros, mi sola presencia hace de cualquier mujer mía y ella lo es. ―Melinda lo miró indignada, pero no dijo nada. ―Chicos, vengan aquí y métanse al agua con la niñera. ―Los niños mordieron a los hombres que lo tenían sujetados y una vez estuvieron libre corrieron junto a Melinda quien los abrazó de manera protectora.
―No importa. ―El hombre detuvo a sus dos amigos. ―Nos haremos cargo de este imbécil y tomaremos lo que venimos a buscar. ―Ladeó la sonrisa. ―Excitarla fue estúpido de tu parte, ahora otro la disfrutará. ―Melinda les tapó los oídos a los niños.
―Ni en sus mejores sueños pueden tener lo que yo. ―Aspen se transformó quedando frente a los tres hombres.
Aquel lobo enorme con ojos rojos los hizo retroceder un paso. Ellos habían escuchado de él, es diablo, el lobo que asesina sin pensarlo y a quien todos le temen por lo que ruegan jamás encontrárselo en sus caminos.
―Jefe…
―No, no es él. ―Se negó el líder del grupo. ―Escuché que lo habían atrapado, no es diablo. ―Aspen al escucharlos no lo pensó más y se abalanzó sobre ellos, pero la repentina huida de los tres lo dejó descuadrado. ¿Por qué huyen si se supone que no creían que era él?
Dejando los cuestionamientos de lado, decidió divertirse un poco y cazarlos para desestresarse. Los gritos le pusieron la piel de gallina a Melinda y apretó más los oídos de los niños para que no escucharan tan terrorífica escena.
―Todo está bien. ―Melinda los colocó frente a ella. ―No teman. ―Los miró con ternura.
―Nos asustamos mucho. ―Sollozaron. ―No sabíamos que estaban ahí. ―Sebastián se abrazó a ella.
―Ya eso no importa, están bien. ―Tomándolos de la mano salió del agua. ―Desde ahora no se separen de nosotros, ¿De acuerdo? ―Ambos niños asintieron.
―¡Melinda! ―Los niños chillaron al caer con fuerza al suelo.
Melinda al verse con el enorme hombre sobre ella intentó convertirse, pero la daga de palta en su cuello la detuvo. Su corazón marchó con fuerza y el miedo recorrió cada rincón de su cuerpo, no lo sintió acercarse, ella ha fallado nuevamente.
―Niños, corran. ―Ordenó ella al sentir el olor del hombre. ―¡Vayan! ―Gritó mirándolos con seriedad. Dennis tomó la mano de su hermano y corrieron lejos del lago.
―Buena decisión. ―El hombre la miró como un depravado. ―De lo contrario hubieran crecido muy pronto. ―Miró el cuerpo de Melinda a través de la tela transparente. ―Estás buena y al parecer eres pura. ―Melinda intentó quitárselo de encima, pero el ardor en su cuello por el pequeño corte que hizo la daga la calmó.
¿Acaso volver en el tiempo la devolvió a su estado normal? ¿Es ella virgen por que no se casó con Seiko? ¿Recuperó su fertilidad? Sus pensamientos van a mil, pero los desagradables toques del hombre la espabilaron volviéndola a la realidad.
―¡Hijo de perra! ―Aspen lo quitó de una sola patada. ―Así que estabas esperando como un cobarde. ―Limpió su labio, está furioso. ―Eso te llevará a tener una muerte digna de un imbécil como tú. ―Melinda cerró los ojos al ver como Aspen lo alzó y le arrancó una mano solo con su fuerza bruta.
Los gritos del hombre se hicieron más agonizantes y eso a ella la estremeció por completo. El olor a sangre le revolvió el estómago y la calma que se vino después fue como si todo a su alrededor se congelara.
―¡No! ―Chilló al sentirse de pie por el repentino tirón que le dieron a su vestido.
―¡Te dije que te quedaras en el agua! ―Gritó Aspen enfurecido. ―¡Pudo matarte por desobediente!
―Lo siento. ―Susurró ella con lágrimas en los ojos. ―Los niños estaban muy asustados y…
―¡Tenías una sola orden! ―La calló sin importarle nada. ―¡Eres testaruda, desesperante e insolente! ―La soltó. ―No te soporto. ―Dejándola atrás inició a caminar.
Melinda se vio sola en aquel claro y sintió temor. Ella deseaba su libertad, quería irse lejos de ese cruel hombre, pero sabe a la perfección que no duraría ni un día sola y a la deriva. Sin saber que más hacer, lo siguió.
Aspen la sentía detrás, incluso los niños la acompañaban y hablaban con ella, pero él la ignoraba por completo. Ese idiota por poco la ultraja gracias a que no le obedeció, no quiere nada que ver con ella.
―¿Por qué estás tan molesto? ―Melinda tiró de su brazo aprovechando que los niños están lejos jugando. ―Solo quiero entenderlo. ―Lo soltó debido a la mirada que él le dio al agarre. ―Si tanto me detestas, debiste dejar que me mataran. ―Le pasó por el lado para alejarse, pero el tirón la hizo chocar con el fuerte cuerpo de Aspen.
―Quizás no lo permití porque quiero hacerlo personalmente. ―Melinda se tensó por completo. ―Deja de fastidiarme la vida, ¿Lo entiendes? ―Actuó como si ella lo estuviera sacando de sus casillas.
―Ja, me secuestraste y ahora soy tu responsabilidad. ―Decidió ser la toca pelotas que él cree que ella es. ―Ahora no tienes más opción que odiarme y defenderme a toda costa. ―Ladeó la sonrisa. ―Los niños me quieren y contra eso no puedes hacer nada. ―Aspen endureció el gesto. ¿Cómo se atreve a jugar de esa manera?
―¿Eres tonta o no tienes sentido del peligro? ―Ladró en su cara. ―¿Sabes que puedo matarte de un zarpazo? ―Melinda lo miró a los ojos.
―¿Podrías vivir sin tu pareja?