Capítulo 11: La Revelación De La Niñera

1313 Words
Al escuchar eso, Melinda se olvidó de su propia seguridad, algo en ella despertó y reaccionó como una loba cuando sus cachorros peligran. El hombre se vio obligado a soltarla, pues ella sin importar que el filo de la navaja le llegara a cortar un se convirtió. Los dos hombres al ver la escena se molestaron, le parecía patético que ella tratara de defender a los muchachos. ―Eh, quieto. ―Señaló el hombre con un puñal a Gregor quien trataba de ayudar a Melinda. ―Si te conviertes, te voy a atacar como si fueras un guerrero. ―Melinda al ver como apuntaban a Gregor, no se lo pensó dos veces, ella atacó y por poco le arranca el brazo al hombre de una mordida. ―¡Perra! ―Sin esperar a nada y mirando a su compañero, se convirtieron ambos. Melinda no huyó, ella se mantuvo frente a los niños y gruñó a los dos lobos que empezaban a avanzar. La loba no estaba dispuesta a rendirse, así que cuando vio que ellos no se detendrían, ella también avanzó demostrándoles que no temía. Los hombres al ver la determinación de Melinda optaron ir por los más vulnerables. Sin embargo, ella se interpuso sin miedo alguno entre ellos, dispuesta a enfrentarse a ambos a la vez sin importar el peligro que representa. Su único pensamiento era tener a salvo a sus doce niños. La tensión en el aire era palpable y cada niño la sentía así dejándose dominar por el miedo de ser dañados. Melinda, consiente de que los niños tienen miedo, emitió un fuerte aullido de advertencia para que los forasteros no se volvieran a acercar. Se habían alejado de la manada por lo que estaban solos, pero ella no se rendiría nunca. {Zorra} Uno de los forasteros en un rápido movimiento atacó y el otro no se quedó atrás, Melinda sin sentir miedo alguno les hizo frente y se enfrentó a ambos involucrándose en una feroz y violenta pelea. Era primera vez que ella tenía un enfrentamiento, regularmente se convertía para enseñarle a los recién convertidos como hacer las cosas, pero esta no era la ocasión. Ella debía proteger con su vida misma a esos niños y no porque era su tarea, realmente se preocupó por ellos. La mordida en su cuello la desestabilizó un poco, pero no se detuvo, sus afiladas garras también era un arma mortal y no dudó en usarla contra el lobo que pretendía atacarla mientras su amigo la tenía del cuello. Los niños con una mezcla de asombro y admiración por lo que veían, se mantuvieron juntos tal y como Melinda se los había pedido. Verla luchar para protegerlos los hizo sentir algo que jamás habían sentido, culpa. Gregor al ver que ambos lobos estaban encima de Melinda y escuchar como ella gruñe de dolor, sintió su cuerpo arder de una manera arrebatadora. La escena lo hacía sentir culpable y su corazón aceleró de una manera que lo asustó mucho. La mezcla abrumadora de emociones y sensaciones creó confusión y desorientación en Gregor. Su cuerpo por alguna manera empezó a doler tanto que cayó al piso incapaz de moverse, el ardor en su piel fue agonizante, pero no tanto como tener esa sensación de perder el control sobre su cuerpo y mente. El aullido de Melinda captó la atención del lobo de pelaje dorado. Gregor, ahora siendo un lobo primerizo se dejó llevar por esa parte salvaje, pero de alguna manera atacó a quienes debía. Ser la primera vez en convertirse le cedió en su totalidad el control a su lobo y la fuerza del joven inmediatamente superó a la de uno de los hombres, por lo que la carga para Melinda fue menos. Ella no dudó en asesinar a su contrincante y rápidamente ayudó a Gregor con el otro. La loba miró los ojos perdidos y llenos de furia del chico, él naturalmente la atacó, pero ella fue paciente con él y poco a poco le fue mostrando como retomar el control y compartir conciencia con su lobo. ―¡Donde está! ―Aspen entró a la habitación donde tenían a Melinda quien se estaba recuperando por la cortada en su cuello con la daga de plata. ―¿Crees que te traje aquí para esta mierda? ―Gritó enfurecido. ―¡Te llevaste a los niños fuera de la muralla! ¿Eres estúpida? Tú… ―¡Cállate la maldita boca! ―Gritó ella después de callarlo con una bofetada. ―Que no me quieras como tu luna lo acepto, ¡Pero lo que no voy a aceptar es que me creas una esclava porque no lo soy! ―Lo miró a los ojos agitada, sintiendo la ira recorrer su cuerpo por primera vez de esa manera. ―¡Si tanto me odias, pues bien! ―Asintió sin quitarle la mirada de encima. ―¡Recházame y senténciame a muerte! ―Lo empujó con fuerza. ―¡Prefiero morir mil veces a seguir siendo maltratada, burlada y humillada por ti y los niños! ―Las lágrimas rodaron por sus mejillas. ―No me interesa lo mucho que sufriré, recházame de una buena vez y termina con esto. ―Soltó un grito que estremeció a Aspen. ―No pienso tolerar más tus tratos crueles, tampoco estaré aquí para ser el saco de boxeo de esos niños. ―Negó roja de la rabia. ―¡Por ti son unas mini bestias! ¡Tú les enseñas a ser crueles y a no confiar en nadie por mucho amor que les dé y mucho apoyo que se les brinde! Si tu miserable vida está de la mierda, no lleves a esos niños a ser unos malditos miserables como tú. ―La explosión de emociones fue demasiado para su débil cuerpo, Melinda dio un paso al frente, pero no tuvo las fuerzas para mantenerse en pie por lo que se desplomó. ―Carajos. ―Aspen la sostuvo antes de que cayera al suelo. ―¡Quiero que vengan a revisarla! ―Con cuidado la llevó a la cama y la acostó con delicadeza. Él la miró fijamente y por alguna razón la dificultad para tragar se intensificó. Esa mujer que creía débil y demasiado blanda le gritó sin temor alguno y lo retó a rechazarla. ¿Por qué ella no lo rechazó a él? Esa pregunta no lo dejaba estar. Después de ser informado que Melinda estaba bien y solo necesitaba descansar un poco, decidió ir con los niños y buscar información. Todos, al verlo llegar lo atacaron con preguntas sobre Melinda, la culpa en ellos le hizo saber a Aspen que no debió atacarla como lo hizo. ―Ella es realmente fuerte. ―Dijo Gregor. ―Ella peleó con los dos y les estaba dando una paliza. ―Negó. ―Y después y-yo… ―Se llevó las manos a la cabeza. ―He conseguido a mi lobo y ella pudo controlarme. ―Lo miró asombrado y perturbado a la vez. ―¿Ya te convertiste? ―Aspen se impresionó. ―Tienes solo quince años. ―Lo sé, pero lo hice. ―Negó incrédulo. ―La vi peleando con esos dos y después yo… ―Cerró los ojos. ―Todo fue mi culpa. ―Bajó la mirada. ―Yo le hice la vida imposible y llevé a que los niños hicieran lo mismo. ―Lo miró con culpa. ―Ella solo intentaba ser buena con nosotros y a cambio recibía gritos, desorden y malas jugadas como las de hoy. ―Cerró los ojos. ―Ella sanaba lentamente y sola siempre que se lastimaba porque le decía que nadie la ayudaría… y-yo lo siento mucho. ―Empezó a llorar. ―Creí que ella sería cruel con nosotros en cuanto bajáramos la guardia y no era así. Yo lo siento mucho. ―Aspen lo abrazó con fuerza, se equivocó con ella.
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