Capítulo 10: Niños Difíciles

1357 Words
Estaba siendo una esclava y no había manera de negar eso. Los niños no le obedecen y la tratan mal si ella no hace lo que ellos quieren, son crueles y despiadados a pesar de que ella quiere conocerlos y demostrarles que no es su enemigo. Aspen como siempre la ignora cada vez que visita a los niños y ella intenta explicarle el comportamiento de los chicos, por lo que siempre se las tiene que arreglar sola. Está siendo una total pesadilla, ya ha salido herida por las constantes travesuras y lo peor es que se encuentra sin el apoyo de nadie. Al parecer la manada completa la repudia porque nadie se acerca a ella y debido a eso debe mantenerse encerrada, ya que fue la única solución que Aspen le dio. Si no le gustaba nada ahí, debería mantenerse encerrada y es lo que ha estado haciendo. ―¿Por qué lo hicieron? ―Los miró con enojo. ―Era el desayuno, ¿Por qué se han puesto a tirar toda la comida? ―Miró el lugar hecho un desastre. ―¿Se han puesto a pensar en cuantos niños no tienen que comer? ―¿Y eso qué nos importa? ―Gregor rio burlón. ―Nosotros tampoco teníamos que comer y eso a nadie le importaba. ―La miró sin borrar la sonrisa. ―Nos golpeaban, escupían y echaban si tratábamos de pedir comida, ¿Por qué debería importarnos? El alfa nos rescató y ahora lo tenemos todo. ―Agrandó su sonrisa acelerando el corazón de Melinda. ―Incluso una esclava. ―No soy su esclava. ―Aclaró como el último mes. ―Soy su niñera y sé que lo han pasado mal. ―Quiso llegar a ellos como siempre. ―Pero que ahora lo tengan todo no significa que deben ser tan crueles como esas personas. ―Los niños suavizaron el gesto y Melinda se emocionó. ―Ahora pueden ser mejores, ayudar a quien lo necesita y dar amor para recibirlo. ―La barbilla de Gregor inició a temblar. ―Yo estoy para ustedes siempre que me necesiten. ―Se fue acercando. ―No los abandonaré y les daré amor siempre… ―La tostada cubierta de jalea de mora estampándose contra su cara la detuvo en seco y las carcajadas hundió su corazón. ―Eres patética. ―Carcajeó Santiago. ―¿De verdad creíste que esas tonterías nos haría cambiar? ¡No somos débiles como tú! ―Ella estaba con los ojos cerrados, pero podía escucharlos pasarle por el lado y saliendo del desastroso comedor. No lo pudo soportar más, ella cayó de rodillas y lloró. Imploró a la diosa que la sacara de ese lugar, incluso le pidió que la matara de una manera rápida para no seguir sufriendo, pero nada de lo que hacía parecía ayudarla. ―Lo sentimos muchos. ―La delicada mano limpiando su rostro la rompió un poco más. ―Nosotros sí te queremos. ―Dennis sonrió al verla abrir los ojos. ―Te ayudaremos a limpiar. ―Se ofreció Sebastián. ―Eres como nuestra mami y nosotros te vamos a proteger siempre. ―Melinda negó. ―No, no quiero que ellos les hagan daño. ―Sollozó. ―No de nuevo. ―Los abrazó con fuerza. Dennis y Sebastián intentaron defenderla cuando recién llegaron y los otros niños se ensañaron con los dos. Dejándolos dormir en el suelo, quitándoles las cobijas, escupiéndoles la comida o tirándoselas al piso. La crueldad de la que son dueños la horrorizaron. Ella quiso ponerlos en su lugar, pero los niños fueron a quejarse con Aspen y él sin preguntar le gritó y la ofendió hasta que la hizo llorar y solo porque Dennis y Sebastián se pusieron frente a ella y la defendieron él se animó a preguntar, pero ya era demasiado tarde. Ellos se habían salido con la suya. ―No te dejaremos sola. ―Dennis besó su nariz. ―Algún día seremos guerreros fuertes y nadie podrá hacerte llorar, ni siquiera el alfa. ―Melinda sonrió conmovida por ellos. ―Hay que limpiar. ―La mirada dulce de Sebastián la llenó de ánimos. Con sus dos niños, Melinda empezó a recoger todas las sobras de comida tirada en el piso, pared y cada rincón del comedor. No es la primera vez que ellos hacen eso, pero por lo menos se limitaron al comedor y no se extendió hasta la sala como la última vez. Ella puede comprenderlos, son niños rotos que no están acostumbrados a tener límites, recibir amor ni ordenes, pero el no saber como llegar a ellos la está matando en vida. ¿Cómo hacer para que ellos la respeten y no la vean como su enemiga? La inseguridad la estaba consumiendo cada vez más. ―Hay que hacer algo. ―Gregor miró a los niños. ―Podríamos llevarla a pasear detrás de la muralla, veo que ella no ha salido desde que llegó. ―Propuso Santiago. ―Ella lo aceptará. ―Alex sonrió. ―Es buena y le gustará que nos disculpemos con ella. ―El niño se sentía feliz de que finalmente lo escucharan sin tratarlo mal. ―Bien, serás tú quien le digas. ―Gregor se arrodilló frente a él. ―A nosotros no nos hará caso, así que tú serás el héroe hoy. ―El niño asintió con una enorme sonrisa. ―Sí, yo iré a decírselo ya mismo. ―Corrió en dirección a la casa y entró como un vendaval buscando a Melinda por todas partes. ―Oh, ¿Estás bien, cielo? ―Melinda le acarició el pelo y lo miró con ternura. ―¿Pasa algo? ―Alex un poco nervioso se ruborizó. ―E-es solo que. ―Pasó saliva realmente nervioso. ―Los chicos desean disculparse por lo que pasó y queremos que vengas de paseo con nosotros. ―Melinda quedó seria, no quiere ir a ningún lado con esos diablitos. ―Creó que solo te están jugando una broma, cielo. ―Trató de sonreír para que no se sintiera mal. ―Ellos no me quieren cerca, créeme. ―Alex negó una y otra vez. ―Por favor, debes venir. ―La miró ansioso. ―De verdad quieren arreglarlo todo. ―Melinda al ver la insistencia del niño y el miedo a una negativa suspiró profundamente. ―Bien, déjame ir por Dennis y Sebastián. ―Besando su frente subió las escaleras para llamar a los niños. Después de tomar algunos bocadillos y unas mantas, Melinda siguió a Alex hasta la salida de la aldea, ella no se esperó que el paseo fuera más allá, pero ver a todos los niños ahí parados con la mirada baja la descolocó. ―Solo queremos dar un paseo. ―Gregor alzó la mirada. ―Supongo que no siempre podremos odiarte. ―Melinda quería creerle, pero fue cautelosa esta vez. ―Bien, entonces hay que irnos. ―Se mostró distante, ocultando que verdaderamente quería creerle. Como nunca, el viaje fue maravilloso, los niños jugaron y se divirtieron sin excepciones. Ver como integraban a Dennis y Sebastián tocó una fibra sensible en el corazón de Melinda y finalmente se relajó. ¿Qué había cambiado? No lo sabía, pero le gustaba esta versión de los niños. ―¡Melinda! ―Gregor gritó al ser atrapado por un forastero. ―Por favor, sálvame. ―Ella sin dudarlo corrió en su dirección. ―¡No! ―Gritó al verse atrapada. ―¿De verdad creíste que podías ganarte nuestra confianza? ―Gregor la miró con burla. ―Ellos estaban de paso así que hicimos un trato. ―Agrandó la sonrisa. ―No atacarían la aldea y, en cambio, nosotros te dábamos como tributo. ―No, Gregor, por favor. ―Melinda intentó soltarse, pero el hombre la tenía bien agarrada y el filo en su cuello le evitó transformarse. ―El alfa no está, así que debía hacerme cargo. ―El niño se encogió de hombros. ―Qué muchacho más inteligente. ―El hombre lo soltó. ―Por darnos a este manjar, te dejaremos ir. ―Miró al resto de los niños. ―Pero ellos vienen con nosotros, los venderemos como esclavos.
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