— Señora Graciela, ¿Qué hace usted aquí? — preguntó Elizabeth sorprendida, ya que ella había entrado en la habitación sin llamar antes a la puerta. —No veo por qué te extraña que haya entrado a la habitación de mi hijo, te recuerdo que esta es mi casa y puedo entrar cuando yo quiera. — Disculpe señora, sé perfectamente que esta es su casa, pero esta es la habitación que comparto con Ángel Gabriel, por lo tanto, debería tener un poco de respeto. — Mira jovencita, no pienso discutir eso contigo, además vine a traerte esta ropa que ya no uso, porque tengo entendido que no trajiste nada de ropa, cosa que veo un poco extraña, puesto que si sabías que te casarías con mi hijo, debías haber estado preparada. Rosarito, que se encontraba presente, solo observaba y tenía una expresión de desa