Al día siguiente… Había sido una noche muy larga para Elizabeth, no pudo dormir, no dejaba de pensar en lo espantoso que era para ella, saber que se había enamorado de su propio hermano. No había querido salir de la habitación, estaba muy deprimida, le hacía falta hablar con Rosarito, ya que ella siempre había sido su paño de lágrimas, pero se sentía devastada al pensar que ella también la había traicionado. De pronto escuchó que llamaron a la puerta, se trataba de María. —¡Adelante! —Buenos días señora Elizabeth, vine a decirle que el señor Gabriel vino a verla y quiere saber si puede pasar. Elizabeth palideció, las manos comenzaron a sudarle, mientras un escalofrío la invadió por todo su cuerpo, a la última persona que quería ver, era a Gabriel. —Señora Elizabeth, se ha pues