Pov Arturo Abad Un rato después de que la doctora se fuera de la casa, mi padre ya me estaba llamando, de seguro se había enterado que Roberto estaba en prisión. Pidió que fuera a casa necesitaba hablar conmigo. Esta vez fui yo quien condujo directo hasta allá. Mi padre me estaba esperando en su despacho. Cuando entré me quedé estupefacto al ver a Roberto, ¿Qué estaba haciendo aquí? Apreté mis puños con fuerza, mi cuerpo se llenó de irá y mi mandíbula se contrajo al mismo tiempo. - ¿Fuiste capaz de pagar la fianza de este imbécil, padre? - Le reclamé con voz ronca. Mi mirada estaba fija en él quien sonreía de forma arrogante. Mi padre clavo su mirada en mí y se posiciono en el espacio entre Roberto y yo. - ¡Cálmate Arturo! - me ordenó alzando la voz, pero ya no era un niño peque