Pov. Anna
Nunca había sentido tanta desesperación en mi vida. Jamás me paso eso de sentir miedo, siempre viví mi día a día como si fuera el último.
No era por mi enfermedad que lo hacía, para nada, era porque nosotros éramos los condenados y eso traía consigo una serie de situaciones mucho más complejas, porque literalmente podíamos morir, cada día de nuestra vida.
No vivíamos asustados, no teníamos miedo, estábamos acostumbrados. Aquello significaba un poco de diversión para nosotros.
Excepto ahora. En este momento yo no servía, estaba paralizada, ni siquiera podía pensar correctamente, porque lo único que veía era su sangre, brotando justo dónde se encontraba la base de su corazón.
Si no había dañado una capa de músculo cardiaco, era un milagro, pero todo se veía mal, tan mal que e
