Capítulo 41 El almuerzo de Gabriela Sin pensarlo, me tiré en la mullida cama cayendo rendido ante el sueño. De nuevo, no sé cuánto tiempo transcurrió, pero me levanté de mal humor con el sonido del teléfono de la habitación, esta mierda parecía una maldita pesadilla, esta vez respondí sin pensar y la voz sugerente de la rubia de la recepción ayudó al crecimiento de la recién aparecida erección “Buenas tardes, señor Quintana” Esto, definitivamente, colabora con el crecimiento de mi mal humor y le respondo “¿Eres la rubia de las grandes tetas de la recepción?” Obviamente es una pregunta a sabiendas con la única intención de incomodarla, pero, quien se iba a imaginar semejante desvergüenza “Si, definitivamente, soy rubia y tengo grandes tetas, pero me gusta que me llamen por mi nomb