Entrevista

4771 Words
Perdió el apetito y le costó mucho poder quedarse dormido. Mientras tanto la señora Graham aún contemplaba el aroma masculino adherido a su piel, algo que la hacía suspirar una y otra vez. Mantenía su bata de baño, recostada sobre su inmensa cama con cobijas en varios tonos de rosa pastel. Meditó profundamente toda la noche las palabras que él le había dicho y no logró dormir casi nada. En sus profundos pensamientos, descubrió que se había enamorado y no sólo como un capricho sino de verdad, se sentía muy atraída a ese jovencito con cada poro de su piel, lo cual la hizo soltar una amplia sonrisa y a su vez no poder reprimir el raro sentimiento de consternación que la alertó. Muchas veces antes había tenido hombres a su disposición, cada uno de ellos sabían darle lo que buscaba, sin embargo, todo era primitivo, salvaje, donde era arrastrada hacia la profundad de una marea desenfrenada que a como iniciaba se acababa. Un par de veces ocurrió que ellos satisfechos incumplían al acuerdo al enamorarse de ella y otros lo quebrantaron por tomar su propio camino, a lo que ella respondía con un alejamiento pasajero hasta que volvía a verlos y la pasión surgía si ella lo consideraba a su favor; volvían a su cama. Con unos aún mantenía conversación por ser personas incluidas como sus socios en franquicias de organizaciones que ni sus hijos conocían. No todos eran muy jóvenes ni nadie era lo suficientemente maduro. A pesar de sus oscuros secretos y mantener una vida muy contraria a lo que ella aparentaba al ser una mujer solitaria, nunca antes se había topado con un hombre que le diera esa sensación de calor, uno que la abrigaba desde adentro inundándola no de una simple satisfacción sino de una onda de vida que la estremecía hasta llegar a su alma. Mantendría la calma, sin permitir que esa alma que creía dormida y rota, tomará parte en un juego donde ella debía seguir teniendo el control. No se permitiría a sí misma una sombra que animará su consciencia para convertirla en una verdadera estúpida enamorada, como una vez le pasó. Ella sabía que, ofrecer su soledad por amor, era lo mismo que pegarse un tiro en la frente y pretender que quien lo hiciera saliera ileso. Mantenía el lema que una sola vez es válido tropezarse con una piedra desconocida en el camino, el resto de las veces que se le encuentra se le evita a toda costa. El capricho de tener un nuevo compañero de juegos en el arte de la libídine, le había enseñado que siempre existe alguien que ponga a prueba cualquier lección aprendida y que cuando un hombre sabe hacer lo que debe, es imposible que no pueda tocar a un corazón que ha estado congelado. Al amanecer Fred se dirigió a la ducha, mientras el agua fría caía en su cabeza deslizándose a su cuerpo, en el silencio apreció una voz suave que parecía susurrarle desde lo más profundo de su ser, invadiéndolo, encubriendo cualquier advertencia de su consciencia y de cualquier moralidad de la que estuviera acostumbrado. La señora Graham había logrado grabársele en sus propios sentidos. Toda la noche soñó con ella, anhelando encontrarse con una situación similar donde sus manos parecían verse perfectas en esa piel de seda que lo invitaba a perderse y enloquecerlo. Aún bajo el agua fría, sentía el aroma de su perfume dulce- floral que parecía impregnado a su propio instinto masculino, recordaba sus cálidos quejidos llenándolo de satisfacción casi al instante. Se sentía atrapado en una especie de red de seducción en la cual a pesar de poder huir no quería escapar, como una indefensa y pequeña presa de una poderosa tarántula, uno que con tal de sentirla apoderándose de él una vez más y de su instinto a cambio le entregaría su propia vida. Aún meditabundo terminó de tomar un baño, se vistió y fue hasta su motocicleta, la cual dejaba en el patio trasero. Después de pasar la puerta para servidumbre, movió la llave del switch para llevarla tan sólo empujando como acostumbraba, hasta que a una distancia considerable de la casa la encendía, todo para no irrumpir en su contrato de renta de la habitación con la atractiva Señora Graham. Solía conducir a alta velocidad para ahorrarse algo de tiempo, pero ahora simplemente sus pensamientos parecían volar sin rumbo, entre ellos el deseo de volver a casa lo más pronto posible para encontrarse con esa dama que lo había hechizado, quería darle rienda suelta a cualquier cosa que ella le provocara sin arrepentimientos. Fred no sabía de descansos, trabajaba de recorrido. Entre semana entregando paquetes con una de las motocicletas de la compañía y el fin de semana colaborando con el área de empaque y embalaje, era rara la vez que los sábados por la tarde lo enviaban a descansar por falta de cartonaje para empaquetar por asuntos de shipping en la naviera o aduanas por el clima, de lo contrario trabajaba de lunes a domingo. Ya había podido ahorrar lo suficiente como para comprarse una nueva motocicleta. Esperaba únicamente lo necesario para invertir. Le alegró percibir un pensamiento que no fuera acorde al de recordar las curvas de la señora Graham. Al estacionar la motocicleta en el parking de la Fábrica de Envíos, observó a un tipo recostado al lado de otra motocicleta, unos años más antigua que la suya. Parecía pensativo y fumaba un cigarrillo. Fred se quitó el gorro que llevaba sobre la cabeza y abotonó los cierres de su chaqueta de mezclilla. Para el trabajo por seguridad era necesario utilizar calzado en botas al tobillo con punta de acero, de uso industrial; cuyo calzado llevaba puesto. Asomó su mirada a él al tomar su mochila, se aseguró de llevar lo necesario antes de dejarla en los casilleros. Tomó su móvil y se dio cuenta que faltaba más de media hora para que se cumpliese la hora de entrada. No había cenado y quería beber un café antes de entrar. El tipo lo observó fijamente, y lanzó la colilla del cigarrillo al suelo. —Mileva. Fred Yosif Mileva. ¿Eres tú? Fred lo observó fijamente sin que le pareciera conocido. —Soy Corey ¿Ya olvidaste nuestros años en el trabajo en la planta de energía eléctrica? Fred sonrió. Recordando de una a ese entrañable compañero de trabajo hacía ya mucho tiempo atrás. Parecía mayor y había adelgazado bastante. —No, por supuesto que no. Me dijeron que te habías ido del país, buscando una oportunidad en el extranjero, no mucho después que te fuiste cerraron la planta. —Sí lo supe, intenté vivir por allí algún tiempo, pero los de emigración me atraparon. ¿Cómo te ha ido? —Manteniendo siempre el ideal de durar en el empleo. Se estrecharon de manos amistosamente. —¿Cómo está tu esposa? —Preguntó Corey con una sonrisa.  —¿Esposa? No. No, tengo esposa, ni hijos. Corey lo miró desconcertado. —Estaba convencido que serías el yerno del Señor Miller, Kira parecía muy afanada en… Kira había sido una exnovia que había tenido en un trabajo cuando sostenía sus estudios en secundaria, tenía diecisiete años. Ella era hija de un médico que se había mudado al pueblo. En su momento se sintió muy atraído a ella, pero la chica aun siendo algo suyo, se comprometió con otro y se casó. Ni siquiera terminó debidamente con él, su primer desacierto en el amor. —Pues no, no se dio nada para bien entre ambos, hace mucho que no tengo una—Quiso decir mujer, pero al recordar a la señora Graham cambió de palabra—Novia. —¡Mientes! —Exclamó Corey con una sonrisa incrédula. —No, es la verdad. ¿Qué hay de ti? —Curioseó Fred deseando no dar más explicaciones a su compañero. —Pues si me casé, pero no funcionó, ya sabes la distancia. Ella terminó enamorándose de un tipo que si pudiera dedicarse a ella, no la culpo. Tengo dos hijos, y los veo de vez en cuando. En otras palabras, tengo la libertad de una vida solo a cambio de pagar una pensión alimenticia. ¿Vives en la ciudad? Fred meditó cada palabra que escuchó. —Lo siento mucho. —No te preocupes, a veces hay que elegir. Quería que estuvieran bien ella y mis hijos, pero a pesar de eso, creo que ella tenía otros planes en mente. En fin, la vida es así. ¿Vives por aquí? —Rento una habitación en los alrededores, mi situación no ha cambiado mucho. Podría decir que es parecido a como recuerdas. Corey asintió. —Pues ni tanto. Creciste mucho, recuerdo que no eras tan alto, ya eres todo un hombre. ¿Vives solo? —Sí, desde hace diez años. Corey respiró hondo, cruzando ambos brazos sobre el pecho. —Sabes, haz hecho lo mejor, sinceramente te felicito. Eres un hombre inteligente y valiente.  Me alegra que no te hayas arriesgado a quedarte con alguien directamente para no estar solo. Fred soltó una sonrisa. —Estuve tentado, pero ni modo, no se dio. Corey sonrió también. —No pasa nada amigo. Tendrás suerte si no buscas algo formal. En la ciudad no es como en el pueblo, aquí las mujeres son más desprendidas, además si entras en eso de la tecnología y las r************* , te sobran las opciones y te hará falta tiempo para conocer a muchas mujeres. Fred sintió unas palmadas en el hombro. —No lo creo Corey. Si una persona puede fingir, mentir e ilusionarte teniéndola al frente y conociendo quien es, no imagino lo que se lograría en las r************* . Por necesidad he tenido que usar algunas cosas, ya que en la búsqueda de trabajo todo va innovando, pero no estoy de acuerdo que eso produzca cercanía entre dos personas, creo que es ridículo enamorarte de alguien por una buena foto, no sé no me termina de convencer. Creo que funciona más cuando ya conoces a esa persona y posteriormente mantienen comunicación, pero si es tu modo de entretenerte no te robo el ánimo. Corey soltó una carcajada. —No Fred a mí la cara de idiota no me la verán dos veces. A mí me ha funcionado bien, he tenido buenas experiencias, principalmente cuando ahora todo es simple si sabes actuar, ya sabes, no sentimientos. No me involucro sentimentalmente la pasó bien, y no me quedan los problemas como sucede en una relación tradicional. Fred inclinó la vista. Al parecer su corazón y manera de ver el mundo no podría encajar jamás en el mundo de su amigo. Prefirió no mencionar nada más al respecto. —Sí, creo que depende de que busques. Bien, tengo que dejar estas cosas. Te veo luego. —Seguramente. Trabajaré aquí solo fines de semana. —Hasta mediodía. Fred ingresó a la fábrica por fin. Se tomó el café de prisa y comenzó labores a la hora debida. Se dirigió a la prensadora, colocó una bovina de plástico, luego volvió a la correa transportadora para cerciorarse de que todo funcionaba correctamente. Pasó un rato y volvió al área de bodega para acomodar el cargamento que acababa de llegar. Escuchó a uno de sus compañeros hablarle. —Fred, quieren hablar contigo ya sabes quién. Ha preguntado por ti desde hace veinte minutos. —Gracias. De una supo que algo no muy bueno le esperaba. Con ese presentimiento arremetiendo sus pensamientos, subió el graderío para segunda planta. Se asomó a la oficina tocando a la puerta antes de entrar. —Pase—Acudió la voz del Señor Boyan. —Señor me dijeron que quería hablar conmigo. —Sí, así es Fred. Le sorprendió ver que su jefe se puso de pie para cerrar la puerta que había quedado entre abierta. —Lo he llamado porque haremos algunos cambios en el personal. Me han dicho que es muy bueno atendiendo el control de cargamento, y llevando inventario. Hemos reducido personal y queremos que sea parte de Bodega y monitoreé el envío de transporte. Estará a prueba un par de semanas para ver si es competente en ese puesto. Fred respiró profundamente. No todo era tan malo para esta ocasión al menos no se quedaría sin empleo. —¿La paga será la misma? —No, quizá aumente porque tendrá que estar también de noche. ¿Qué decide? —Lo acepto—Contestó sin dudar. —Bien, vaya con Charles, él le mostrará cómo estar correctamente en oficina para que monitoreé los cargamentos, me conviene que cambien turnos en unas semanas. Desde hoy fines de semana en envíos y entre semana Bodega. —Gracias. Señor, pero antes necesito pedirle un favor. Él lo vio fijamente. —¿Qué favor? —Un permiso. Pensó un momento antes de responderle. Luego verificó en su computadora algunos datos. —Al parecer no ha dado problemas desde que lo contrataron, además me aparece que nunca ha solicitado un permiso. ¿Para cuándo lo necesita? —Hoy por la tarde. —Mmm. De acuerdo, a medio día podrá retirarse. Dígale a Charles que se encargue solo por hoy jornada completa en compañía de George. —Se lo agradezco, Señor Boyan. Tal como se lo pidieron a mediodía dejó su lugar de trabajo. Conducía en su motocicleta a toda velocidad el trayecto acostumbrado para volver a La Mercedes. Una cuadra antes apagó la motocicleta. Se bajó parqueándola a un lado de la acerca de una larga pared que colindaba con la mansión, se recostó sobre la moto colocando el caso sobre una de las manijas, de pronto una idea vino a su mente de golpe. “¿Con que ropa se supone que me presentaré para esa entrevista?” Meditó por más de diez minutos. Recordó a algunas amistades que había hecho a lo largo de sus años en la fábrica sin poder saber si algunos de ellos podían prestarle un traje formal, luego en la posibilidad de alquilar uno, aunque tuviera que comprar los zapatos, al final llegó a la conclusión que no tenía otra elección más que usar dinero de sus ahorros para ir a comprarse un traje. Movió el switch del started de la motocicleta para moverla e ir de regreso a la parte aglomerada de la ciudad, esa parte donde había centros de entretenimiento, y grandes tiendas. Nunca le llamó la atención ir a esos grandes polos comerciales al norte de la ciudad por su voluntad, ya que nunca se sintió acorde para instalarse en un lugar donde solo la gente adinerada va para entretenerse, no era que no le gustará, sino que entretenerse allí era demasiado caro, quizá la mitad de su sueldo ni siquiera alcanzaba para comprar un par de cosas que aparecían en esos aparadores. Así que, para él ir por asuntos que no fueran de trabajo, siempre le pareció absurdo, aunque muchos iban tan sólo a ver. Sin remedio para todo hay una primera vez, se dispuso a buscar de último momento algo acorde para esa entrevista. Se dirigió sin pensarlo más. Encontró una tienda donde halló un traje a un precio accesible, aunque a pesar de eso gastó buen dinero en comprar todo desde la corbata hasta los zapatos negros. Cruzó la ciudad a toda velocidad para poder ir a vestirse. En menos de media hora logró retornar a su habitación. Volvió a ducharse por el excesivo calor que hacía, se vistió a toda prisa y al estar frente al espejo, no podía creer lo mucho que había cambiado su apariencia al afeitarse y usar ropa nueva y tan formal. Por un momento hasta él se creyó lo que apreciaba en ese reflejo, parecía un tipo importante, además de verse mucho más joven sin la barba. Sonrió al saber que usaría de todos modos su vieja motocicleta para llegar a ese lugar.  Tomó sus documentos en un sobre manila para meterlo en un bolso oscuro de cuero que en un cinto cruzaba su pecho y al salir de su habitación no se encontró con la Señora Graham. Por un momento deseo poderla ver antes de irse, pero al reconocer que al verla desearía más que sólo apreciarla con la vista mejor aligeró el paso y dejó la casa. En media hora llegó a ese punto en la ciudad, se detuvo frente a uno de los grandes rascacielos que adornan la parte más reconocida en la ciudad por situar edificios de empresas de renombre. Ingresó al sótano del amplio edificio, observando solo automóviles de lujo estacionados, sonrió al ver su contrastante motocicleta en un área donde la única motocicleta era la suya. Usó el ascensor para llegar al nivel correspondiente. Dentro se encontró con otras mujeres quienes iban vestidas con traje formal, una de cabello corto y oscuro se dirigió a él. —Hola… ¿Trabajas aquí? —No. Vengo a una entrevista, piso veintidós. —Ya veo. Para Innova, seguramente. Es normal que muchos asistentes de gerencia vayan y vengan. En especial con una de las personas de mayor renombre en esa compañía, la señora Cooper, dicen que es imposible de tratar. Te deseamos suerte, si te quedas, soy Abigail, y trabajo en el piso quince para mercadeo. Él apenado asintió con la cabeza, hasta que el ascensor se abrió. —Cuídate. Estaré ansiosa por si decides verme. Ambas señoritas mostraron una gran sonrisa antes de que el ascensor continuara su ruta al piso correspondiente. Al dejar el ascensor se encontró con una señorita alta y tan bien vestida como una actriz para la premiación una película famosa. La parte frontal de la recepción mantenía un logo con la frase “Innova”. Tal como se lo había dicho Abigail. —Bienvenido. ¿En qué puedo ayudarle? —Mi nombre es Fred Mileva y vengo para una entrevista de trabajo, me citarón aquí a las cuatro. —Permítame verificar en sistema.  Mmmm, sí lo esperan, es en el pasillo que está por allá. Allí lo atenderá la asistente de la señora Cooper. —Gracias. Caminó hacia el lugar que le habían indicado. Otra señorita volvió a preguntarle sus datos y después de recibir su documentación, le pidió esperar. Luego de unos minutos lo dejó pasar. La oficina le pareció muy amplia con grandes ventanales y refinada desde las alfombras hasta las paredes. Al escuchar por primera vez el apellido se imaginó a una señora mayor y de mal genio. Sus abstracciones se redujeron en cuanto observó a una mujer de un traje entallado en color beige que se apareció contoneándose desde el lado de las ventanas hasta detenerse tras un fino mueble de roble. Tenía ojos grandes de tonalidad verde profundo muy alta, con excelente apariencia. —Buenas tardes—Saludó él. No pudo evitar apreciar sus ojos algo enrojecidos, daba la apariencia de haber llorado. También reconoció un cierto asombro en su mirada al fijarse en él. —Buenas tardes, entonces tú eres el Señor Mileva— Lo inspeccionó de pies a cabeza un momento. —Sí, soy yo. Ambos estaban de pie, observándose. —Entrégame tu Documento de Identificación Personal. Debo verificar algo. Él se lo pasó de inmediato. Ella lo ojeó por un rato, luego pidió por el teléfono que su secretaria ingresara. —Quiero que corrobores esta información, la necesito de inmediato. —Sí, señora. Se dio cuenta que a pesar de todo ella no le apartaba la mirada, parecía examinarlo excesivamente con sus ojos verdes. —¿Has trabajado antes como chofer? —Su voz evidenció desconfianza. —Sí, tengo experiencia en eso. —No pareces ser un chofer, pareces más un guardaespaldas o algo diferente. Él sonrió apenado. —No, señora Cooper, sólo tengo experiencia como chofer. Ella apretó los labios, se sintió contagiada al verlo sonreír. —El trabajo solicitado en el aviso es para mí servicio. No acostumbro a ser muy paciente con los horarios, ya que mi tiempo vale el oro mismo, así que, si te parece el trabajo para ser mi chofer debes estar a mi disponibilidad en cualquier momento, requiero que el interesado viva en la casa donde me hospedo con mi esposo. —¿Es necesario? —Lo es. Tendrás tu propia habitación en la casa donde se alberga el resto de la servidumbre. Sus pensamientos volaron inevitablemente hasta la señora Graham, tendría que apartarse para vivir con otra señora refinada. Antes de que el diera una respuesta definitiva, ingresó la secretaria con una hoja en manos. —Aquí lo tiene. Salió a toda prisa. La señora Cooper ojeó la hoja y la leyó. —Al parecer tienes buena experiencia en conducir, y todos tus antiguos jefes hablan muy bien de tu trabajo. No estaré en la ciudad por algunos días. Así que en cuanto vuelva tomaré una decisión. Mi secretaria te informará mi resolución pues tengo varios candidatos para el puesto— Resolvió con voz altanera y presumida. Ni siquiera lo invitó a sentarse, respiró profundamente y antes de salir la observó fijamente. —Gracias por su tiempo Señora Cooper. Le pareció una de tantas de las antipáticas, presumidas y groseras señoras llenas de cuentos que al tener dinero se sienten dueñas de hasta el respeto ajeno y del aire que respiran. Se dio la vuelta, sabiendo que, aunque el trabajo no era tan difícil como el que tenía, tendría que pensarlo muy bien si lo elegían, estar a disposición de otra versión de la señora Graham, no sería ni podría ser tan simple. Condujo de regreso a casa totalmente incómodo al usar un traje así de entallado. De nuevo dos cuadras antes apagó la motocicleta para no hacer ruido, estaba por doblar la esquina que lo conduciría al callejón que daba a la parte trasera de  “La mercedes” pero un vehículo de lujo se detuvo al cruzarse casi completamente sin respetar ninguna ley vial, impidiéndole avanzar. Casi a punto de decir una grosería, del lado del copiloto, del lujoso automóvil bajó la señora Graham. —¿A dónde te diriges Fred? —Mencionó ella en tono autoritario. Se tuvo que tragar el insulto que diría. —Vuelvo del trabajo— Mintió. Ella caminó hacia él, acercándose lo más que pudo. La atracción que ejerció su cuerpo frente a él lo erizó. —¿Adultera la verdad, señor Mileva? Su tentación mantenía un vestido en un color n***o con perlas brillantes incrustadas, a su seductor traje lo combinaba con altas zapatillas blancas. Su silueta le pareció exquisita además de apreciar el aroma dulce que se le había impregnado a la mente. Al respirarlo profundamente lo anestesió de cualquier deseo de huir de sus garras. En cuanto sintió el feroz deseo de tomarla, prefirió evadirla antes de permitir algo alocado. —No acostumbro mentir, he atendido algunos asuntos personales, señora Graham. Eso es todo. ¿Si me permite? Movió la motocicleta sujetando los manubrios yendo al frente. La señora Graham mantuvo la mirada fría y serena, subió al automóvil elegantemente al verlo pasar y sostener indiferencia a ella. Fred volvió a la habitación, sobándose la cara, tratando de asimilar lo que había pasado afuera. “¿Por qué me pasa esto cuando la tengo al frente?” Ella ejercía una atracción fatal, tanto que no era dueño de sí al verla fijamente a los ojos. Nunca antes se sintió tan aferrado en un apetito cruel como el de probar nuevamente sus labios, llenos de placer. Se tocó los bolsillos para dejar la llave en la mesa que acompañaba su cama, esa maldita cama que había sido testigo de su impulso masculino, lo cual lo había atrapado como una estúpida mosca a la sagaz red de una araña. Se dio cuenta que la había olvidado al dejarla en el switch. Maldiciendo en su interior dejó la habitación, mientras avanzaba supo que, si se la encontraba de nuevo no podría negarse a ella y a cualquier juego suyo; su cuerpo le recordó que él ya sabía lo bien que ambos se acoplaban y el encanto sin límites que podía producirse al dejarse llevar por una mujer que parecía destilar miel. Se sentía como una abeja atraída sin poderse hacerse de rogar ante el suave néctar. Regresó al patio trasero para recoger sus llaves de prisa, pues con todas sus fuerzas aun batallaba contra sus instintos por no permitir algo retorcido para su moral si ella lo provocaba.  Tal como pensó las había dejado insertadas en la motocicleta. Las sujetó en sus manos. “Estúpido, por estas llaves podrías encontrar en un juego el calor de una mujer que te encanta y que se apodera ti, desde tu placer, una que no se resiste a la pasión, pero que no te ama y se mete en tu cabeza” Apretó las llaves en sus manos, comprendiendo que lo peor había sucedido ya, si se había enamorado de ella, y ella lo complacía. ¿Quién realmente perdía?  En cuanto iba para adentro la vio parada en la escalinata, esperándolo. Él se quedó paralizado al verla, como si se encontrará de frente ante su peor temor. Una parte de sí aun luchaba por evitar seguir en el juego de la Señora Graham, pero la gran mayoría ya estaba hechizada y encantada ante su voz. —¿Por qué me evades? Sus ojos casi en un tono celeste, lo dejaron fijo en ella. Esa mirada lo invitaba a mucho más, tentándolo desde adentro. —No la evado, actúo y me dejo llevar sin remedio a la manera que usted me obliga. Sintió mucho peso sobre sí al decir la última palabra. Ella se aceró a él, contoneándose seductoramente al caminar, su mirada parecía escarbar cualquier anhelo suyo, alzándose muy dentro de sí. Él tragó saliva, tratando de ocultar lo mucho que le apetecía besarla y arrebatarle el vestido. Sólo imaginarlo, lo provocó completamente. —Dime algo, Fred. ¿Tanto te molesta que yo haya tomado lo que pasó ayer como algo sin importancia sentimental? —Susurró, mientras su mirada parecía decirle lo contrario a sus palabras, él también podía indagar en esa mirada tentadora. Ella lo veía fijamente percibiendo como todo su vientre hormigueaba, en especial al apreciarlo con ese traje que le quedaba tan a talle de un caballero, su caballero de ensueño. Ese que la hacía elevarse sin piedad a un paraíso completo que se había extingo para ella hacía mucho. Fred no pudo reprimir una cierta incomodidad expresada al apretar la mandíbula, lo perturbó su voz enunciando tan vanamente sus fríos pensamientos. —No esperaba menos de una mujer que sólo sabe vivir al parecer de sus caprichos. Cada palabra a la señora Graham le parecieron alfileres ensartándose en su piel. Ella mantuvo su compostura, aunque quería confesarle lo que él provocaba en ella y que en su duro corazón solamente él parecía avivar una llama que se convertía en un incendió voraz dentro de ella.  —Fred, la pasión es así, un susurro que nos invade con el único anhelo de vivir un momento perfecto. ¿No crees que todo es mejor así? Vivir intensamente tan solo el momento. Su fino dedo se deslizó por su pecho, él observó el recorrido anhelando que ese dedo jugueteara sobre su pecho desnudo, a pesar de la intensa pasión que le producía en la mirada de Fred se asomó una profunda decepción. —Supongo que usted está acostumbrada a dominarlo todo, pero conmigo no siempre funcionará. Una vez más se pasó a su lado subiendo un par de escalones. Ella sonrió encantándole su masculinidad obstinada y opuesta. Se volvió a él, al resolver que esas palabras significaban que quizá sentía algo más por ella. —Entonces… ¿No significó eso para ti? Un juego, un momento donde solamente somos los dos. Respiró profundamente antes de responderle. Quería contenerse de lo básico que resultaba desearla y lo mucho que le encantaba jugar ese raro capricho donde flechaba su corazón. —No creo que importe mucho lo que signifique para mí. Usted fue muy clara conmigo al dejarme dormir solo a noche y tiene razón es mejor así, somos muy distintos. Él una vez más subió las gradas hasta alejarse de ella y volver a su habitación. Por primera vez Diana quería arrepentirse de sus palabras frías con tal de tenerlo, su cuerpo ya le daba la bienvenida con solo imaginarlo sobre ella una vez más, pero el orgullo le imposibilitó aceptar que su corazón frío de a poco tomaba calor y palpitaba con fuerza cada vez que esos ojos castaños la veían y su voz enérgica sonaba, seduciéndola. Bajó las escalinatas, sabiendo que ese frenesí la volvería loca. 
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