Sin sentimientos

1153 Words
Nunca se había sentido tan satisfecha al terminar un acto tan primitivo como el que acababa de tener. Él estaba todavía respirando profundamente, le encantó notar su mirada perdida en ella, no pudo resistirse a acariciar su cabello castaño. Se sentía muy a gusto contemplándolo. Aún percibía cierta parte suya rígida sobre su entrepierna, también sentía su corazón latir erráticamente. Supo que, a pesar de eludirlo tantos años su corazón percibía un calor dulce y desconocido que la envolvía casi de un modo extraordinario. Al contemplar sus ojos una vez más quiso decirle de pronto te amo, nació así de la nada en el silencio de sus pensamientos. Pero a la misma velocidad de emerger ese inesperado sentimiento se espantó. Lo consideró una completa estupidez siquiera cavilar, cuantimás decirlo. —Creo que lo mejor será que vuelva a mi habitación— Mencionó con intención de escapar de todo aquello que se movía de repente en lo hondo de su corazón. Él notó que la mirada azulada de Diana cambió de profundo arrobamiento a frustración en seguida. Se apartó casi de un salto de él. Fue evidente notar tal consternación en los gestos de su suave rostro.    —¿Por qué quiere huir de mí? Diana tragó una bocanada de aire casi espantada de nuevo al escucharlo. ¿Tan recíproco ese sentimiento para que él acertara justamente en lo que pensaba? Respiró hondo antes de responder. —Tenemos que ser realistas Fred. No creo que sea debido aprobar algo tan absurdo como el amor entre ambos. ¿No lo has notado? Podría ser tu madre. —Expresó con frialdad. Fred suspiró sin dejar de ver la desnudez de Diana. —No me parece importante. Pero después de lo que acaba de pasar, nada sería más cruel de parte suya que me dejara dormir solo de nuevo. Diana sintió un raro sentimiento recorrerla de pies a cabeza. ¿Acaso él contemplaba lo mismo que ella había sentido? —No entiendo Fred. ¿Quieres que me quede a tu lado? —Por supuesto. No somos animales, además qué sentido tiene que vuelva a su habitación para dormir sola. Prefiero que se quede en mi cama o en mis brazos. Diana no pudo reprimir un suspiro. Se movió lentamente hasta quedar muy cerca de él. Acarició sus mejillas sonrosadas meditando lo que él acababa de decir. Todavía se movía el desconcierto en sus pensamientos. Nunca escuchó a un hombre decirle cosa semejante. —Fred, estoy acostumbrada que el deseo simplemente conduzca a un acto lleno de una necesidad corporal. Sé que eres joven y que te dejaste llevar, pero sólo fue eso un momento donde el deseo se volvió irresistible. Apartó la mano que acariciaba su mejilla. Retomó el control, desatendiendo cualquier idea que su frío corazón asomará a su mente. Él la vio alejarse hasta la puerta, caminando con sus zapatillas altas en color n***o completamente desnuda. —Es verdad, entonces… Ella se volvió de inmediato al escucharlo. Él se recostó sobre las almohadas para verla fijamente. —¿Qué verdad? —Susurró ella, sin imaginar que podría significar tal frase. Fred pensó bien lo que quería decir sin dejar de recorrer con sus ojos el cuerpo de Diana; sólo con eso percibía su deseo volver. —Que he sido muy tonto al pensar que alguien como usted tendría corazón. Diana no pudo reprimir su asombro. ¿Sabía él de los rumores? Por primera vez en su vida le preocupó lo que un hombre podría pensar de ella. Además, él parecía mirarla con la misma apetencia que se movía dentro de sí al mirarlo con su fuerte cuerpo sobre el colchón; y su m*****o aún erguido. Retomó ideas para responderle, pero justo cuando iba pronunciar vocablo un teléfono sonó. Se quedó con las palabras atoradas en la garganta. Suspiró aliviada, supo que había sido lo mejor, sin esa interrupción habría dicho alguna cursilería o una estupidez al dejarse llevar por un acto que podría resumir en voraz y perfecto. —No te preocupes. No me incomoda, responde. Se acomodó el cabello alborotado. Desvió la mirada completamente desinteresada. —No me interesa responder. Diana tragó saliva, mirándolo fijamente. Sin embargo, quien llamaba insistía una y otra vez, pues no dejaba de sonar escandalosamente el teléfono. Eso le dio el valor que necesitaba para comprender que ese acto había sido un simple instinto y el deseo dominándolo todo. Tenía que dejárselo en claro.   —Me parece que te dejaste llevar Fred, lo cual me encantó. Sin embargo, no olvides que la pasión fue hecha para consumirse sin ataduras ni razonamientos. Sé bien que lo disfrutaste tanto como yo, hemos compensado el deseo y la necesidad de nuestros cuerpos. Y eso es lo único que deberías de tener en cuenta de ahora en adelante. Pero al terminar de decirlo, notó que Fred ignoró esas palabras al ponerse de pie e ir hacia ella. —¿Está segura? ¿Eso quiere que haga? Sintió que su corazón saltó en su costado. Al percibirse a sí misma sensible y que él lo notara, buscó los pantalones con la vista. Sin dudar tomó la prenda de vestir y la pasó a las manos de Fred. —No le des más vuelta al asunto. Conmigo puedes dejar de ser un niño bueno, atiende lo que debes. Fred seriamente le recibió el pantalón. Sin buen ánimo sostuvo el teléfono para responder. No le quedó duda que ella resaltaba o corroboraba lo que le había advertido Don Paco. Se había enamorado de una mujer que desconocía o sabía muy poco, y al parecer había tomado con ligereza tal encuentro. Con circunspección respondió al teléfono.   —Buenas tardes… Sí, habla con él. Diana con un gesto indiferente se dio la vuelta sintiendo como un nudo crecía sobre su garganta. Prefirió alejarse, supo que seguir a su lado era un atentado contra sí misma. Meditando sobre lo que había pasado, a toda prisa dejó a solas a Fred. Su corazón se retorcía dentro de su pecho, reconocía que ese hombre le había proporcionado algo más que verdadero placer. Fred atendió, y supo que lo habían aceptado para una entrevista, aunque fuera domingo haría todo lo posible para pedir permiso en la Fabrica e ir. Al terminar de hablar, se dio cuenta que Diana había dejado la habitación. Cerró la puerta y se acostó sobre la cama respirando hondo sintiéndose muy apesadumbrado. No le dolía haberla amado, le dolía no haber sido amado por ella y que la historia de su vida se repitiera una vez más, una hermosa mujer lo volvía a utilizar. “Si ella hubiera sabido, que estaba dispuesto a no dejarla dormir sola nunca más” No se vistió, solamente cerró los ojos para dormir, pero su recuerdo apareció irrumpiendo en su pretensión de querer descansar. A su cuerpo volvió una vez más esa sensación exquisita, reviviendo ese instante cuando la tenía sobre sí. 
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