Capítulo 5
—Buenos días, cariño —La voz de Nicolás me hace abrir los ojos con lentitud. Estoy muy cansada. Anoche, luego de cenar juntos, tuvimos intimidad. Esta vez la manera en que él poseyó mi cuerpo fue diferente. Normalmente, Nicolás es delicado, sutil y amoroso. Pero lo de anoche fue totalmente distinto. Fue posesivo y algo brusco. Aunque siendo sincera, me gusta el sexo así, pero se me hizo extraño de parte de él. ¿Lo disfruté? Por supuesto que si, pero aun así se me hizo raro.
—¿Llamaste a Marcos? —pregunto mientras me siento en la cama frotando mis ojos.
—A las cinco de la mañana. Como vi que no despertabas, le avisé que llegarías tarde —Nicolás se encuentra de pie a la cama colocándose su corbata
—Gracias —me levanto—. Deja. Yo te ayudo.
Hago el nudo con delicadeza. Esto es pan comido para mí. Hace años que aprendí hacer esto. Tuve que ver varios vídeos en internet para que al señorito perfecto de Andy le quedara el nudo perfecto a la altura de la ocasión. Una vez exasperada lo ahorqué a propósito por perfeccionista.
«¿¡En serio, Ema!? ¿¡Que haces pensando en otro hombre que no sea tu prometido!?»
—Veo que amaneciste muy contenta. Hice un buen trabajo anoche entonces —me toma de la cintura mientras yo sigo anudando la corbata. Un ajuste más, y listo. Un nudo perfecto.
—No te creas. No fue la gran cosa —me burlo y lo empujo un poco. Nick se ríe de mi comentario y me sujeta del brazo dejando un camino de besos hasta llegar a mi cuello.
—Siempre tan dulce mi Ema. Te recomiendo usar una bufanda hoy.
«¿Una bufanda?»
Nicolás deja un último beso en mi cuello, luego otro en mis labios y se yergue en su lugar.
—Me tengo que ir. Nos vemos.
Sale de la habitación dejándome sola. Cansada me pongo de pie y camino hacia la ducha. Tengo mucho por hacer el día de hoy. Debo de pasar por casa de mi madre a saludar a mi hijo. Hoy es sábado y estoy segura de que aún debe de estar plácidamente dormido, eso me da tiempo de alistarme y desayunar con él.
Entro al baño y lo primero que hago es lavar mi rostro con abundante agua. Comienzo a lavar mis dientes para así hacer mis necesidades básicas, ducharme y salir a vestirme.
Me veo al espejo una vez más y creo que está bien así. Un pantalón de mezclilla alto, con un cinturón n***o de hebilla grande, camiseta negra sin mangas combinada con mis tenis negros, mi cabello suelto al natural y accesorios dorados.
No soy de aplicar mucho maquillaje y menos para ir al trabajo, así que basta con una base de buena calidad que aguante la jornada, sellada con un buen polvo compacto, cejas definidas y un rímel a prueba de agua y estoy lista para comenzar mi día.
Enciendo mi auto y una vez dentro marco a mi bello Sous-chef colocándolo en alta voz.
—Hola, Ema. Te puse en alta voz.
—Gracias por comenzar sin mí.
—No te preocupes. Nicolás llamó y nos dio la buena noticia.
—¿Exactamente cuál noticia, Marcos? —pregunto. Desconozco si el tema de la sociedad ya es de dominio público
—¡De tu boda mujer! ¿Qué más puede ser? Ah claro, y la sociedad…
«Por supuesto. La boda…»
Al parecer causa más sorpresa y emoción el que nos casemos a la sociedad de Nicolás.
—¡Al fin decidieron dar ese gran paso! Todos acá estamos muy felicites por ustedes dos. Aunque me comentó que aún no fija una fecha. Pero aun así estamos felices por eso. También por Nicolás y su unión al bufé
—Si, bueno… fue todo tan reciente que debemos de discutir ese detalle. Oye Marcos, pasaré por casa de mi madre a desayunar con Andrés y luego me llego al restaurante, ¿No hay problema?
—Eres la jefa. Puedes hacer lo que quieras.
Me dice con burla
—Somos un equipo Marcos, no puedo hacer eso.
Imito su voz y ambos nos reímos. Le doy gracias a Dios por haber puesto a Marcos en mi camino. Él comenzó en esto conmigo cuando no teníamos nada. Ambos nos entendimos muy bien desde el comienzo, hemos pasado de todo en este negocio, hemos tenido malos momentos, peores y buenos. Confío plenamente en él y no le confiaría a nadie más mi cocina de trabajo.
—Anda tranquila. Yo aquí muevo al equipo.
Me despido de mi amigo más tranquila y conduzco por las calles de la ciudad hasta llegar al hogar de mi madre en Fremont.
[…]
—¡Buenos días! —canturreo entrando por la puerta.
—¡Ema! ¡Felicidades! —Mi madre se acerca muy feliz y me abraza tan fuerte que me deja sin aire—. Nicolás me dio la buena nueva.
—Al parecer a toda la ciudad… —digo con ironía entre dientes
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—Ema —toma mis manos—. Creo que ya es tiempo de que ambos den ese paso. Nicolás ha demostrado ser un buen hombre y Andrés lo aprecia y respeta mucho. Necesitas esa estabilidad hija.
Mi madre siempre ha tenido la razón en muchísimas cosas. Esta es una de ellas. Pero me siento nerviosa, ansiosa por muchos motivos. Uno de ellos es que él regresó, y a parte me besé con él y eso ella no lo sabe.
—Lo sé mamá. Es solo que estoy asimilando todo. Tengo una boda que planear este año. Y no una cualquiera, sino una que exigen sea de la alta sociedad. Además, tengo mucho trabajo en el restaurante, estamos en nuestro mejor momento y no quiero dejar solos a los chicos por estar planificando una boda que se supone sería sencilla e intima.
Mi madre no me dice nada. Ella me conoce y sabe muy bien que me pongo tensa cuando me presionan.
—¡Mamá! —mi bello hijo se hace presente y me abraza aligerando el ambiente con su presencia —¿Es cierto que te casarás con Nicolás?
Mi madre me ve.
—¿Tienes algún problema con eso? —pregunto.
Cuando se trata de mi hijo, suelo ser muy cuidadosa con situaciones que lo incluyan a él. Al casarme sé que le estaré dado un padre, así que pregunto con cautela para saber que opinión tiene.
—Nick es una buena persona, mamá. Nos ha ayudado mucho y siempre ha estado conmigo, él nos quiere.
No me dice más. Sonrío comprendiendo que a su manera, me ha dado la bendición de casarme con él.
—¿Qué tal si vamos a desayunar mejor?.
Son sonrisa me encanta. Andrés corre al comedor mientras yo ayudo a mi mamá a poner la mesa para así desayunar como de costumbre los tres juntos los fines de semana.
[…]
—Quiero que te portes bien con la abuela —le digo a mi hijo ya montada en el auto—. Mañana domingo saldremos así que pasaré por ti bien temprano.
—Siempre se porta bien.
Comenta mi madre
—Lo sé mamá, pero también sé que lo consientes demasiado.
—Mi abuela me ama —el muy descarado le guiña un ojo a su propia abuela. Ambas nos reímos de las ocurrencias de este niño.
—¡Listo madre! ¡Te ha metido en el bolsillo pequeño de su pantalón!
—¿Cómo no consentirlo? —ambas nos reímos. Me despido de ellos y enciendo el auto para irme al restaurante a comenzar mi día.
Al llegar, soy recibida con aplausos y silbidos de parte de mi equipo.
—¡Ya, paren! ¡No se va a casar la reina!
Todos se ríen y se acercan a abrazarme.
—¡No!. Se casará Ema Miller, nuestra jefa, la que tiene nueve años de relación con un maravilloso hombre que le puso un anillo hace tres años y la señorita nunca se animó a fijar una fecha.
—Aún no hay fecha, Marcos.
—¡Pero es este año! —todos se ríen.
«¿Acaso no hay cosas más importantes ocurriendo en el mundo? »
—Ok, ok. Gracias por su incontrolable alegría. Ahora, a trabajar.
Cada uno se ocupa en sus labores. Yo me coloco mi respectivo uniforme de chef, sujeto mi cabello y me pongo a trabajar en el menú junto con mis colegas.
Es la hora del almuerzo y estamos a casa llena. Todos estamos acostumbrados a que los días jueves, viernes y sábado tenemos el doble de trabajo que los otros.
—Chef Ema, el Señor Nicolás está afuera. Quiere que vaya — me informa mi maître d’ entrando a la cocina. Dejo de hacer lo que esto haciendo.
Me parece extraño que Nick haya venido sin haberme comentado nada. Es algo que no me gusta. Me molesta que se aparezca sin avisar y él lo sabe. Este es mi lugar de trabajo, no la sala de mi casa. Él sabe muy bien que debe de avisarme antes. Yo no me llego a su despacho sin avisarle nada y me planto allá cuando sé muy bien que debe de estar atestado de trabajo.
—Marcos, quedas a cargo.
Salgo respirando profundo para que no se note la molestia que cargo. Saludo algunos comensales en el camino que ya son clientes habituales y cuando Frederick me guía a la mesa veo a unos cuatro hombres que se ponen de pie al verme llegar. Dos de ellos son unos señores mayores, y los otros dos de seguro de la edad de Nicolás. Todos con sus trajes caros a la medida, postura elegante dando a entender que nadan en dinero. La sonrisa de Nicolás me calma un poco. Por muy molesta que esté en este momento, debo de calmarme porque esas personas de seguro son del bufé.
—Querida Ema. Que gusto conocerte al fin —el que parece ser el mayor de todos toma mis manos y me da un beso en cada mejilla. Sonrío nerviosa pero no bajo mi rostro.
—Cariño, te presento al Señor Levy. Es el socio mayoritario del bufé.
El hombre me analiza, al parecer escaneando a la futura esposa de su nuevo abogado estrella. No me dejo intimidar por nadie. Así que no le bajo la mirada ni me muestro débil. Luego, me presenta al resto de los hombres presentes. Todos, figuras importantes en el mundo de las leyes. Tomo asiento junto con ellos y oigo los cumplidos que le dan al restaurante, la comida y a mí.
—Debo decir que tu prometida es muy hermosa, Nicolás. Sus facciones son muy finas, y también cocina muy bien. Sin duda será una buena esposa —dice uno de ellos.
«¿Seré buena esposa solo por ser de facciones finas, hermosa y cocinar bien? »
Me río y todos fijan su atención en mí.
—¿Algo que agregar, cariño?
—¡Por supuesto! Creo que el señor está equivocado. La belleza de una mujer no debe de ser un medidor para decir si será o no una buena esposa. Hay mujeres mucho más hermosas que yo y son malas compañeras de vida.
Digo sin más. El silencio se hace presente hasta que el Señor Levy suelta una gran carcajada haciendo que los demás se le unen.
—Te ha tocado una mujer con las riendas bien puestas querido Nicolás. Espero puedas controlar la situación.
Todos ríen y yo también, pero por dentro me encantaría clavarle un tenedor.
—Si lo he hecho por nueve años, considero que puedo por el resto de nuestras vidas.
Miro a mi adorado prometido manteniendo la sonrisa, pero él conoce la mirada que le estoy dando.
—Bueno, señorita Ema, a lo que vivimos. Para nosotros es un honor que Nicolás se nos una al bufé. Es un hombre muy inteligente y bastante respetado. A pesar de ser joven, se ha ganado una reputación en nuestro ambiente y eso es difícil de conseguir. Como sabrás, es imprescindible de que ambos se casen. Por ende, el motivo de nuestra visita es que queremos una fecha en este momento.
Siento que me han dado una emboscada todos estos abogados pretenciosos guiados por un líder: el viejo de traje caro que tengo justo sentado al frente de mi mirándome con una sonrisa de suficiencia. Quiero ahora enterrarle el tenedor a Nicolás por dejarse también presionar por este cuarteto de hombres que creen que tienen el mundo a sus pies.
—¿Ema? Cariño, necesitamos dar una respuesta.