Capítulo 06
Tengo la mirada de todos sobre mí. Me han puesto entre la espada y la pared. No comprendo cómo es que han convencido a Nicolás de que esto ha sido una buena idea. Además, es una decisión que nos compete únicamente a nosotros dos, ellos no tienen por qué opinar o querer controlar nuestra vida.
—Señores —me yergo en mi lugar sonriéndoles con suficiencia—. Agradezco muchísimo el que hayan venido a mi restaurante, me alegra que la comida haya sido de su agrado. También agradezco la oportunidad que le han dado a Nick. Pero con respecto a nuestro compromiso, estoy más que segura de que esa decisión es únicamente de nosotros dos —me pongo de pie—. Serán lo primeros en saber la fecha de la boda. Ahora sin más nada que agregar, me retiro, tengo mucho trabajo. La casa invita.
Me alejo sin bajar mi cabeza y camino hacia la cocina bastante molesta.
«¿Qué se creen esos hombres?»
Retomo mi trabajo ofuscada porque me siento bajo presión.
No me gusta que me impongan las cosas. No me gusta que me presionen. No me gusta que se metan en mi vida y mucho menos me gusta que quieran controlarla. Durante mis nueve años de relación con Nicolás, ambos hemos sido muy independientes el uno del otro. ¿Nos queremos? Sí. ¿Qué me ha dado la ayuda que más nadie me dio? También. Ambos hemos mantenido una relación estable y saludable a través del respeto y la tolerancia. Ahora, que vengas estos hombres a presionarlo e influenciarle que de alguna manera tiene que ejercer una actitud machista, controladora y dominante sobre mí me hace hervir la sangre. Me enerva y detona en mí actitudes que no quiero tener con respecto a mi relación con él.
—Ema. ¿Estás bien? —Marcos me pregunta mientras estoy terminando de preparar un exquisito platillo. No le respondo, me concentro en armarlo y ser meticulosa en cada detalle —¿Ema?
—Estoy bien, Marcos.
—No te creo. Pero sé que me lo dirás pronto. Por cierto, Nicolás quiere verte antes de irse.
—¡Ay! No me jodas! —Reacciono. Marcos me ve confundido queriendo saber, pero la mirada que le doy lo hace morderse la lengua.
—Está en tu oficina.
Marcos toma el platillo y se lo entrega a la mesonera. Tomo aire, me lavo las manos y camino hacia la oficina que tengo acá en el restaurante. No suelo usarla, muy poco entro porque suelo sacar las cuentas en casa. Únicamente entro aquí si necesito hablar a solas con alguno del equipo sobre algún tema delicado.
Me abro paso entre los chicos que están de un lado a otro cocinando, limpiando, cortando, lavando.
—¡Lo están haciendo muy bien! —les digo ya cruzando el pequeño pasillo que da hacia la oficina.
Entro y lo primero que hago es cruzarme de brazos observando al hombre alto que ha sido mi compañero por estos nueve años con mirada impasible.
—Estoy trabajando, Nicolás. Sabes que no me gusta ser el tipo de jefa que manda y no hace nada.
—¿Qué fue eso allá afuera, Ema?
—Eso te lo pregunto yo a ti, Nicolás. ¿Por qué esos hombres se están metiendo en nuestra vida? —Elevo un poco mi tono de voz—. No me respondas, ya va. ¿Por qué permites que esos hombres se metan en nuestras vidas, Nicolás?
Nick me observa. Como buen abogado que es, se toma su tiempo para responderme. Tiempo que no tengo porque estoy trabajando.
—¿No dirás nada?
—Cariño —se acerca con cautela y coloca sus manos en mi cintura—. Esos hombres solo quieren estar seguro de que nos casaremos. Son muy meticulosos en eso. Exigen que todos sus abogados sean casados. Suelen hacer esto, lo que no consideraron es que mi prometida esconda una fiera detrás de ese angelical rostro.
—Pero aun así, se lo permitiste.
—No pude negarme cariño, es parte de su protocolo. Volverán a insistir. ¿Lo sabes verdad?
«Eso es lo que más me irrita»
—¿Podemos hablarlo en casa?
Nick hace algo más de presión en mis caderas y me trae hace él.
—No me gusta que estés molesta conmigo —susurra cerca de mis labios—. Sabes que jamás haría algo para que te pongas así, Cariño. Hablaré con ellos el lunes en la oficina. Es más, prometo no tocar el tema esta noche, ni mañana. El lunes lo hablamos. ¿Está bien?
«Algo de paz, por lo menos»
—Ok.
—¡Vamos, Ema! No te molestes conmigo. Dame un beso. ¿Si?
Busca mis labios y por muy molesta que esté no me niego.
—Esa es mi Ema —me dice mientras nos besamos. Me río un poco y dejo que Nicolás invada mi lengua con la suya en un tierno, lento y delicado beso—. Te amo, Ema. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida
—Y tú has sido un ángel en la mía.
Ambos nos besamos con dulzura. Nicolás realmente ha sido una bendición en mi vida. Él me ha ayudado muchísimo para estar donde estoy. Pagó parte de mis estudios en la escuela culinaria, sacaba tiempo de donde no tenía para ayudarme a cuidar a Andrés. Me ayudó a conseguir mi primer local para mi primer emprendimiento. Ya luego que yo comencé a ver ganancias él me soltó y me dejó volar por mi cuenta en el mundo de lo negocios. Pero siempre pendiente, siempre aconsejándome y guiándome en el camino.
—Me gustaría quedarme por más tiempo —le digo
—Lo sé. Nos vemos esta noche en casa —un último beso y ambos salimos de la oficina.
Nicolás se despide del personal de la cocina. Todos lo aprecian machísimo, él ha sabido ganarse el cariño de todos acá, aunque con el único que tiene más confianza es con Marcos por los años de amistad entre los tres.
Ya un poco más animada, tomo la siguiente orden y me pongo en marcha a hacer lo que más me apasiona: hacer arte con la comida.
[…]
—Estoy agotada —le digo a Marcos soltando mi cabello para así liberar un poco la presión. Siempre somos los últimos en irnos del restaurante, así que ambos estamos solos.
—Ha sido una buena noche, deberías de estar feliz.
—¡Si lo estoy! Es solo que…
—La boda.
Hago silencio. Marcos me conoce y sabe que cuando algo me molesta suelo drenar eso con trabajo, tanto así que termino sin fuerzas.
—Quiero a Nicolás. Hace años me hacía ilusión con que este día al fin llegara, y ahora que debemos de fijarlo no sé que hacer.
Marcos se pone de pie, toma una botella de vino que está en una de las encimeras, la abre y sirve una copa ofreciéndomela
—Gracias.
La recibo y luego él sirve una más para él.
—Si vamos a hablar de esto. Necesitamos algo dulce para pasar lo amargo. ¿Qué te preocupa?
—¡Todo! ¡Teníamos una vida tranquila! ¡No teníamos presión por casarnos! Ahora Nicolás al fin tiene la oportunidad que tanto había deseado, pero le exigen que se case ya. ¿¡Eso es legal!?
—En su mundo sí.
Bufo
—Y ahora Nicolás está siendo más intenso de lo normal. Él cree que no me doy cuenta, pero está siendo más posesivo y territorial conmigo. ¿¡De cuando acá viene al restaurante a irrumpir mis horas de trabajo sin previa cita!? ¡Y para colmo él aparece!
—¿Él?
«Mierda»
—Ema. ¿Acaso estás hablando de…?
—Si.
Ambos dejamos de hablar. Me remuevo incómoda en la silla debido a la mirada que marcos me da.
—¿Desde cuándo, Ema?
—Anoche —declaro—. Fue el feliz matrimonio que me mandó a llamar para felicitarnos por la comida. ¿Lo recuerdas?
—Carajo. Eso debió de ser incómodo. ¿Te recordó?.
Bebo de la copa hasta el final bajo los atentos ojos de mi amigo. Ya que no tengo nada de vida social, Marcos es el único amigo íntimo que tengo. Él sabe de mi pasado, sabe quien es el padre de Andrés, sabe lo que viví con Andrew así como estoy segura de que sabe que estoy indecisa con esta boda aunque aún no se lo haya dicho. Pero esta vez hay detalles que prefiero omitir a conciencia para no ponerlo en una situación impropia con Nicolás.
—Supongo que no. Han pasado años.
—¿Crees que ha vuelto por…?
—No. No lo creo. No considero que sepa la verdad. Y le ruego a Dios que nunca la descubra, Marcos. Estoy segura de que acabaría conmigo.
—¿Nicolás lo sabe?
Niego. Mi amigo suspira diciéndome de alguna manera de que estoy en una mala situación. Vuelve a servir mi copa hasta el tope y ambos bebimos en total silencio.
Luego de beber una botella entera, o yo beberme más bien. Ambos nos disponemos a irnos.
Marcos y yo salimos del restaurante y ambos nos despedimos con un cálido abrazo.
Camino hacia el estacionamiento mientras guardo las llaves del restaurante y busco la de mi auto para así poder irme a casa a descansar. Con llave en mano me acerco a mi auto y al abrir la puerta una mano me la cierra al instante dándome un gran susto.
—Hola Ema.
«No estoy para esto»
—¿Qué quieres? —pregunto con hostilidad. Volteo a enfrentarlo y mis ojos conectan con los suyos.
—Vaya, alguien ha tenido un mal día.
—¿Qué quieres? —vuelvo a preguntar entre dientes.
—¿Por qué fijes no conocerme?
—No sé de lo que hablas.
Me volteo para abrir nuevamente la puerta, pero él la vuelve a cerrar.
—Eres Ema Miller. Mi Ema.
Afirma detrás muy cerca de mi oreja haciendo que mi cuerpo se erice por completo.
—No sé de lo que hablas.
Otro intento más de abrir la puerta, pero él vuelve a cerrarla esta vez con dureza.
—¡Eres Ema! —grita perdiendo la paciencia que lo caracteriza. O así era hace años atrás.
—¡Si! ¡Carajo! ¡Si soy Ema! Soy Ema Miller tu amiga de la secundaria. ¿Contento? —lo empujo un poco y lo enfrento mirándolo directamente a los ojos—. ¿¡Qué quieres!?
Su sonrisa ladina me estremece. Me pone nerviosa lo que debe de estar pasando por la mente de Andrew Black en este momento.
—Que admitieras quien eres en realidad —bufo y por última vez hago a abrir la puerta de mi auto. No la cierra, más bien me permite subirme tranquila. Eso hace que una alarma se encienda en mi mente alertando todo mi mundo, porque de dejarme ir de esta forma sin más, quiere decir que algo trama. Eso me pone a la defensiva porque desconozco si él sabe mi secreto, uno que lo implica directamente a él. Así que cierro la puerta sin subirme en el auto y me cruzo de brazos mirándolo atentamente.
Ha cambiado, y para mejor a decir verdad. Ya no es aquel joven delgado, ahora todo él es músculo y contextura. Su rostro también ha cambiado. Sus facciones se han endurecido, su mandíbula cuadrada me trae recuerdos que pensé no desempolvar, sus cejas, sus ojos, su sonrisa. Todo Andrew Black se volvió mejor con el pasar de los años, tal cual como un buen vino.
—¿Por qué estás aquí?
—Eso no es de tu incumbencia.
Me remuevo en mi lugar. Me muerdo mi labio inferior en un acto de contener mis insultos.
—¿Ah no? Entonces besarme ayer, y esperarme hoy con la intención de hacer lo mismo ¿no es de mi incumbencia?
—Nos besamos.
—Te recuerdo que fuiste tú quien lo hizo. Y también te recuerdo que eres casado —me acerco un poco enfrentándolo.
—Y tú estás comprometida —él da otro paso acortando la distancia—. ¿O crees que no me di cuenta del anillo en tu dedo?
—Y aun así no me estuviste —otro paso y ambos quedamos frente a frente. Su perfume entra en mis fosas nasales trayéndome recuerdos porque es el mismo de hace años.
No sé que carajos sucede conmigo que cuando lo tengo cerca no logro pensar con claridad. Menos, actuar con madurez. Su sola presencia me hace olvidar de todo a mi alrededor y eso no es bueno. Deseo besarlo con locura, tocarlo y perderme en él como lo hacía hace años atrás. Pero no puedo dejarme llevar, no es bueno, para nada bueno porque soy una mujer pronta a casarse, él está casado y para complicar más las cosas con un secreto que cuidar.
Así que cuando veo que está tan peligrosamente cerca, doy un paso hacia atrás cortando con lo que sea que haya comenzado. A mi mente vienen los recuerdos de cuando quedé sola enfrentando todo y de inmediato el sentimiento de deseo es suplantado por uno más fuerte: el odio.
—Ya sabes que soy Ema. Ahora lárgate y déjame en paz —siseo con desprecio y sin más subiéndome al fin en el auto con las ideas más claras.
Esta vez no me detiene, y por su bien es mejor que no lo haga.
—Nos volveremos a ver Ema. Tú y yo tenemos muchas cosas de que hablar —afirma.
Enciendo el auto, ajusto la marcha y salgo de ahí como alma que lleva el diablo. Suelto el aire retenido en mis pulmones maldiciendo a toda boca porque en tan solo dos días, mi vida tranquila, monótona y rutinaria, se ha complicado y estoy segura de que tiene que ser por culpa de Andrew Black.