Capítulo 4

1902 Words
Las manos que nunca pensé en volver a sentir, en este momento sujetan mis caderas quemándome. Los labios que no volví a considerar besar, justo ahora me besan con tanta intensidad que me desorientan. El tatuaje que no creí acariciar, lo toco con la yema de mis dedos mientras nos besamos. Me dejo llevar y me dejo besar por este hombre que luego de diez años sigue encendiendo en mí una llama intensa que se aviva en cada beso amenazando en quemar todo a su paso si no la detengo. —Ya veo que si me recuerdas —susurra con sus labios junto a los míos. Piso tierra cayendo en cuenta de la burrada que acabo de cometer. Lo aparto de mi dándole una gran bofetada y me concentro en dos cosas: calmar las sensaciones que siento, y seguir de indiferente. —No sé porque motivo ha hecho tal cosa, señor. Pero le exijo que se vaya. —¿Vas a seguir fingiendo entonces? —responde tocando su mejilla en un intento de no perder la cordura. Nos retamos con la mirada. Hay un silencio entre ambos. —No soy quien usted cree. —Eres Ema Miller. Mi amiga de la infancia. Te conozco más que cualquier persona en este mundo y no comprendo por qué te haces la que no sabe quién soy. Se acerca con su postura imponente tratando de intimidarme. —Y usted es el hombre que cenó en mi restaurante felizmente con su esposa y no comprendo por qué estuvo esperando por mí en este lugar solo y oscuro para besarme y luego irse a la cama con ella. ¿O está loco, o realmente me ha confundido con alguien más?. La mirada impasible que me está dando me traspasa. Pero estoy segura de que la mía llena de odio y rencor es más fuerte. Odio: por lo que me hace sentir aun después de tantos años. Rencor: por todo lo que tuve que afrontar sola. Se aleja un poco y ajusta con suma elegancia el saco de su caro traje. —Tienes razón. Disculpa mi atrevimiento —aprieta su mandíbula—. Aunque sabes que nunca me equivoco, eso no está en mi naturaleza. Pero ten en cuenta algo: eres Ema. Mi Ema y aunque finjas no conocerme, eso jamás podrá cambiar. Trago grueso. Su fría mirada me asusta. No porque pueda hacerme algo, sino porque sé que tiene razón en sus últimas palabras. Siempre fue así. Y aunque en mi vida de joven despavorida y desenfrenada no lo quise aceptar, luego de esa noche me di cuenta de lo que afirma. Lo veo alejarse y subirse en su auto. Yo sigo de pie sin poder creer que él ha vuelto y me ha reconocido. Y para mi mayor desgracia me ha besado, y para colmo a mí me ha encantado que así lo hiciera. Sale del estacionamiento a toda velocidad. Yo suelto todo el aire que tenía retenido y con manos temblorosas abro la puerta de mi auto. Una vez dentro, grito y golpeo el volante como una loca. —¡Dios! —peleo con el moño que tenía y lo suelto frustrada tirando la cola en el asiento del copiloto—. ¡¿Por qué has regresado Andy?! —pregunto al silencio. Tomo aire y enciendo mi auto. Necesito salir de aquí. Necesito llegar a casa, ducharme para bajar esta calentura. Tomarme una copa de vino para olvidar este momento, y dormir para no sentir lo que siento. Conduzco hacia mi casa y aunque la noche en las calles esta movida, en mi mente no proceso otra cosa que no sea él besándome. Cuando lo vi, algo en mí se despertó nuevamente. Un sentimiento que pensé jamás volver a sentir. No miento al decirles que me sentí algo feliz en volverlo a ver después de tantos años. Se nota que es un hombre exitoso y poderoso. Sin duda alguna, Andrew Black se ha convertido en el hombre que siempre dijo que iba a ser. Eso me da gusto y me hace muy feliz. Aunque esa felicidad se haya ido al caño cuando lo vi felizmente con su esposa. —Idiota. Ni siquiera me invitó a la boda. Llego a mi casa. No es una mansión, pero es lo que siempre quise tener. Es cómoda, cálida y muy hogareña. Estaciono el auto y me doy cuenta de que las luces están apagadas. Algo muy raro, ya que mi madre suele esperar a que yo llegue a casa. Camino algo rápido y abro la puerta buscando con la mirada a mi hijo. —¿Andrés? —entro y camino directo a las escaleras. —Pensé que nunca ibas a llegar. Carajo Me detengo de inmediato y giro hacia el comedor. Ahí de pie junto a una mesa ya preparada se encuentra Nicolás Prexton. Exitoso abogado de la ciudad y mi prometido. —¡Nick! ¡Dios mío! Me has asustado —llevo la mano a mi pecho calmándome—. ¿Cuándo volviste? —me mira contrariado por mi manera de hablarle—. Lo siento, es el shock de la sorpresa —Me acerco a él y le doy un beso delicado en sus labios. Pero a diferencia de mí, las intensiones de mi prometido son otras. Me sujeta fuerte de la cintura intensificando el beso. Me siento extraña ahora que lo veo. Un breve recuerdo viene a mi mente de mi momento con él en el estacionamiento, así que me alejo un poco de Nick y lo invito a sentarnos para así hablar. Necesito distraerme y estar calmada porque lo que menos quiero es que él se dé cuenta que estoy ocultándole algo muy delicado. Quiero a Nicolás. Fue quien me extendió la mano cuando quedé sola con un niño que criar. Se convirtió en alguien muy importante para mí desde ese entonces. Luego inevitablemente una cosa llevo a la otra. Pasamos de ser amigos a novios, y hasta tres años atrás estamos comprometidos. Nunca hemos hablado de planes de boda, nunca hemos fijado una fecha. Él está lleno de mucho trabajo al igual que yo. Aunque de los dos, él es quien viaja mucho por negocios, yo, en cambio, me he mantenido en la ciudad siempre. Mi hijo lo respeta al igual que mi madre, ambos le tienen mucho cariño y aunque Andrés sabe muy bien que él no es su padre biológico, lo respeta como si lo fuese. —¿Dónde está Andrés y mi madre? —pregunto una vez sentados. —En casa de tu madre. Les pedí la noche para poder cenar juntos. Necesitamos hablar. Asiento pensativa. No sé a qué viene esto. ¿será que se habrá dado cuenta de algo? ¿Me habrá visto? —¿Estás bien? Te noto algo tensa y nerviosa. —¡No! Es decir, estoy bien, Nick. Solo estoy algo cansada, hoy fue un día bastante movido en el restaurante —sonrío—. ¿Qué quieres hablar? Nick toma mi mano y acaricia el anillo de plata con un delicado diamante que hace tres años me puso con la promesa de hacerme la futura señora Prexton. —Me ofrecieron unirme a una de las firmas de abogados más importantes de la ciudad. —!Eso es fantástico, Nick! —me alegro realmente por él. Nicolás estudió dos carreras a la par: leyes y negocios. Así que uno de sus sueños siempre fue ser socio de una firma de abogados importante—. ¡Cariño, eso es fantástico! —tomo su rostro y le dejo un beso lleno de mucha felicidad—. ¿Cuándo te dieron la noticia? —Apenas anoche. Por eso volé de inmediato a Seattle para poder celebrar contigo. —Gracias por venir y compartir este valioso momento para ti —dejo mi lugar y me siento en sus piernas—. Estoy muy orgullosa. —Querrás decir para nosotros. Además, Ema, no vine nada más para contarte la noticia. Vine también porque debemos de hablar de algo muy importante. Me tenso de inmediato —¿Ah si? —Si —aparta mi cabello y comienza a besar mi cuello. Me relajo un poco debido a la placentera sensación que eso me provoca —. Siempre me he preguntado cuál es el significado de este tatuaje. Es curioso que llevo nueve años besándolo y aún no sé que significa. Abro mis ojos y el placer se va por la puerta grande. Me aclaro la garganta y me volteo a verle. —¿Qué es lo que debemos hablar? —pregunto cambiando el tema. Sus oscuros ojos me observan. Me está analizando. Lo conozco y como buen abogado que es, tiene ese instinto de analizar a las personas y dar en el clavo. Por ello no bajo la mirada, lo veo directamente a los ojos rogándole a Dios que no se dé cuenta de que le oculto algo. —Cariño —vuelve a sonreírme—. Una de las condiciones que me exigen para poder pertenecer a la firma de abogados, es estar casados. Ellos ya saben que estoy comprometido. Como también son consientes que no debe de ser una boda simple, ya que asistirán socios importantes de la alta sociedad. —Ok. Respondo tranquila —Cariño, debemos de fijar una fecha. —Está bien. —Ema. ¿Estás consciente de que debemos de fijar una fecha pronto? Abro mis ojos dándome cuenta de la situación. —Me estás queriendo decir que… —Que debemos de casarnos este año Ema —siento que me va a dar un ataque—. Han hecho una excepción conmigo. Me han permitido ser socio y empezar a trabajar con ellos desde hoy, pero con la única condición de que nos casemos este año. —Dime que me estás tomando el pelo… —No. Esto es en serio mi amor —se ríe—. ¿En algún momento iba a llegar el día, no? ¿Cuál es el problema? «Qué me besé con un hombre que no eras tú y aparte lo disfruté. Y para colmo no un hombre cualquiera. Y añadiendo a eso: el ser que más desprecias por haberse llevado mi corazón hace diez años el día en que se fue» —Ninguno. Es solo que no me lo esperaba. Sonrío. Nick acaricia mi mejilla y besa mis labios. Quiero a Nick, con todo mi corazón lo quiero. Él me encontró en el peor momento de mi vida. Estaba con un bebé recién nacido, había dejado mis estudios, me mudé de vecindario y estaba rota, con la vida enredada por lo difícil que fue para mí ser madre soltera sin una estabilidad económica y un título. Tocándole a él la peor parte, ya que desde que nos conocimos supo que mi corazón ya tenía dueño: uno que se había ido de la ciudad dejándome a mí con algo más que un corazón roto en mil pedazos. Un hombre que él conoce aún sin verlo, un nombre que al pronunciarlo le deja un mal sabor de boca. Un hombre que lo ha atormentado como si fuese un fantasma que aparecerá en cualquier comento y le dará el susto de su vida. El único hombre que aun sin estar presente durante los años que han pasado, hacen que toda la seguridad de Nicolás Prexton se vaya en picada. Y ese hombre es Andrew Black
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