Capítulo 3

1985 Words
2022 10 años después —Andrés, querido. ¡Vamos arriba! Debes de estar temprano en la escuela hoy! —ya mi tono de voz no es dulce y mucho menos cariñoso, le hablo con carácter al pre adolescente que está cómodamente acostado en su cama—. Andrés Miller, te doy diez segundos para que te levantes de esa cama, o te las verás conmigo —en cuestión de microsegundos mi bello hijo se levanta y camina directo hacia el baño—. ¡Te amo! —Le grito con una sonrisa en mi rostro. Vuelvo a la cocina y me dispongo hacerle su desayuno. Hoy tiene una exposición sobre el calentamiento global y necesita estar un poco más temprano para ponerse de acuerdo con su grupo y organizarse. Me muevo con agilidad. Esto es lo mío. Siempre he amado la cocina y uno de mis sueños siempre era tener mi propio restaurante, y aunque no fue para nada fácil, con mucho esfuerzo, trabajo y dedicación pude graduarme de la escuela culinaria. Pasé por mucho. Siendo madre soltera tuve que organizarme bien para estudiar y trabajar, pero diez años después puedo apreciar el fruto de mi trabajo. Soy dueña de un restaurante exclusivo de la ciudad, es pequeño, pero nos hemos ganado el respeto de muchos y gracias al equipo que formamos, somos muy conocidos en Seattle. —Ya estoy listo —dice mi bello hijo entrando a la cocina vestido con su uniforme. Le sonrío y le sirvo su desayuno antes de que se vaya. Mi hijo ve lo que le acaba de poner en la mesa y se ríe, ya que no es nada del otro mundo: unos simples huesos revueltos con pan tostado—. La abuela tiene razón contigo mamá —¿A qué te refieres? —Pregunto mientras limpio un poco antes de salir —Ella dice que contigo en casa se aplica el famoso dicho que dice: casa de herrero, cuchillo de palo —responde tranquilo mientras come y yo lo observo sorprendida —No debería de dejarte mucho con tu abuela —Tranquila mamá, pasas todo el día cocinando, comprendo que en casa no desees hacerlo. Además, me gusta la comida simple —sonrío con dulzura sintiéndome la madre más feliz del mundo. Amo la cocina, amo cocinar, pero hay días donde estoy tan cansada que simplemente no quiero esforzarme nada a la hora de preparar una comida en casa, y él, mi amado hijo lo sabe, y lo que más aprecio es que no me juzga ni se queja de ello —Contigo, me gané la lotería —le guiño un ojo y le lanzo un dulce beso. Corro de inmediato a mi habitación a tomar mi bolso, las llaves de mi auto y mi móvil. Ayer jueves tuvimos la casa llena, y hoy viernes también tenemos muchas reservaciones y estoy segura de que será más movido el día hasta altas horas de la noche. Mi hijo ya está acostumbrado a esta rutina: yo lo llevo al colegio todos los días, mi madre es quien lo busca y se queda en casa con él hasta la noche que yo regreso de trabajar. Normalmente llego a eso de once de la noche, pero cuando es fin de semana, suelo llegar un poco más tarde y él lo sabe, y aun así me permite acurrucarme con él, abrazarlo y mimarlo un par de horas antes de irme a dormir—. Ok Andrés, la abuela te buscará como siempre al salir del colegio, si gustas, puedes pasar por el restaurante con ella a comer algo o venirse a la casa. En el refrigerador hay lasaña y pizza —¿Irónico, verdad? Por eso mi mamá y mi hijo se burlan de mí con respecto a la comida en casa—. Muy bien, ¿Listo? —mi hijo asiente y ambos salimos de casa hacia el colegio. Me encuentro ya en Bocca Restaurant, mi segundo hogar. Aquí ofrecemos una fusión de sabores a la hora de preparar los platillos. No nos inclinamos a un estilo en general, solemos inventar, fusionar y crear platos exquisitos inspirados en muchísimas culturas. Fue la visión que tuve desde el comienzo y ha sido nuestra punta de lanza en la ciudad. Ofrecemos almuerzos y cenas, así que como todos los días, nos encontramos bien temprano todo el personal para prepararnos y abrir para nuestros comensales. Al llegar, me recibe mi Sous-chef. Es mi mano derecha y es quien se encarga de abrir mientras que yo me ocupo de Andrés, confío plenamente en él y es quien ha estado conmigo desde el día cero. —Hola Marcos —lo saludo con un abrazo y mientras hablamos de lo que haremos hoy, me comienzo a colocar mi bata de chef y a repasar el menú de hoy junto con el chef de estación, los dos cocineros, la asistente de cocina, el maître d’ y las meseras. Tenemos todo listo y comenzamos de inmediato a preparar desde la cocina hasta el lugar afuera donde nuestros clientes seran recibidos. Nos ha llegado la noche, hemos trabajado sin parar durante todo el día, gracias al cielo que hemos tenido la casa llena y hemos recibido muy buenas opiniones el día de hoy. Decir que estoy agotada es quedarse corta, pero amo lo que hago, amo mi trabajo y ni el cansancio me harán borrar la gran sonrisa que tengo en mi rostro. Afuera todas las mesas están llenas, todos disfrutando de una deliciosa, exquisita y elegante cena con sus respectivas compañías, mientras que nosotros aquí en la cocina no paramos de trabajar. —Chef Ema —me dice mi maître d’ al entrar a la cocina. Dejo de hacer lo que estoy haciendo y le presto toda mi atención—. Afuera están unos comensales que desean felicitarla por la comida. Son un matrimonio, y quedaron encantados con lo que les preparaste. Además, son nuevos en la ciudad y se ve que tienen mucho dinero —sonrío con muchos ánimos, ya que cuando estos momentos ocurren no puedo evitar sentirme orgullosa. Además, es publicidad para nosotros, ya que ellos de seguro hablarán de nuestro restaurante a sus amigos, los cuales son posibles clientes potenciales. —Marcos, quedas a cargo, ya regreso —Marcos asiente y de inmediato me lavo mis manos y las seco muy bien. Me cercioro de que mi bata este limpia y sin ninguna arruga. Peino un poco mi cabello, aunque no mucho porque tengo un moño bajo sujetándolo muy bien, me veo rápidamente en el vidrio de uno de los refrigeradores por si tengo algo en mi rostro, y listo, salgo con una espléndida sonrisa a recibir algunos halagos. Mi maître d' o mejor dicho; Frederick, me guía hacia la mesa de la pareja. Decir que estoy nerviosa es poco, mi corazón late muy rápido y tengo que sujetar mi paño de cocina muy fuerte para drenar un poco la sensación. Noto al feliz matrimonio porque de inmediato se ponen de pie, y en cuestión de segundos mi corazón se desboca. —Señores, les presento a nuestra Chef, la mente maestra detrás de cada platillo. La Chef… —no lo dejo terminar, me anticipo y estiro mi mano a la alta rubia delgada y preciosa. La feliz señora, la cual me mira con una sonrisa espléndida extiende su fina y delicada mano hacia mí aceptando mi saludo —¡Un placer conocerla! Déjeme decirle que la comida estuvo exquisita. Mis felicitaciones para usted —sonrío igual que ella dándole las gracias y fijo toda mi atención en su delicado rostro —El placer es todo mío. Me honra saber que ha quedado complacida con nuestro servicio —suelto su mano y luego toca presentarme ante él—. Un placer señor, muchísimas gracias por su presencia en este lugar. Espero que la comida haya sido de su total agrado. En Bocca Restaurant nos complacería atenderlos nuevamente. Siempre serán bienvenidos —su mirada me traspasa. Me observa atentamente y yo lo único hago es sonreír actuando con naturalidad —Felicidades, chef. Sin duda alguna el lugar nos ha encantado, y la comida más —es lo único que dice y yo lo agradezco. Observo que en efecto tiene un anillo de casado al igual que ella. Me es inevitable no observar más de la cuenta, tanto así que se me olvidó por completo donde estamos, y con quien estamos. El leve carraspeo de Frederick es que me hace dejar de mirarlo y caer en cuenta que él también me miraba —Bueno, están en su casa. Yo tengo que seguir trabajando. Fue un placer conocerlos. Con permiso. —sonrío y me alejo de la mesa lo más rápido que puedo. Al entrar a la cocina suelto el aire que tenía retenido en mis pulmones, mis manos tiemblan y me siento algo mareada —Ema, ¿Estás bien? —Marcos me pregunta bastante preocupado y es que de seguro mi cara debe de ser un poema—. Ema ¿Ocurre algo? —Creo que acaba de ver a un fantasma —le respondo nerviosa y él me mira confundido—. Es decir…. Creo que acaba de ver a alguien que pensé jamás volver a encontrarme —me echo agua en el rostro y me seco con mi paño personal. Marcos me ve con mucha confusión y solo opta por dejarme hablar—. ¿Sabes que? Mejor terminemos de trabajar, tal vez estoy confundida y es otra persona —eso lo digo más para mí, porque realmente espero que yo me haya confundido y que no sea él quien yo pienso que es. Luego de terminar de trabajar, ya estando cerrados, comenzamos a sacar cuentas, limpiar, y organizarnos para el día de mañana. Al finalizar todos nos despedimos muy felices porque fue una gran noche. Bastante cansada me dirijo hacia el estacionamiento donde se encuentra mi auto. Aun llevo puesto el uniforme de chef, suelo normalmente quitármelo al llegar a casa. Saco las llaves de mi bolso y cuando la introduzco en la puerta siento como si alguien me estuviese observando. —Ema Miller, ¿realmente te olvidaste de mí? —Dios mío, no puede ser. Reconozco esa voz. Es la misma del hombre en el restaurante. Mi pulso se ha acelerado, mi corazón está latiendo muchísimo y por alguna razón no quiero ver quien es el hombre tras de mi—. ¿Ema? —Disculpe señor, no lo conozco —respondo sin voltear y abro la puerta de mi auto con manos temblorosas. Oigo su risa, aquella que jamás pensé volver a oír, pero en esta ocasión se oye más gruesa, más masculina y más excitante. De forma brusca cierra mi puerta y para mi mayor desgracia, siento sus manos tocarme. Me voltea de manera rápida haciéndome quedar frente a frente. Sus grises ojos me observan escaneando mi rostro, pero no habla, no me dice nada y yo estoy que me muero. Me muero porque él no puede volver a mi vida justo ahora después de tanto. —¿En serio te harás la que no sabe quién soy?... —No respondo—. Tranquila Ema, yo me encargaré de recordártelo —y sin yo esperármelo me besa. Me besa como él solía hacerlo. Y yo, yo no lo detengo por nada del mundo. Porque aunque finja por el resto de mi vida de que no lo conozco, no puedo negarme al placer de besar sus labios, sentir su cuerpo junto al mío, y disfrutar del placer de su calidez en mí. Porque aunque me vaya al otro lado del mundo, Andrew Black es el único hombre que me enciende de una manera que solo él puede hacerlo. Es algo que no puedo negar. Aunque tengamos vidas distintas, rumbos diferentes y seamos dos completos extraños: mi cuerpo siempre le ha pertenecido a él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD