Grecia miró a la mujer con rabia.
—Atienda sus propios asuntos —dijo
Egan salió a toda prisa de ahí, Grecia quiso seguirlo, cuando Zafiro tomó su mano con fuerza, la miró con fiereza.
—¿Qué crees que haces, pequeña malagradecida? Deberías estar feliz de que mi hijo se haya casado contigo, de que quiera estar cerca de ti, ¡Mírate, Grecia Palmeri! Eres solo un desastre.
Grecia se soltó de su agarre.
—Su hijo es un prostituto que yo compré, señora, no lo olvidé, tan prostituto, como lo fue usted al casarse con Fabián Montenegro, ¿no lo cree?
Zafiro quiso abofetearla, pero esta vez Grecia le detuvo la mano con fuerza, la mujer le miró con estupor, no esperaba que aquella chiquilla fuese tan fuerte y valiente.
—Hay una diferencia entre su esposo y yo; no voy a tolerar ser una esposa desp
