—¿Qué has dicho? —exclamó Jacques con incredulidad
—Estaba en la desembocadura del río, no te preocupes, ya me encargué de hacer de sus restos cenizas, ya puedes dormir tranquilo, Grecia nunca volverá, los fantasmas no existen —el hombre le tendió unos papeles.
Jacques los tomó, observó que hablaban sobre una cantidad de dinero estrafalaria a su nombre
—¡Esto…!
—Es tu dinero, cien millones de euros para ti, por la muerte de Grecia Palmeri, demostraste que eres mi hijo, te admiro, eres mi orgullo.
—¿Me admiras? Soy un asesino, espero que estés feliz por convertirme en tu misma basura.
Jacques salió del auto, llevó los papeles consigo.
Al entrar pidió ver a Egan, lo encontró en sentado, con la cabeza sobre la mesa.
—Egan… ¡Por favor! No puedes seguir así, ¡te necesito!
Egan lo igno
