Días después.
Egan estaba muy animado. Envió a su padre el balance general de la empresa. Estaba convencido que estaría feliz porque los números eran reales.
Había pasado demasiado estrés estos meses, temía ser descubierto por su padre y que lo aborreciera, sin embargo, ahora la empresa estaba saneada.
Jacques entró en la oficina, saludó a su amigo, Egan se sorprendió de verlo ahí.
—¿Cómo te has sentido, Jacques?
—Estoy mejor que nunca, Egan —aseveró
Egan sonrió.
—¿Y tú? ¿Qué tal? ¿Listo para enfrentar a tu padre?
—El negocio fue bueno con el señor Andreyev, así que, ahora papá estará feliz, quizás hasta orgulloso de mí.
Jacques sonrió. Miró en el escritorio.
—¿Qué es?
—Es el balance general.
El hombre sonrió.
—¿No tiene algo de maquillaje?
La sonrisa se esfumó del rostro de
