Zafiro fue hasta ese restaurante, al llegar vio a ese hombre ahí, en su silla de ruedas. «¡Oh, miserable hombre, mira como lo dejaron! Y sé que tiene una gran fortuna, la misma que Grecia Palmeri tiene», sonrió ante su pensamiento perverso. —Buenas noches, señor Palmeri. Román clavó su mirada en ella, sonrió, y le dio la mano. La mujer se sentó, pidió un café, Román anhelaba que el café tuviese algún veneno, odiaba a esa mujer, era como una tarántula que él detestaba. —Y dígame, Román, ¿en qué puedo ayudarlo? —Como puede ver, mi vida es miserable en esta silla de ruedas. —¡Lo siento tanto, señor Palmeri! Pero ¿qué podría hacer yo por usted? —He pensado mucho en mi hermana, Grecia fue feliz al vivir con Egan, sus últimos días fueron felices, pude verlo, así que, pensé, yo quisiera s
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books