—¡Mientes! —exclamó Grecia, tenía los ojos temblorosos, su corazón latía como condenado. Jacques sonrió malicioso. —Supongo que es imposible hacerte razonar, le suele pasar a todas las mujeres de Egan, no creas que él te ama, patito feo, ¿sabes lo que pasa? A él le gusta demostrar su valor, le gusta demostrar que cualquier mujer está rendida a sus pies, y tú, no ibas a ser la excepción, por eso, cuando supo lo que yo siento por ti, hizo todo esto. —¿Qué? —Le dije a Egan que para mí no eras una más, cuando nos vio tan juntos, vino y me reclamó, le dije la verdad, que eras alguien importante para mí, porque fuiste capaz de pensar en mí, darme un regalo escuchando mis deseos, pensaste en mí; por lo visto odió eso más de lo que me lo demostró, porque me dijo que no eras nadie, que eras sol