Primera cita

1079 Words
Tengo la ventaja de que mi mente puede pensar en varias cosas al mismo tiempo, de no ser así el jefe Mateo robaría el 80% de mi productividad. El trabajo y las cosas que tenía que aprender para el puesto que se me había asignado no eran un obstáculo para mí, ya que me estaba rindiendo mucho. Sin embargo, no dejaba de pensar en la invitación a cenar, esa decisión podría desencadenar varios efectos inesperados. En un momento determinado simplemente tomé mi celular y llamé a Julio como si fuera una simple casualidad. Después de escucharlo iba a decidir si iba o no a ese encuentro. Su celular empezó a timbrar, prontamente me contestó: —Hola mi amor, es lindo saber que me piensas. ¿Cómo estás? ¿Ya me extrañas? —Claro que sí cariño. Después de lo de ayer me sentí un poco mal, sabes que te amo ¿cierto? Quiero que las cosas entre los dos sigan muy bien, yo no veo motivos para que nos enojemos, lo que pasó ayer fue solo un malentendido —dije con tono suave y muy segura de que podía dominarlo. —Confío en ti y dejaré de lado mis impulsos de hombre que me hacen comportar como lo que realmente no soy. Tal vez se trata de ese machismo que viene desde hace tantos años, que impone la idea de que la mujer debe servir al hombre. Todo eso debe ser desechado debe ser desechado y el cambio se debe dar desde lo más particular. Tú puedes hacer lo que quieras siempre y cuando me respetes, confío en ti mi amor. —Pues qué bueno que me dices eso porque precisamente hoy me resultó otro compromiso. Una de mis compañeras de acá del trabajo, de hecho, la que es más cercana a mí desde que llegué, está de cumpleaños y quedamos en salir a tomar algunas cervezas para celebrarlo. Te prometo que no me embriagaré, en cuanto terminemos la reunión me iré a casa y te avisaré cuando esté allí. —Claro que sí amor, me encanta saber que los lazos sociales en tu vida laboral están creciendo. Estoy muy orgulloso de la mujer que eres. Llámame en cuanto puedas o te recojo si estoy cerca de ese lugar, te quiero. ¿Qué carajos había hecho? En cuanto mi amado Julio me dio la confianza que siempre había querido, opté por usarla a través de las mentiras. Por no ser sinceros desde el principio dañamos el corazón de las mejores personas. No obstante, ¿qué más podía hacer? Quería tener esa cena por más que me negara y le hiciera creer al jefe que las cosas eran diferentes, no era así, ese hombre en el fondo me traía loca. No puedo negar que tenía miedo de las advertencias que ya me habían hecho, pero ese sería el lugar perfecto para afrontar todos esos temores y ver quién realmente era ese tipo y por qué tanto misterio a su alrededor. Me paré de mi escritorio muy decidida, entré a la oficina incluso sin tocar la puerta, ya me estaba tomando atribuciones que no me correspondían. Se quedó mirándome como sorprendido, pero no me dijo nada, antes de que pudiera abrir su boca le dije: —He pensado mejor lo de la cena y sí quiero ir, no sé si aún esté disponible esa invitación. —Claro que lo está, en cuanto salgas de acá me esperas en el parqueadero para que vayamos juntos a un restaurante que quiero que conozcas. Me alegra que hayas decidido aceptar mi invitación, eso me pondrá feliz el resto del día —contestó mientras no dejaba de sonreír. También sonreí y me retiré, era un mal síntoma que cualquier momento, por insignificante que fuera con Mateo, me parecía especial. Por primera vez en mi vida estaba entendiendo a qué se referían las personas cuando hablaban del amor a primera vista. Es impresionante cómo alguien a quien no conoces te puede generar sensaciones tan extrañas. Incluso mi estómago parecía sentir mariposas y mis piernas, que temblaban al caminar, me indicaban que ese nuevo hombre apuesto y millonario se estaba volviendo mi debilidad. A veces me preguntaba si esa atracción tenía que ver con lo que había construido, pues no cualquier hombre era dueño de semejante emporio y tenía la capacidad de darle a cualquier mujer la vida que se merecía. Aunque de ser así me parecía muy injusto con Julio, él se esforzaba mucho día a día y cuando podía me ayudaba. Aparecía con un lindo detalle que, por ser pequeño y humilde, tenía un gran valor sentimental para mí. A las 5:50 pm apagué el computador de mi escritorio, me dirigí al baño, rápidamente me cepillé, me puse algo de maquillaje y un labial de fresa que, a mi parecer, olía muy bien. Me peiné y me miraba en el espejo como si realmente me sintiera bella. Mi compañera Sara, quién desde por la mañana se había portado muy amable conmigo, hizo mención a lo preocupada que me veía por mí aspecto. —¡Qué bonita estás Paulina! Por lo que veo supongo que tienes novio, es obvio que tienen planes para hoy. —Muchas gracias Sara —respondí mientras continuaba arreglando mi cabello— la verdad es que sí tengo novio, pero tengo otro compromiso hoy. Después te cuento, gracias por todo. Decidí que era mejor retirarme antes de que ella me hiciera cualquier pregunta, no sabía si era conveniente que supiera que iba a salir con el mismísimo jefe. Cualquier persona pensaría que era intencional por algún interés, pero no se imaginaban que me traía loca. Me fui corriendo para el parqueadero, esperé justo donde él me dijo, los minutos se hacían eternos. Cuando vi que su carro se acercaba cada vez más mi corazón empezó a latir más fuerte. —Entra Paulina, no te vas a arrepentir, te lo prometo —dijo mientras bajaba lentamente la ventana negra de su carro. Cuando cerré la puerta supe que ya no había vuelta atrás, había dado el primer paso para que se hiciera realidad lo que desde un principio Mateo dijo, a saber, que iba a caer rendida a sus pies. ¿Podría yo controlar mis impulsos? ¿Estaría Julio en mi cabeza antes de cometer cualquier estupidez? Esa cena era decisiva para saber cómo iba a ser nuestra relación de ahora en adelante, cada vez me estaba acercando más a un mundo desconocido.
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