Tentación

1026 Words
Debo reconocer que el desayuno que me dieron en la sorpresa de bienvenida no me supo a nada, por más frescas y deliciosas que estuvieran las frutas sentía un nudo en la garganta cada vez que iba a tragar una porción. Inconscientemente estaba comiendo muy despacio, como si no quisiera que se acercara el momento de tener que ir a la oficina del jefe. Una de las secretarias se conmovió de mí por verme tan alejada del resto, se acercó y me dijo: —Paulina, mi nombre es Sara. Realmente estoy feliz de que estés acá, ser nuevo no es fácil y menos con compañeros como nosotros, el jefe nos pidió el favor de que nos esforzáramos contigo porque eres alguien que le va a convenir mucho a la empresa. Confío en sus veredictos y me acerco a ti no solo porque él lo haya pedido, sino porque intuitivamente creo que eres buena persona. Aquí estoy, considérame tu nueva mejor amiga y cuenta conmigo para todo lo que necesites, te apoyaré siempre. Era muy inspirador que alguien me dijera esas palabras, cada día me sentía más cerca de tener un buen ambiente laboral, viendo a mis compañeros como amigos. Le hice saber que también podía contar conmigo y le regalé uno de los dulces que tenía sobre mi escritorio. Dejé de disimular con las frutas, organicé mi escritorio, boté las cosas desechables y me dirigí hacia la oficina de Mateo. Mientras caminaba sentía que mis manos estaban sudorosas, pero no tenía nada de calor, era ese típico sudor frío que te dice que estás súper nerviosa, me secaba disimuladamente en mi falda y respiraba profundo para no llegar temblando. Cuando por fin llegué a la puerta toqué suavemente tres veces y esperé. —Quien quiera que seas pasa —dijo el jefe Mateo. Entre y cerré la puerta, caminé hasta la silla que estaba justo enfrente de su escritorio y me senté a esperar que se dignara a explicarme eso de darme afecto. —Veo que eres muy obediente querida Paulina, pensé que solo vendrías si se trataba de algún asunto laboral, pero veo que si te hago un tipo de propuesta de carácter sentimental también acudes a mí —dijo mientras se reía cínicamente. En ese momento solo podía pensar en lo ingenua que era. ¿Cómo no se me ocurrió antes? Yo tenía que haberme quedado en mi escritorio, solo que me ganó la curiosidad, quería saber a qué se refería y eso me había hecho ver como una mujer fácil, como si me estuviera muriendo por él. ¡Qué desventurada fue mi decisión! Aun así no podía dar el brazo a torcer y dejar que me ganara la batalla, así que le respondí: Jefecito, con todo respeto, quiero decirte que no todo gira a tu alrededor, vine solo por curiosidad. Evidentemente sé lo que significa la palabra afecto, lo que no entiendo es por qué me lo dices de esa forma si casi no tenemos confianza. Lo máximo que hemos llegado a saber el uno del otro en cuanto a cosas personales es que ambos tenemos pareja, aunque yo me di cuenta de la peor forma. Creo que tu esposa no estaba muy feliz ayer y la comprendo, con una persona como tú a su lado debe ser muy difícil estar tranquilo. No vine para que me dieras afecto como me lo dijiste, solo para que me explicaras el motivo de querer que viniera para eso. Si crees que pasará algo entre nosotros más allá de lo laboral estás muy equivocado y si tanto problema causa mi duda mejor me retiro y sigo trabajando. En ese momento me paré de la silla rápidamente, pero no más rápido de lo que él se levantó para detenerme. Tomó mi brazo fuertemente, me jaló hacia atrás, de tal forma que regresé y quedé parada justo frente a él. Nuestras bocas quedaron tan cerca que pude sentir su respiración y el olor de su camisa. Nos quedamos en silencio un rato mientras nos mirábamos, como si los dos estuviéramos esperando a que el otro diera el primer paso para que nuestras bocas se conocieran, pero ninguno de los dos lo hizo. —Perdóname si te hice sentir mal —dijo sin alejarse de mí e interrumpiendo el silencio de nuestras miradas— lo que pasa es que me encantas y a veces no se comportarme cuando la mujer que tengo a un frente realmente me parece especial. Tu belleza, inteligencia y forma de ser hacen que a veces pierda la cabeza, digo cosas que no debo y me comporto de forma indebida. Si quieres te lo puedo compensar esta noche, te invito a cenar, te prometo que esta vez no va a mi esposa. —Está bien jefe Mateo, acepto tus disculpas. No obstante, no es necesaria la invitación. Debo estudiar para poder culminar con éxito mis estudios en administración, cada vez estoy más cerca de lograrlo. Además, creo que eso sería de mucho beneficio a la empresa. —¡Deja de hablar de la empresa! Porque siempre que intento acercarme un poco más a ti pasas al plano laboral. Deja ese tema de lado por un momento, tienes un trabajo seguro, te prometo que no te voy a sacar de acá por nada del mundo. ¡Te quiero cerca mujer! —El plano laboral es el que debe importarnos a ambos, jefe. Preocupémonos porque las cosas sigan cómo van y que no haya malentendidos. Te noto un poco alterado, me voy a retirar a mi lugar de trabajo, cualquier cosa que necesites me avisas. Mientras me alejaba de su oficina pensaba que todo lo que dije era contrario a lo que sentía, ese momento que pasamos ahí, aunque fue corto, me hizo sentir más cosas de las que había podido con Julio en el tiempo que llevábamos. Era como si esa relación de dominio que él tenía sobre mí me pareciera realmente interesante o tal vez era el sabor de lo prohibido lo que me parecía tan tentador. Aún estaba sobre la mesa la invitación a cenar, tenía que decidir si la tomaba o la dejaba.
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