Al salir de la entrevista Julio me llevó a casa, tenía que estudiar para un examen, por suerte ya estaba a punto de graduarme. Pude notar que no se veía muy feliz, después de que mi jefe le dijo esas palabras su alegría había disminuido notablemente. Decidí interrumpir ese momento tan incómodo, pues no tenía en sí motivos para enojarse. Puse mi mano en su pierna y le dije:
—Dime qué te pasa, sabes que te conozco y tengo la plena seguridad de que algo no está bien. No quiero que peleemos por estupideces, así que habla de una vez.
—No me gustó lo que dijo tu jefe —respondió en tono seco— sabes que eres una mujer hermosa, cualquier hombre daría lo que fuera por estar a tu lado, no creo que él sea la excepción. Ese comentario me dio a entender que yo mismo te puse de carnada para él, no sé hasta qué punto eso sea verdad, pero no me gusta para nada. Mi amigo me dijo que era muy difícil entrar allá porque había mujeres muy capacitadas en espera de ser contratadas. No quiero desprestigiar tu formación, pero no creo que la elección se haya dado por meritocracia.
—Yo tampoco lo creo mi amor, pero es una oportunidad a la que no puedo negarme, sabes que mi situación es muy difícil y cualquier oportunidad es importante. Debes confiar en mí, en nuestro amor y en lo que hemos construido. Mañana es mi primer día y no quiero que estés preocupado por cosas sin fundamento —contesté con firmeza.
Después de mi respuesta se tranquilizó un poco, como si le hubiera dado seguridad. Además, yo no podía pensar en problemas de pareja, estaba muy entusiasmada por mi nuevo empleo. Cuando le di la noticia a mamá se puso tan feliz que ella misma me organizó el uniforme, se sentía orgullosa. Siempre fue muy difícil para ella darme educación, como mi padre nos abandonó tenía que trabajar en bares hasta altas horas de la noche, incluso se dice que tenía que acostarse en ocasiones con algunos clientes para lograr darme de comer. Ahora ella se merecía una nueva vida y yo estaba dispuesta a dársela. Curiosamente no podía dormir, pero lo que más me asombraba es que ya no tenía que ver con mi trabajo, sino con mi jefe. Mis pensamientos estaban aún en el momento en que se acercó a oler mi cabello. ¿Por qué habrá hecho eso? ¿Acaso me eligió porque le gustó mi olor? ¿Qué tenía yo que las otras no? ¿Fue amor a primera vista? Al menos de mi parte si lo fue, aunque no lo quería aceptar, pues el solo hecho de pensar en traicionar a Julio me parecía terrible. No obstante, no podía controlar mi mente, cuando cerraba los ojos veía a ese apuesto hombre de la oficina, su barba me parecía espectacular, bien dicen las personas que “la barba es el maquillaje de los hombres”.
Al día siguiente estaba llena de expectativas, mi novio me llevó, por ser mi primer día quería que fuera algo especial. Aunque siento que en el fondo quería que mi jefe recordara que yo no estaba sola y mucho menos disponible para sus pretensiones. Lastimosamente para él, el jefe Mateo no se encontraba, así que tuvo que retirarse sin ser visto. Cuando llegué a mi lugar de trabajo me percaté de que algunas de las mujeres que trabajaban allí no me miraban bien, como si de entrada les hubiera dado una mala impresión. Me empecé a preguntar si algo había salido mal cuando me organicé en la mañana, pero no, aparentemente todo estaba en orden. Al abrir el cajón de mi escritorio me percaté de que había unos pétalos de rosas, por su aspecto se veía que estaban frescos, como si esa misma mañana alguien los hubiera puesto ahí. A los pocos minutos llegó mi jefe, era un poco engreído, saludó a todos en general, luego me miró mientras me hacía señas para que lo siguiera. Llegamos hasta su oficina, en un folleto tenía escritas todas mis funciones, quería que ese día estudiara mucho y me preparara, en caso de tener dudas podía acercarme a cualquiera de los trabajadores de esa misma zona, ellos me brindarían la ayuda necesaria. Ese día se veía un poco malhumorado, así que decidí retirarme a estudiar como me lo había ordenado.
—¡Detente Paulina! Antes de que te vayas quiero que sepas que te invito a almorzar hoy. A las 12:00 pm te espero aquí en la oficina, he pedido un delicioso menú —dijo Mateo.
—Claro que sí jefe —respondí— sería un placer para mí. Aunque hay algo que no entiendo. ¿Por qué vamos a almorzar en la oficina?
—Porque así lo quiero, claro que si te incomoda puedes ir a comer a la cafetería con el resto de empleados —contestó con tono brusco.
Eso me indignó un poco, fue una pregunta un poco ingenua pero no era normal para mí que las personas comieran en su lugar de trabajo y mucho menos él que tenía dinero suficiente para ir al lugar que se le antojara. Sin embargo, no hice ningún reclamo porque sabía cuál era mi posición, no podía perder ese empleo el primer día, mi madre estaría muy decepcionada. Empecé a hacer mis labores, pero estaba muy ansiosa por el almuerzo que íbamos a tener. Julio me llamó a eso de las 11:30 am, tenía que hacer un servicio cerca a mi lugar de trabajo y quería que saliera con él a almorzar. Para mi era muy importante la sinceridad, pero era consciente de que decir las cosas como eran en realidad a veces empeoraba la situación. Uno nunca sabe qué se imagina la otra persona, mientras un contexto a una persona le parece poco interesante para otra puede ser decisivo. Si le decía que me iba a ver con mi jefe lo más probable es que se sintiera mal y terminara de confirmar su teoría de que Mateo no quería una relación estrictamente laboral. Así que opté por decirle que mis compañeras de oficina querían darme la bienvenida con un almuerzo, por ende, no quería quedarles mal, pues podrían ser de mucha ayuda en mi proceso de aprendizaje. A Julio le dio mucha alegría que ya estuviera haciendo amigas, se mostró comprensivo y me colgó. Me dio un poco de lástima mentirle, además, mis compañeras parecían no querer acercarse a mí.
En cuanto dieron las 12:00 pm me paré de mi escritorio y llegué rápidamente hasta la oficina del jefe. Allí estaba sentado, había dos cajas sobre una mesa que tenía justo al lado de su escritorio. Me senté en frente de una caja, era evidente que esa era mi comida, además al lado había una copa con agua.
—Me alegra que hayas venido querida Paulina, destapa tu comida antes de que se enfríe, quiero que pruebes esta delicia —dijo mientras también destapaba su caja.
—Señor, estoy realmente agradecida, es una gran bienvenida —respondí mientras empecé a comer con timidez.
—¿Quieres saber por qué te he elegido a ti entre tantas mujeres?
—Claro que sí señor, he tenido mucha curiosidad con respecto a ese tema.
—La razón es sencilla, puede que lo que te voy a decir no te vaya a gustar mucho, pero me gusta ser sincero. Si queremos construir una relación laboral sobre bases sólidas es mejor que sepas los motivos de tu elección. Antes de ti se presentaron otras mujeres, unas con un perfil profesional bastante llamativo, su aspecto físico también era bueno, pero cometieron un error, se fijaron principalmente en esa última parte para hacer que yo las contratara. Por el contrario, tú empezaste a resaltar todos los valores morales e intelectuales que tenías, además de las cosas útiles que podías hacer aquí. No es por ser arrogante, pero sé que soy un hombre atractivo, pude notar en la mirada de varias mujeres que trataron de coquetearme disimuladamente, como si eso les fuera a asegurar el trabajo. A ti me acerqué un poco, quería sentir tu olor y con eso me di cuenta que eres una mujer algo sumisa, lo que es perfecto para mí.
—No entiendo por qué te parece interesante que sea sumisa, si con eso te refieres a que voy a dejar que hagas conmigo lo que quieras por ser tu empleada te equivocas enormemente, lo único que hago es respetarte porque eres mi jefe, sé cuál es mi posición y estoy dispuesta a asumirla. En cuanto a lo otro, me parece mucho más importante qué tienen las personas para ofrecer desde su interior, no solo lo físico es esencial. Ahora que lo dices tú me pareces un hombre bastante atractivo, comparto esa opinión con las otras chicas que trataron de coquetearte, aunque en realidad ese no es mi modo de operar. Nuevamente te agradezco por esta deliciosa comida y espero que podamos trabajar muy profesionalmente. Solo me queda una duda y es con respecto a lo que le dijiste a mi novio Julio el otro día. ¿A que vino ese comentario? La verdad fue un poco incómodo ese momento.
—Te lo diré, pero es lo último que hablaremos en este almuerzo. Soy un hombre que puede ver qué pasará a futuro, y no porque tenga conexiones con el más allá, sino porque mi experiencia me permite prever las situaciones y es lo siguiente: tú terminarás tan enamorada de mí que no querrás volver a ver a tu noviecito, casi todas las secretarias que he tenido terminan así, motivo por el cual luego tienen que salir de este trabajo para evitar momentos incómodos, principalmente cuando yo las utilizo y luego las desecho. Sé que en este preciso momento debes estar pensando que eso no pasará contigo, pero te aseguro que algún día será así, aunque si te confieso algo, me parece que eres una mujer diferente a las demás y temo que sea yo quien termine arrodillado a tus pies. Sin embargo, tengo fe en mis cualidades como hombre y no me voy a negar a lo que pueda pasar entre ambos, me gusta mezclar lo laboral con lo sentimental, me parece que le da un toque más de intensidad a este trabajo que, a pesar de no ser aburrido, al menos para mí, no es a lo que estaba acostumbrado. No me vayas a preguntar a qué me dedicaba antes porque no te voy a responder, si quieres saberlo tendrás que ganártelo, así como todo lo que quieras conseguir aquí, incluso mi cariño, si es que yo no me inclino primero por el tuyo. Termina de cenar y descansa un rato en la sala de estar hasta que sean las 2 de la tarde para que vuelvas a empezar a trabajar, cualquier duda no dudes en preguntarme a mí, ya vi que tus compañeras no te miran con muy buena cara, por suerte me tienes.
Decidí no responderle nada más, temía que por lo indignada que me encontraba terminara respondiéndole mal y me echara ese mismo día del trabajo, no quería darle esa noticia a mi madre. En el fondo me asustaba que lo que ese tipo decía fuera verdad, también me daba mucha rabia que fuera tan pretencioso al creer que todo lo que deseara lo podía tener solo porque era millonario y atractivo. Yo no estaba dispuesta a ser uno más de sus juguetes, iba a darme mi lugar, quería que me respetara por lo que era, razón por la que no podía caer ante sus pies. Terminé de cenar tal y como me lo indicó, después de eso me levanté, le agradecí nuevamente, aunque ya lo había hecho varias veces y me retiré. Cuando salí algunos trabajadores que estaban afuera se quedaron mirándome, posiblemente pensaban que ya había caído ante el gran jefe, pero no tenían ni idea de cómo era mi carácter. Era muy incómodo sentarme a descansar porque el resto de los trabajadores también lo hacían y nadie se me acercaba. Hablaban entre ellos y se reían, yo solo miraba hacia el techo y cerraba los ojos como para guardar un poco de energía, a los pocos minutos una de las empleadas del servicio se sentó a mi lado. Puso su mano sobre la mía y me dijo:
—Querida niña, eres muy hermosa, corres peligro aquí. No vayas a caer en las garras de ese hombre que te pretende ahora, luego te arrepentirás. El deseo será tu perdición, recuerda siempre eso.
Traté de detenerla para preguntarle por qué me decía eso, pero se escapó, evitó escuchar mis dudas, quedé muy asustada y con más incógnitas de las que ya tenía.