Abril Lara
Los días anteriores a este habían sido difíciles para mí, en medio de una crisis emocional, mis padres decidieron que debía cambiar de terapeuta físico por tercera vez, en realidad nadie podía decirme que era lo que me pasaba, dos años atrás era una joven sana, era alegre, tenía amigos, un novio al que amaba con toda mi alma, estudiaba la carrera con la que había soñado desde niña, quería ser doctora. Solo recuerdo que esa noche antes de dormir, comencé a sentir un hormigueo en todo mi cuerpo, especialmente en mis piernas y brazos. A la mañana siguiente no sabía lo que pasaba, mis piernas no respondían, caí al suelo. Grite fuerte pidiendo ayuda. Los doctores me diagnosticaron una enfermedad rara que solo le pasaba a uno de cada cien mil personas en el mundo, era un tipo de atrofia que estaba ligada a mi sistema nervioso. Los doctores dijeron que tenía muchas esperanzas de volver a caminar, la mayoría caminaba después de un año o un año y medio siguiendo todas las indicaciones con medicamentos y terapia física.
Hace un año comencé a tener movilidad en las manos, no podría describir la felicidad que sentí al poder tomar un objeto con mis manos sin que resbalara, un año después comía sola y movía mi silla de ruedas por toda la casa, mis padres ahora ya podían estar más tranquilos, estaba aprendiendo a valerme por mí misma.
El terapeuta acusaba que aún no caminaba por qué yo no quería, dijo que había algo psicológico en mí que no me permitía caminar, que debía ir a un psicólogo, mi madre enfureció y nos marchamos de su clínica. Vi a mi madre llorar de manera disimulada, me sentí tan culpable de ser el motivo por el que la vida de toda la familia haya cambiado. Nos habíamos mudado a un departamento de una planta, para que pudiera moverme entre habitaciones, mamá había dejado su trabajo y ahora trabajaba medio tiempo como asistente en el hospital de alta especialidad. Mi padre, era Neurólogo, trabajaba en el centro de investigaciones médicas Nubak, él tenía un buen sueldo, pero me entristecía que la mayor parte de su dinero se fuera en rehabilitaciones, viajes a otros hospitales y demás.
Cruzamos la puerta del departamento, tenía un gran nudo en la garganta atorado.
—Mamá, ya no quiero que te mortifiques más —solté buscando su mirada —regresa al hospital, deben seguir con su vida, no quiero que cambie más por mí.
La mirada de mi madre se enterneció de inmediato. Fue por una silla al comedor y se sentó frente a mi, ella y yo siempre nos hemos llevado bien, durante todo este tiempo ha Sido la persona que ha estado a mi lado apoyándome, sin ella no sé qué hubiera sido de mí.
—Hija, no pienso rendirme hasta que vuelva a verte caminando, necesitas recuperar tu vida de antes.
Fruncí los labios curveándolos hacia abajo en forma de puchero. Tome ambas manos suyas con las mías.
—Mamá, te prometo que no me daré por vencida, seguiré con mis terapias pero debes regresar al hospital, si mejoro el próximo año puedo regresar a la universidad pero me deprime ver cómo te desgastas cuidándome.
Mi mamá acaricia mi mejilla con ternura, en su rostro se dibuja una apenas leve sonrisa.
—Hija…
En ese momento papá apareció, tenía un semblante apagado.
—No puedo creer lo que te dijo ese hijo de pu… —soltó furioso.
Mi madre y yo nos miramos fijamente.
—Edwin, ¡No te expreses así frente a Abby! —mi padre me miró, me encogí de hombros —lo siento —dijo llevándose la palma de la mano al rostro —no te preocupes hija, buscaré otro terapeuta que no salga con estupideces como esta, Abby no camina por su condición, hemos visto todo el esfuerzo que ha hecho por volver a ser la misma de antes, por recuperarse.
—Papa… ya basta —solté con la voz vibrante —este día ha sido demasiado difícil para todos, deberíamos tranquilizarnos, tener una cena normal y quiero ayudar a prepararla.
Papá me miró con gran orgullo, me sentía afortunada de tener unos padres como ellos que daban todo por mí, sin embargo, a veces sentía que no lo daba todo por ellos y eso me entristecía.
Mamá busco las llaves del coche y se plantó frente a nosotros —bien, entonces iré por tu hermano, cuando volvamos espero que tengan la cena lista —mamá le guiño un ojo a mi padre antes de darle un beso tierno en los labios.
Mi padre suspiro una vez que mamá se salió del departamento.
—Papá, ¿Qué es lo que tienes? Ese rostro de tristeza, ¿Es por mí? —pregunté temerosa pero al verlo negar sentí algo de alivio.
Él se sentó en un sillón, lo seguí con mi silla de ruedas.
—Desde que la directora de Nubak, Sally, le dejó el puesto a su hijo para dirigir el laboratorio, todo se ha complicado para mí, es un jovencito, quiere que todo hagamos rápidamente como si fuéramos robots, si por el fuera nos quedaríamos a dormir ahí.
Fruncí el ceño —¿tan malo es?, pero recuerdo que comentaste en alguna ocasión que el hijo de la doctora Sally era de mi edad, ¿Cómo es que es el director del laboratorio tan joven?
Papá sonríe con sorna —a los veintidós años ya ha finalizado el doctorado, ¿puedes creerlo? Es un gran geniecillo malvado que no tiene la misma sensibilidad que tiene su madre, la doctora Sally siempre me había dado la oportunidad de recuperar el tiempo que tuviera que salir para acompañarte a las consultas, pero este muchacho es todo lo contrario, hoy me amenazo con despedirme si sigo faltando.
Fruncí los labios en una delgada línea. Entrelacé mis manos a las de papá, no me gustaba verlo decaído.
—Pues ya no faltarás más papá, de ahora en adelante puedo quedarme aquí en casa, no haré ninguna travesura lo prometo —sonrió levantando mi mano a manera de promesa, lo que ha papá le hace mucha gracia pues de niña fui muy traviesa.
—Puedo contratar a una enfermera que este contigo tiempo completo.
Niego.
—Papá, quiero intentarlo, ¿y si el terapeuta tiene razón?
—Nooo, él no la tiene…
—Quiero intentar ser más independiente papá, hacerme a la idea de que no siempre estarán aquí, en verdad deseo con todo mi corazón algún día poder regresar a la universidad.
—Hija, no sabes lo que yo haría por verte feliz…
Ambos sonreímos con nostalgia. Y pensar que mi vida era otra hace dos años.
Papá se puso de pie, llevó mi silla de ruedas hasta la cocina, donde ambos pasamos un momento muy divertido al elegir que cocinar pues según él no quería que me lastimará, al final nos decidimos por carne a la parrilla con verduras al vapor, estuve cortando despacio, sumamente concentrada para no echar a perder el momento, que mi papá viera que podía cortar las verduras con el cuchillo era muy importante para mí, necesitaba que al menos mis padres recuperaran su vida de antes.
Durante la cena mamá nos anunció que regresaría a su trabajo de antes, le pediría al señor Brin que la incorporará en el hospital como médico de nuevo. Eso me ponía muy feliz. Noté a papá de mucho mejor humor y mi hermano Gael, contándonos como anotó cuatro goles en el entrenamiento.
Miré el reloj en la pared, el sol ya se estaba poniendo. Me despedí de mis papas, les dije que estaría en mi habitación estudiando uno de mis libros de medicina. Todo este tiempo he intentado estudiar por mi cuenta, incluso en mis tiempos de aburrimiento descubrí una curiosidad que termino convirtiéndose en mi mayor pasatiempo, el juego de ajedrez.
Encendí mi computador, ayer tampoco me había conectado, me preguntaba si Elías me habría echado de menos, seguro que no, pues él es el campeón de toda la plataforma, aunque jugamos ya hace tiempo, a veces me gustaría saber un poco más de él. Me intriga mucho, tal vez algún día, cuando me haya recuperado podré conocerlo en persona, eso me gustaría, lo invitaría un helado en agradecimiento por hacer estos dos meses más llevaderos.
Pero mi sorpresa viene al ver que no esta conectado, mi animo decae, suspiro, apago el computador. Con todas mis fuerzas trato de ponerme de pie, apenas aguanto unos cuantos segundos, los suficientes para dejarme caer sobre la cama. Me acomodo bajo las sábanas, para mí todo esto es una odisea. Miro mi móvil, no tengo ningún mensaje, nadie a quien llamar, hace dos años tenía un novio, tenía amigos, pero todos ellos se fueron con el tiempo.
Me sentía sola, luego pensé en esos programas de la tv donde se ven a personas con discapacidad llevar una vida común, creo que ya era hora de dejar de llorar por mi condición y empezar a recuperar mi vida.