Elías Ferrer
Tenía que hacer algo, no podía sacar de mi mente esa sensación agradable que me envolvía cuando jugaba ajedrez con Abby, ella tenía algo que me relajaba, me intrigaba. Ella me transportaba a un mundo donde solo estaba yo y mi pantalla, pero sabía que al otro lado de ella había una mujer muy inteligente y con temas interesantes para conversar. A veces me descubría en la oficina pensando en cómo será ella, que aspecto tendrá, me intrigaba mucho saberlo. No era un tonto, al contrario, soy un hombre y biológicamente estoy creado para que me atraigan las mujeres por qué uno de los objetivos con los que la naturaleza a creado al ser humano es para que cumplan con el ciclo de la vida y uno de ellos es procrear.
De solo pensar en esa palabra toda mi piel se eriza, ¿Cómo será ella? Me repito en la mente.
Pasan de las tres y no tengo señales de Abby, ella no se ha conectado durante toda la mañana lo que es raro, ¿estará ocupada? Me preguntó, me guardo una nota mental, debo pedirle su número de teléfono, ¿Será muy precipitado? ¿Y si se niega? ¿Con que pretexto se lo pediré? Sacudo mi cabeza con reprobación, no puede ser que esa chica que ni si quiera conozco en persona me traiga vuelto loco.
Decido ponerme a hacer algo en la oficina, siempre tengo trabajo adelantado, esta vez reviso la información de nuestros empleados, solo para distraerme un rato. Descuelgo el interfón de mi escritorio y le digo a mi asistente que le pida a un empleado muy particular que venga a visitarme.
Después de unos minutos el hombre está frente a mi, tiene unos cuarenta y cuatro años si no me equivoco, cabello castaño con tonalidades muy claras, es alto. Lleva una bata de laboratorio puesta. Edwin Lara Navarrete, es uno de nuestros especialistas en toma de muestras, se encarga de los tejidos, tomografías y radiografías que realizamos a los pacientes que deciden ser voluntarios en nuestras investigaciones, pero este hombre frente a mi, ha estado faltando varios días durante las últimas semanas y eso me molesta ya que me disgustan las personas irresponsables, el laboratorio no va con eso.
Lo miro fijamente a los ojos analizando su perfil, no se ve como la clase de hombre que menosprecie su trabajo y menos este donde el p**o esta por encima de otros centros de investigación.
—Señor Lara, buenos días, tome asiento —lo saludo apuntando con los dedos de mi mano en un movimiento suave, la silla frente a mi escritorio.
Está nervioso.
—Buenos días director Ferrer, es una sorpresa que me haya llamado, ¿hay algo en que pueda ayudarle?
Llevo mis dedos a la barbilla, si fuera por mi ya lo hubiera despedido, pero si me pongo en el lugar de mi madre a ella le gustaría saber por qué este hombre ha estado pidiendo excesivos permisos para faltar además de las incontables llegadas tardes.
—Hay algo que no logro entender —digo con seriedad —he estado revisando de cerca los registros de su rendimiento como empleado de Nubak y debo decir que estoy decepcionado —lo miro, la espalda del hombre se tensa —tiene demasiadas faltas y no entiendo cómo es que sigue trabajando en la empresa, por qué nadie a notado ese detalle.
El hombre comienza a juguetear con sus dedos.
—Anteriormente —carraspea —antes de que usted asumiera el puesto de director, hablé con su madre sobre una situación en mi familia… —alzo una ceja, me molesta que siempre metan a mi madre para defenderse, por qué ella si es buena y yo no, mi madre tiene un enorme corazón estuvo al frente del laboratorio por muchos años pero yo no me baso en sentimentalismos, me baso en estadísticas.
—¿Una situación familiar? —lo interrumpo con ironía.
El asiente mirando al suelo como si le diera pena.
—Tengo una hija enferma, director Ferrer, ella era muy sana, pero de pronto de la noche a la mañana una enfermedad la aquejó, la llevamos a todos los especialistas que pudimos, pero el diagnóstico fue algo parecido al Síndrome de Guillain Barré, pero ya casi se cumplen dos años y la atrofia muscular no ha cedido, mi hija necesita constantes rehabilitaciones, chequeos, ayuda para moverse, incluso tuvo que abandonar la universidad…
Tragó saliva.
—¿Qué pasaría si lo despido? —pregunto con severidad.
El hombre abre los ojos a unos enormes de la impresión —necesito el trabajo, mi esposa es doctora y ha tenido que conseguir un trabajo de medio tiempo, mi hija necesita cuidados especiales, casi todo mi sueldo se va en sus terapias, estudios y medicamentos, si me despide ya no podré costearlos, se lo pido por favor, no me despida, prometo que veré la manera para no volver a faltar.
Su mirada es sincera, está comprometido.
—Agradezco que este consciente de lo mucho que necesitas el trabajo, ya que hay una lista de más de 100 personas esperando por tu puesto, siento lo de tu hija pero lamentablemente el laboratorio no se sostiene solo, necesitamos personas comprometidas con el trabajo, la próxima vez que faltes tendré que despedirte.
El hombre baja la vista, no puedo hacer más por él. Sería caer en el preferitismo.
—Esta bien, ya no volverá a pasar.
El doctor se levanta, deja mi oficina y en ese preciso momento mi prima Sophie entra, mi espalda se tensa al pensar que se pasea como si nada por el laboratorio, ni si quiera mi asistente la ha anunciado.
—Hola hermanito… —me saluda con un beso en la mejilla, dejando alrededor de mí, el aroma de su fragancia con olor a fresas y otros cítricos, inmediatamente me empalaga.
—¿Qué haces aquí Sophie? ¿No deberías estar en el hospital? —pregunto a manera de saludo, ella es como mi hermana desde siempre hemos Sido muy unidos incluso tiene una habitación en mi casa, por lo que se mi padre tuvo una relación con la esposa de mi tío Elian pero siempre he evitado preguntar de más. No soy curioso con esas cosas.
—Pedí cambio de turno por hoy, entro a trabajar en un par de horas —lleva su vista al reloj rosado que tiene en su muñeca. Sonrío de lado —¿Qué te parece si vamos a cenar?
Miro disimuladamente la pantalla de mi laptop abierta, no hay señales de Abby. Hago una mueca —tengo que llegar a casa —me excuso.
Ella me jala de la mano —anda, solo por hoy no seas tan aburrido Elías, invité a una amiga a qué cene con nosotros, tiene tu edad más o menos, es interna del hospital y muy bonita, además también muy inteligente, usa lentes —ruedo los ojos llevándome los dedos a las sientes, se lo que trata de hacer.
—Ya te había dicho que no me interesa una relación en este momento…
—Pero tienes 22 años y nunca has tenido una novia…
—No tienes que decirlo de esa manera —la regaño, la verdad es que no creo que exista alguien que me pueda entender.
—Entonces vamos, es solo una cena y no creo que tengas algo más importante para hacer en casa que jugar con tus robots de juguete.
Le asesino con la mirada. Sophie sonríe inocente.
Respiro profundo por qué se que si no voy me lo estará recordando por varias semanas.
—Está bien vamos, pero no te prometo nada con tu amiga.
Sophie sonríe triunfal —solo tienes que conocerla, le gusta jugar ajedrez —suelta de pronto en tono juguetón, lo que hace que toda mi espalda se paralice viniendo a mi mente el recuerdo de Abby.
Cierro mi laptop. La probabilidad de que su amiga sea la chica que me gustaría conocer es de uno en catorce millones así que no me emociono.