Capitulo Tres

1129 Words
Carlos espera a que todos sus amigos lleguen a casa de Misael, se mantiene suspendido en el aire mientras sus dedos se mueven haciendo que la brisa que sus movimientos crean balancee las cortinas de la ventana principal de un lugar a otro. Ladea la cabeza, cierra los ojos cansado de tanta calma, extraña poder estar en acción, en combate, entrenando, siendo útil… La vida tranquila que lleva ahora lo inquieta… necesita algo más… y no está seguro de saber qué es.   ― Podrías ayudar un poco ― Maribelle lo observa algo molesta. ― Ya hicieron todo ustedes ― responde sin darle mucha importancia al comentario de su amiga.   ― Aun así, no está mal que te ofrezcas para preparar la cena con nosotros ― Florencia observa las macetitas sobre el borde de la ventana mientras sus ojos destellan un tenue color verdoso y los vegetales se yerguen en todo su esplendor y gloria recuperando juventud y belleza.   ― No tengo ganas ― suspira poniendo los pies en el suelo.   Micaela se acerca al mexicano, lo ha notado distante y nostálgico últimamente y le preocupa que quizás ella no esté haciéndolo del todo feliz o en un peor caso, que él se encuentre perdido en lo que desea ser.   ― Sabes que puedes hablarme de lo que te suceda, ¿Verdad? ― la argentina toma su mano.   ― Sí ― asiente.   ― Entonces, ¿Por qué no lo haces? ― reprocha tratando de no sonar dura.   ― Porque no es de tu incumbencia Mica ― la observa sereno ― ¿Dónde está Liesse? ¿Ya llegó?   ― No me cambies de tema, necesitamos hablar porque de lo contrario vamos a convertirnos en dos extraños si dejamos de afrontar las cosas juntos y de apoyarnos el uno al otro ― reprocha.   ― No tengo interés en hablar de esto Mica, de veras ― suspira alejándose de ella ― Necesito a Liss.   ― ¿Por qué? ¿Porque la necesitas a ella y no a mí? ― pregunta dolida.   ― Porque ella puede hacer cosas que tu no, no necesito que muevan el suelo donde camino sino que me ayuden a entender cosas que hay en mi cabeza ― masculla. ― Quiero terminar de entender y no me ayudas si me reprochas estas cursilerías.   ― ¿Cursilerías? ― jadea ofendida ― Pensé que la pasaste bien en tu cumpleaños, creí que eras feliz aquí… ¿Cursilerías? ¿En serio?   ― Sí, la pasé bien y soy feliz pero hay más que solo eso, ¡Quiero más que esto! ― Rueda los ojos molesto mientras las hojas de los árboles fuera de la vivienda se estremecen con violencia con el cambio de humor del muchacho.   ― Carlos, calma ― Misael se acerca a ellos.   ― ¡Soy esto que ves aquí Micaela, no hay nada más, no soy un caballero ni un poeta y no me atrae ser un idiota cursilero y mamón! ― espeta saliendo de la casa dando un portazo.   ― Dale tiempo, no procesa lo que le ocurre como los demás… ― el ruso palmea la espalda de la muchacha con cariño.   ― ¿Qué es lo que le ocurre realmente? ― voltea a verlo ― Desde que tuvimos que enfrentar a las nano maquinas ha estado extraño, pierde fácil el control  y a veces creo que no es feliz, eso me destruye porque lo único que deseo es que lo sea.   ― No puedo contestar esas preguntas, no tengo las respuestas y quien podría darlas no estará dispuesta a invadir la mente de mi mejor amigo sin el consentimiento de él mismo ― frunce el ceño ― Sin mencionar que tampoco se encuentra en su mejor época.   Darel y Jamie avanzan por la carretera principal rumbo a casa del menor de los hijos Petrov, el joven tararea una canción vieja de esas que ya no se escuchan y tamborilea con sus dedos el volante del vehículo; en el asiento trasero su hija Daia balancea sus piecitos en el asiento mientras succiona su dedo pulgar al son del tarareo de su progenitor. La pelinegra observa por la ventana, está ansiosa por ver a todos y poder contarles las noticias, tiene un puesto importante pero diplomático en el parlamento de Filipinas lo cual le da ciertos beneficios para su vida y la educación de su preciosa hija. También ha notado que Daia es completamente normal, no ha dado señales de tener alguna habilidad especial ni muchos menos pero según recuerda eso comienza a manifestarse en la pubertad o tras grandes cambios emocionales –ya que de nacimiento parece no ser-.   ― ¿Y si ella fuese normal? ― de pronto observa a su esposo que la ve completamente confundido. ― ¿Acaso estás viendo una serie policial y sacas conjeturas ahora? ― eleva una ceja divertido.   ― Dios ― ríe ― Hablo de Daia, tal vez es humana.   ― Pues, es una posibilidad. Según recuerdo lo que nos explicó Connor, los metahumanos son hijos de humanos que llevaban el gen sin haber despertado pero nadie dijo nada de que un descendiente de dos metahumanos tenga a o no poderes. ― explica.   ― Te has vuelto un cerebrito ― ríe.   ― Se llama aprender y mejorar, inténtalo alguna vez ― responde recibiendo un bofetazo en el hombro.   El grupo tiene algunos problemas con sus miembros, mientras algunos han encontrado su lugar en el mundo o están conformes con su actual vida otros buscan encajar aun cuando ya no es necesario, buscan el sentido de ser lo que son o sospechan de una terrible amenaza que se acerca; de lo que siempre están seguros es que pueden llevarse una sorpresa en cualquier momento pero lo mejor es tratar de vivir, al menos hacer el intento.     California, Estados Unidos de Norteamérica.   Cierto británico de alto coeficiente intelectual ha puesto el ojo en las desapariciones dadas en América del Sur, busca encontrar un patrón o tal vez, poder ayudar a los agentes policiales a llegar al fondo del asunto. Mientras espera a que las muestras de sangre obtenidas en las escenas del crimen den su resultado comienza a trazar conjeturas y posibles escenarios para lo que se está viviendo. Varios factores han hecho ruido en su mente y ha puesto mayor atención en ellos como el hecho de que jamás encuentran los cuerpos de las víctimas –son reconocidos mediante muestras de sangre las cuales revelan mucha información–, siempre parecen ser atacados durante la noche ya que nadie tiene idea de que es lo que sucede, no hay testigos, ni cámaras, ni nada que pueda darles un indicio. El sonido de una de las computadoras lo saca de sus pensamientos, toma la taza de café que acaba de preparar y se acerca a ella parsimonioso, apenas sus ojos se clavan en la pantalla y comienzan a leer los resultados poco a poco su boca se va transformando en una mueca de asombro y sorpresa completa.   ― Mierda… ― susurra tomando su móvil y marcando el número de Misael.
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