—Creo que sería más lógico— continuó diciendo la señora Hansell—, decir que es usted una damita aristócrata, como en efecto es, venida a menos. —Si quiere decir con eso que no tengo un centavo, señora Hansell, esa soy, en efecto. —Antes de venir a trabajar aquí, hace quince años, milady, estuve al servicio de Sir Ronald Deering— continuó la señora Hansell, como si Grace no hubiera dicho nada. Era un caballero muy decente, en verdad. —Recuerdo haber oído a Mitty decir que usted estuvo trabajando con él en Londres. —Sí. Pero después Sir Ronald se metió en dificultades, milady. ¡El juego fue una razón, y las malas inversiones otra! Así que tuvo que cerrar la casa y despedir a la servidumbre. Por eso vine a trabajar aquí. Grace la escuchaba con atención. Adivinó lo que la señora Hansell