CAPÍTULO III Grace salió por una puerta lateral de la casa y, procurando mantenerse bajo la protección de los arbustos, caminó hacia el arroyo que corría a partir del extremo más bajo del lago. Era la primera vez que se atrevía a salir, desde que llegó a Baron’s Hall. Aspiraba fascinada la fragancia de las lilas y de las azucenas y contemplaba extasiada, a través de las hojas de los arbustos, los últimos narcisos amarillos que quedaban aún en el campo cercano, pensando para sí que el jardín no se había visto nunca tan bello. En los últimos dos años, desde que murió el anciano Lord Damien, había sido descuidado. Los albaceas de la herencia, según le explicó su padre, habían decidido eliminar a los sirvientes más jóvenes y conservar sólo, a los que tenían años al servicio de los Damien