Hacía mucho tiempo que no me encontraba tan nervioso. Ni siquiera quería sentarme al lado de Colette. Rogaba en mi interior que todo saliera bien y que en realidad pudiésemos convertirnos en padres, pero a pesar de que mis pensamientos eran positivos, aquella maldita conversación que tuve con la doctora que la atendió después del secuestro que le provocó el aborto del bebé que nunca supo que llevó en su vientre, se reproducía una y otra vez en mi memoria: “El útero de su novia sufrió daños considerables, no le aseguro que pueda llegar a quedar embarazada otra vez”. Ayer, cuando me descubrió viendo a los niños en el parque, me encontraba pensando en cómo hubiese sido nuestro hijo, jamás imaginé que ella se encontraba pensando en tener uno en este momento. Cuando lo mencionó, sentí que todo