Él sonrió de forma sarcástica, sus ojos marrones veían de mí a la morena frente a nosotros y viceversa.
—Oh no te preocupes —respondió ella, moviendo sus manos en señal de restarle importancia al asunto—, no soy una novia celosa, de hecho, podríamos hacer un trío —la chica movió sus cejas, a la vez que me dedicaba una mirada que me hizo sentir extremadamente incómoda.
—Los tríos no son lo mío —confesé, arrugando ligeramente la nariz—, pero gracias por la oferta.
—Lo mío no es irme a la cama con compañeras del trabajo —miré a Adrien, desde que me había sentado a su lado, era la primera vez en la que abría su boca.
Él miraba con el ceño fruncido en dirección de la morena, la cual le devolvía una mirada llena de diversión.
—Y tú, deja de joderme la vida, Megan —terminó por levantarse para así comenzar a caminar hacia la salida a paso ligero, dejándome sola con la ahora nombrada Megan, a la cual debía de confesar que comenzaba a darme un poco de miedo.
—Adrien no es mi novio —confesó, moviendo su café con una cucharilla—, es mi mejor amigo desde que ambos éramos un par de infantes.
Confieso que el escuchar aquella declaración me hizo sentir paz, no sabía por qué, pero no quería pensar en la posibilidad de verlo de la mano de otra chica, no es como si lo quisiese para mí, pero mi ego me impedía aceptar que estaría con otra antes que conmigo.
—La verdad, él es libre de hacer lo que desee —dije, dando un sorbo al café.
—Oh no, cariño. Esos ojitos bonitos no me engañan, tú te derrites por ese castaño sexy.
—En serio… comienzas a preocuparme —musité, torciendo una sonrisa, a lo que ella respondió con una sonora carcajada.
Increíblemente, había hecho una muy buena química con una extraña, la cual no dejó de contarme sobre todas sus conquistas, entre las cuales también estaban algunas compañeras de trabajo de las cuales jamás imaginé que les gustase las de su mismo género.
Megan me había agradado, era una persona con una personalidad única, todo le valía mierda, era graciosa, carismática, sencilla… incluso la llegué a comparar con Ella, por aquella gran humildad que caracterizaba a mi amiga en Las Bahamas.
Me quedé hablando con ella por al menos dos horas, después terminamos por despedirnos y comencé a caminar hacia mi casa, era una tarde tranquila, y en aquel momento solo deseaba llegar, tirarme a la cama y ver televisión. En aquel momento no se me apetecía ir de fiesta, no quería amanecer con jaqueca, más que el día de mañana tendría una sesión de fotos para una importante revista de modas.
Escondí mis manos en los bolsillos delanteros de mis pantalones, era una tarde preciosa, el sol comenzaba a dibujar diferentes colores sobre las copas de los árboles en el parque. Muy pocas veces me permitía observar cosas tan bellas como aquellas, lo que me hizo llegar a la conclusión de que estaba viviendo muy a prisa; debía de comenzar a buscar un buen balance en todo lo que hacía.
Me detuve cuando algo en particular llamó mi atención, sentado en el respaldo de una banca con sus pies donde en teoría debería de sentarse, se encontraba Adrien; mantenía sus manos apoyadas en sus rodillas, con su mirada perdida hacia unos parajillos que volaban de rama en rama en un alto roble que estaba cerca.
Mordí mi labio inferior, tratando de decidir si era conveniente acercarme o simplemente seguir mi camino. Sabía que él no quería tener nada conmigo, cosa que me encantaba porque lo veía como un nuevo reto, pero tampoco quería verme como toda una acosadora. Al final, levanté los hombros y comencé a caminar en su dirección, había decidido que si él me quería ver como una loca, ese sería su problema.
Me acerqué y me senté a su lado, él levantó una ceja en mi dirección, a la vez que me veía con curiosidad.
—¿Hoy no es día de fiesta? —me preguntó, desviando la mirada otra vez.
Sonreí con los labios apretados.
—Hoy no se me apetece. ¿Por qué? ¿Ibas a invitarme a salir?
Él volvió a mirarme.
—No es como si necesitases que un simple asistente te invite a salir.
Una nueva sonrisa se había marcado en mi rostro, aquello comenzaba a tornarse interesante.
—¿Y por qué el señor pensaría eso?
—Como si no lo supieras —murmuró, bajando la cabeza—, eres guapa, alegre, carismática… puedes tener en tu cama al hombre que desees, no sé por qué te sigues empeñando en querer divertirte conmigo de esa manera.
Llevé mis manos hasta mis rodillas y las apreté ligeramente, un maldito cosquilleo se hizo presente en la parte baja de mi estómago, un cosquilleo que hacía mucho tiempo no sentía por nadie más. ¿Qué era lo que tenía aquel castaño que me hacía desearlo aún más? ¿Por qué mierdas comenzaba a meterse a mi cabeza?
—Así que piensas que soy guapa —digo, llevando una mano hasta mi cabello para alborotarlo un poco.
—Eso es algo que ni siquiera es necesario decirte, lo sabes y ya.
Asentí, volviendo a morder mi labio inferior.
—Pero que lo diga el esclavo de Col, supongo que es lindo.
Puso sus ojos en blanco.
—Lo siento, lo siento —me disculpé, ignorando las ganas de reír que me habían invadido—, el asistente personal de Colette.
Su mirada se cruzó con la mía, una pequeña sonrisa se marcó en sus labios, haciendo que un pequeño hoyuelo se marcara en su barbilla.
—¿En serio parezco un esclavo?
—¿Quieres sufrir con la verdad o sentirte bien con la mentira?
Un lento suspiro abandonó sus labios.
—Hazme sufrir —musitó, viéndome con una media sonrisa marcada en sus labios.
—Pienso que eres una persona que se esfuerza, lo que te convierte en un adicto al trabajo —comenté, hablando con absoluta sinceridad—, no eres un esclavo, solo me gusta fastidiarte, pero deberías de llevar las cosas más al suave, vas a volverte viejo súper rápido —terminé diciendo, ganándome una carcajada de su parte.
—¿Entonces si soy obsesivo?
—¡Mucho! Por eso Colette te ama.
Jamás pensé que sería capaz de llevar una agradable conversación con Adrien, sin tener la necesidad de insinuármele a cada instante. En aquel momento entendí que eso no funcionaba con él. Tenía la costumbre que con solo un guiño o una sonrisa pícara, podía tener a cualquier hombre comiendo de la palma de mi mano; ese no era su caso, debería de usar otros métodos con él, probablemente debería de comenzar por ser su amiga, ganarme su confianza y así probablemente al final obtendría lo que quería de él.
Era un chico lindo y simpático (cuando no estaba en modo asistente a todo terreno) pero a pesar de eso, no podía imaginarme compartiendo más que una con él.
Lamentablemente Adrien Dupont se había convertido en mi reto personal, un reto que estaba dispuesta a superar, me costase lo que me costase.
—Bueno, ya que demostraste que puedes ser un poco agradable… ¿Vamos al Rex por unos tragos? —preguntó, dando un salto para después hacer un gesto con su cabeza.
Sonreí, levantándome para acompañarlo.
—Vamos pues.