Me detuve en la acera cerca de la calle, esperé unos minutos hasta que escuché sus pequeños pasos acercarse, me volteé hacia ella y me acerqué para sostenerla, pues caminaba de forma tan tambaleante que temía que fuese a caer en cualquier momento. En mi mente, levanté una plegaria al cielo, agradeciendo el hecho de que la chica haya recapacitado por sí sola, y haya hecho algo sin que alguien la forzara. Se detuvo a mi lado, sus grandes ojos verdes me observaron, no dijo una sola palabra, solo mantenía su ceño fruncido. Regresé mi atención a la calle, esperando el momento en que pasara un taxi. Dos minutos después uno de los peculiares taxis blancos de París, se encontraba estacionándose al lado nuestro, abrí la puerta trasera y le ayudé a acomodarse, luego me senté a su lado y le di la